Título
original: Cinco lobitos. Dirección: Alauda
Ruiz de Azúa. País: España. Año: 2022. Duración: 104 min. Género:
Drama.
Guión: Alauda Ruiz de Azúa. Fotografía: Jon D. Domínguez. Música: Aránzazu Calleja. Producción: Encanta Films, Sayaka
Producciones Audiovisuales, Buena Pinta Media, RTVE. Distribuidora: BTeam
Pictures.
Biznaga de oro a la Mejor
Película en el Festival de Cine de Málaga 2022.
Fecha del estreno: 20 Mayo 2022
(España)
Reparto: Laia Costa, Susi Sánchez,
Ramón Barea, Mikel Bustamante, José Ramón Soroiz, Amber Williams, Lorena López,
Leire Ucha, Elena Sáenz, Asier Valdestilla García, Nerea Arriola, Juana Lor
Saras, Justi Larrinaga, Isidoro Fernández.
Sinopsis:
Amaia (Laia Costa) acaba
de ser madre y se da cuenta de que no sabe muy bien cómo serlo. Al ausentarse
su pareja por trabajo unas semanas, decide volver a casa de sus padres, en un
bonito pueblo costero del País Vasco, y así compartir la responsabilidad de
cuidar a su bebé. Lo que no sabe Amaia es que, aunque ahora sea madre, no
dejará de ser hija.
Comentarios:
Por enésima vez en los últimos días, a esa joven madre con su bebé en brazos le asaltan las lágrimas y la desazón, y se excusa con la suya: “Perdona, mamá… No sé qué me pasa”. Lo que sigue, la réplica de la madre y abuela a ese llanto y a esa disculpa, es una de las grandes frases de una película formidable llena de ellas. Una línea de guion tan sencilla como profunda, cargada de sentido común y de rotundidad, de experiencia y de ternura, que quizá resuma todo el relato, que quizá defina una naturaleza: “Pues de todo, hija, te pasa de todo… Qué te va a pasar”. De todo. No puede haber más. Tampoco menos. Cinco lobitos, prodigioso debut de Alauda Ruiz de Azúa, que la dirige y la ha escrito en solitario, es una historia para amar y soñar. También para reflexionar. Una película sobre todos nosotros, pero, sobre todo, sobre las madres, acerca del volcán de emociones que supone ser madre.
Ruiz de Azúa muestra en su ópera prima un infinito rosario de cualidades, que además tienen tanto que ver con el fondo como con la forma: talento, gusto, hondura, trabajo, sentido del humor, humanismo, ternura, crudeza, criterio, verdad. No parece casualidad que, junto a la emoción del relato en sí, la película contenga una hermosa fotografía cargada de matices, obra de Jon D. Domínguez: tenue de luz en los interiores, de textura con levísimo grano, con rotundos colores, preciosa sin ser preciosista, demostrando que la imagen del cine social no tiene que ser particularmente fea, como en tantas otras películas, en demasiadas, jugando siempre con la profundidad de campo, cortísima, junto a una puesta en escena en la que Ruiz de Azúa y Domínguez juegan con el foco (adelante o atrás) mientras sus miradas como artistas son también las nuestras, observadores de unas vidas que no son sino las de cualquiera.
Tampoco es casualidad que la banda sonora de Aranzazu Calleja (como Domínguez, en principio, fuera de los nombres más conocidos en su sector) sea tan bonita y serena, tan apegada a la historia que apenas se note, que reluzca entre las emociones sin comerse las imágenes ni los textos. Y, en fin, que el cuarteto de intérpretes principales esté sencillamente perfecto, conformando unos personajes de poliédrica humanidad; buenas gentes que a veces cometen errores; que se quieren, pero que también se hartan a veces, porque tienen motivos (o no), y porque no son santos sino personas, y los santos no son personas sino simplemente santos. Padres y madres, jóvenes y mayores, con los que identificarse en su alegría y en su dolor, en sus frases rotundas y discretas, en sus actitudes, a veces acogotadas, otras de rotundo carácter. Laia Costa (“Y recuerdo que no eras muy cariñosa…”), Susi Sánchez (“¡Igual puedes ponerle un bozal al perro, eh!), Ramón Barea (”¡Detergente, y toallitas!”) y Mikel Bustamante (“No me cuesta porque te quiero”) sueltan frases memorables como estas, que quizá ahora no les digan nada, pero que quedarán en su cabeza cuando vean la película, que te taladran.
En sus cortometrajes, Ruiz de Azúa ya había dejado pistas de su talento para aunar comicidad y afecto. Solo hay que disfrutar los primeros minutos de Lo importante (se puede ver en Vimeo), de 2006, con Antonio Resines como entrenador de un equipo de fútbol de niños mientras da explicaciones a un crío gordito sobre por qué no juega, para ver lo que tiene dentro la autora. Una bendita capacidad para unir lo íntimo y lo universal, lo dramático con un deje cómico sobre lo graciosa que puede ser la vida, sobre lo absurdamente cómica en medio del desastre. Frases sueltas, apenas palabras, que entran como un soplo de aire fresco en el instante en que parece que todo se hunde. Conciencia del tormento y el gozo que puede ser la familia, ser madre, ser hija, querer y que te quieran. Y es que a las madres, en fin, les pasa “de todo”. (Javier Ocaña)
Recomendada.
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