sábado, 23 de abril de 2022

Rainer Werner Fassbinder (1945-1982)


Chaqueta de cuero, gafas de sol, sombrero, bufanda, camisa por fuera de los pantalones vaqueros, botas altas, cigarro en mano. Amable, brutal, cariñoso, cínico, solidario, egocéntrico, depresivo. Crítico, sincero, trasgresor, polémico, descarnado, suicida. Creador.

 

Catorce años de vida profesional. Una treintena de obras de teatro dirigidas y escritas o adaptadas por él. Cuatro producciones radiofónicas. Dos cortometrajes. Veinticuatro películas para cine. Diecisiete para televisión, incluyendo cuatro series que suman un total de veintitrés episodios. Cine de gangsters, una particular incursión en el western y en la ciencia-ficción, adaptaciones literarias y teatrales, melodramas. Productor, co-productor y guionista de la gran mayoría de sus películas y de tres obras ajenas. Fotografió y se ocupó de la escenografía de algunos de sus films. Participó en el montaje de casi todas sus obras bajo el seudónimo de Franz Walsch. Actor protagonista, secundario o figurante en sus propias películas y en las de otros autores.

 

Desde su ópera prima, El amor es más frío que la muerte (1969), hasta su obra póstuma, Querelle (1982), Fassbinder articula un discurso donde los sentimientos y las emociones humanas estallan como consecuencia de la tensión y la violencia que rigen las relaciones entre unas personas que son producto de su sociedad. Las clases altas, medias y bajas; las facciones políticas de todo signo; el pasado y el presente del pueblo alemán no se libraron de una mirada crítica, profunda e insobornable que escandalizó a la conservadora nación alemana de los años setenta.

 


Criado por su madre tras el traumático divorcio de sus progenitores, vivió desde pequeño sumergido en el ambiente teatral y cinematográfico. La madre, traductora y actriz, le animó a que ingresara en una escuela de teatro donde Fassbinder conocería a una joven intérprete, Hanna Schygulla, que con el paso de los meses se convirtió en una de sus musas artísticas y en protagonista de buena parte de sus films.

 

Con ella se introdujo en el mundo de los escenarios como director y ambos fundaron una compañía independiente de vanguardia cuyos postulados radicales llevarían a la Administración alemana a prohibir sus actividades. Aunque ya para entonces Fassbinder, Schygulla y otros actores como Kurt Raab, Peer Raben o Irm Hermann habían creado estrechos lazos de amistad y un ferviente deseo de continuar juntos sus carreras.

 

Ésta fue precisamente una de las bases sobre las que Fassbinder asentó su trayectoria fulgurante: una compañía más o menos estable de actores que, sin apenas ensayos, eran capaces de lanzarse a cualquier aventura que se les propusiese y salir airosos del empeño. Algo que resultaría crucial para un cineasta que enlazaba película tras película sin descanso, e incluso simultaneando dicha actividad con el teatro.

 

¿Por qué le da el ataque de locura al señor R.? supuso el primer espaldarazo internacional a su cine y provocó la admiración generalizada por el demoledor retrato que se hacía de un psicópata, aparentemente respetable, que escondía bajo su apariencia de buena persona a un asesino capaz de matar a su familia y a un vecino. Aunque, como se vino a demostrar pronto, Fassbinder era alguien imprevisible y por tanto el desconcierto estaba asegurado: Whity, por ejemplo, marcaba un giro completo a su trayectoria al beber en las fuentes del western, aunque la ironía, el sarcasmo y la gélida estética alemana acababan imponiéndose a cualquier condicionante de género.

 

Como su ritmo de trabajo era imposible de soportar para los productores cinematográficos, más acostumbrados a esperar la amortización parcial de sus films antes de seguir adelante, Fassbinder acabó alternando teatro con cine y con televisión, medio para el que rodó varias series de éxito que luego, convenientemente cortadas en su metraje, fueron estrenadas en las salas comerciales de exhibición. Este fue el caso de El mercader de las cuatro estaciones, amarga crónica de la decadencia de un humilde vendedor, o de Berlin Alexanderplatz, fresco histórico sobre la Alemania contemporánea.

 

Fotograma de "El mercader de las cuatro estaciones"

Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, adaptación de una obra teatral escrita por él mismo, le asentó definitivamente en la primera línea internacional. La polémica de su contenido, que narraba la historia de una lesbiana que durante años ha debido ocultarlo por miedo a las repercusiones sociales y familiares, quedó amortiguada por la enorme plasticidad de sus imágenes y el intenso lirismo con el que era tratado el tema. Lo cual puede trasladarse igualmente a títulos como Todos nos llamamos Alí, sobre una relación interracial entre un emigrante magrebí y una alemana acomodada, o La ley del más fuerte, donde el propio Fassbinder encarnaba a un trabajador homosexual que tras conseguir una importante suma de dinero en la lotería acabará perdiéndolo todo, incluso la dignidad.

 


Pero Fassbinder deseaba también sobrepasar los márgenes del cineasta de culto para llegar a más amplios sectores de público, por lo que con Effi Briest comenzó a manejar elevados presupuestos que le permitían abordar historias de época. Esta tendencia llegaría sobre todo a su punto culminante con La ruleta china y Querelle, protagonizadas por un reparto de estrellas y en las que intentaba armonizar su universo personal con las relativas sumisiones de una distribución internacional.

 

Ambientes marginales, reflexión histórica sobre Alemania y cierta capacidad presupuestaria encontraron finalmente acomodo en El matrimonio de María Braun, uno de los largometrajes más emblemáticos de la carrera de Rainer Werner Fassbinder. Relato metafórico sobre el ascenso de una prostituta hasta las mayores cotas del poder económico, este film denunciaba la hipocresía de la sociedad alemana y la falsa solidaridad que imperaba entre los desfavorecidos.

 


Por su parte, Lilí Marleen y La ansiedad de Veronika Voss cerrarían con broche de oro una trayectoria que tuvo su última y definitiva estación en Querelle, rodada poco antes de morir a consecuencia de una sobredosis de droga y cuyo montaje fue culminado por sus colaboradores.

 

La vida como exceso. Pasión enfermiza por el trabajo: “Ya dormiré cuando esté muerto”. Una compleja vida sentimental, alcohol, drogas, tranquilizantes, somníferos: “Cada cual debe decidir si es mejor llevar una vida breve pero intensa o larga y rutinaria”. Eligió vivir intensamente y murió joven, en junio de 1982, a los treinta y siete años de edad, mientras trabajaba en un nuevo guión. Sin embargo, Rainer Werner Fassbinder vive a través de su arte, porque resulta imposible distinguir al hombre del artista: sus películas son él. En ellas plasmó hasta el más íntimo de sus pensamientos. Su desaparición supuso el fin del llamado Nuevo Cine Alemán y el comienzo de su entrada en la Historia del Cine.

 


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