Título
original: Les Olympiades. Dirección: Jacques
Audiard. País: Francia. Año: 2021. Duración: 105 min. Género:
Drama.
Guión: Jacques Audiard, Léa
Mysius, Céline Sciamma, Nicolas Livecchi (basado en historias de Adrian Tomine).
Fotografía: Paul Guilhaume. Música: Rone. Montaje: Julierre
Welfling. Producción: Valérie
Schermann.
5 nominaciones a los Premios
César 2021. Sección Oficial del Festival de Cannes 2021. Premio a la Mejor
Actriz (Lucie Zhang) en el Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF 2021).
Fecha del estreno: 8 Abril 2022
(España)
Reparto: Lucie Zhang, Makita
Samba, Noémie Merlant, Jehnny Beth, Geneviève Doang, Lumina Wang, Camille
Berthomier, Line Phé, Pol White, Lily Rubens, Anaïde Rozam, Camille
Léon-Fucien, Oceane Cairaty, Rong-Ying Yang, Xing Xing Cheng, Fabienne Galula,
Lilian Nze Nong, Ornella Nzingoula, Tony Zola, Léo Mira, Léa Rostain, Raphaël
Quenard.
Sinopsis:
París, distrito 13,
barrio de Les Olympiades. Émilie conoce a Camille, que se siente atraído por
Nora, que, a vez, se cruza en el camino de Amber. Tres chicas y un chico. Son
amigos, a veces amantes y, a menudo, las dos cosas.
Comentarios:
Jacques Audiard es uno de
los máximos representantes del prestigio en el cine francés. Cada una de sus
entregas crea expectativas. Va de intenso, de complejo, de inventarse
argumentos, personajes y situaciones que remuevan el ánimo de los espectadores,
incomoden, acaben conmoviendo. Le atrae la dureza y la turbiedad emocional, la
violencia interna, la catarsis, la posibilidad de redención. Y su cámara maneja
un lenguaje poderoso, estilo, poder de fascinación. Lo cual no garantiza que
todas sus películas estén conseguidas. Algunas me cargan con su exceso de
pretensiones, pero también otras que me atraen, como Un profeta, oda a
la supervivencia en un ambiente brutal, la original y simpática Un héroe muy
discreto y un wéstern extraño y con final conmovedor titulado Los
hermanos Sisters.
Aparentemente, Audiard
renuncia en París, Distrito 13 a los asuntos tenebrosos. Se centra en
cuatro personajes jóvenes que viven en un barrio muy concreto, se buscan la
vida en trabajos que casi siempre resultan provisionales y tienen una relación
continua y presuntamente abierta con el sexo. Una descendiente de taiwaneses
que le alquila una habitación en su casa a un chaval negro. Ellos se lían con
mucho ardor, pero llegan al pacto de poder llevar a casa a sus ligues. El
experimento no funciona porque los sentimientos de ambos son distintos. Y son
muy modernos, creen en eso del poliamor. Y en el caso de ella, multiplica las
citas para follar con desconocidos a través de aplicaciones (¿se dice así?) de
internet. La relación de otra pareja también es pintoresca. Una dama que ha
emigrado a París huyendo de un conflictivo pasado sentimental y sexual y que
pretende integrarse en la universidad es confundida con otra señora que realiza
pornografía en las redes. A través de la pantalla y mediante pago se montarán
una historia perturbadora. Las ganas de darle gusto al cuerpo todo el rato, la
pretendida alergia al compromiso amoroso, no evitan la zozobra, la dificultad
de vivir.
Durante toda la trama de París,
Distrito 13 me ocurre lo que en los últimos tiempos ante la inmensa mayoría
de las películas, y es que sus personajes no me enamoran. Con excepciones, como
la gente memorable que puebla Mank y Otra ronda. Pero lo habitual
es que me desagraden o me desinteresen. La falta de identificación con lo que
viven o sienten impide que me apasione ni un poquito. Aunque si los creadores
son inteligentes y capaces, pueden mantenerme despierto o curioso hasta el
final. Jacques Audiard posee esas virtudes. Provoca cierto morbo e intriga por
saber cómo va a acabar la retorcida historia. Utiliza primorosamente el blanco
y negro, narra con mucho estilo, hace creíbles a sus personajes, crea
atmósfera, le funcionan los intérpretes, está empeñado en convencer al receptor
de que no todo es lo que parece, que existe anverso y reverso, interrogantes,
certidumbres a medias, y que, aunque se disimulen, también existen los latidos
del corazón detrás del insaciable anhelo de carne nueva y fresca.
Y es bonito el desenlace,
con los protagonistas renunciando a la conveniente máscara, haciendo visible
por primera vez su vulnerabilidad, su necesidad o su ansia de amor. No sabemos
cómo les irá ni cuánto durará, pero se precisa valor o mucha necesidad para dar
el paso, para admitir como real lo que juzgaban convencional. (Carlos Boyero)
Recomendada.
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