Título original: Greta. Dirección: Neil Jordan. País: Irlanda. Año: 2018. Duración: 98
min. Género: Thriller.
Nick Emerson (Montaje), Seamus McGarvey (Fotografía), Neil Jordan, Ray Wright (Guión), Javier Navarrete (Música), John Penotti, Lawrence Bender,
James Flynn, Sidney Kimmel (Producción),
Mei Han, Brian Kornreich, Peter Luo (Producción
ejecutiva), Joan Bergin (Vestuario),
Jina Jay, Stephanie Gorin (Casting).
Estreno en Sevilla: 24 Mayo 2019.
Reparto:
Isabelle Huppert
(Greta Hideg), Chlöe Grace Moretz (Frances McCullen), Maika Monroe (Erica
Penn), Zawe Ashton (Alexa), Colm Feore (Chris McCullen), Stephen Rea (Brian
Cody).
Sinopsis:
Después de encontrar un
bolso perdido en el metro de Nueva York, Frances McCullen, una joven afligida
por la reciente muerte de su madre, se lo devuelve a su legítima propietaria.
Así Frances entabla una inusual amistad con la enigmática viuda Greta Hideg,
para consternación de su mejor amiga Erica Penn quién está ayudando a Frances a
aclimatarse a la ciudad. Pero Frances se dará cuenta que las intenciones de
Greta pueden ser más siniestras de lo que parecen.
Comentarios:
A principios de los años
noventa, como ecos aún más cotidianos del grandioso éxito de “Atracción fatal”
(Adrian Lyne, 1987), se fueron acumulando en el cine americano los thrillers
con psicópata a la vuelta de la esquina de casa (o incluso en la misma).
Relatos que pretendían tanto indagar en los recovecos más oscuros de la soledad
del ser humano como experimentar con la falta de lucidez provocada por una
tragedia del pasado que se expulsaba en forma de delirante acoso al inocente.
Una suerte de intriga psicológica a medio camino entre el policiaco y el
terror, con leves apuntes sociales, que además practicaron algunos excelentes
directores, legando así un puñado de títulos para el recuerdo del
entretenimiento con clase: “De repente, un extraño” (John Schlesinger, 1990), “Misery”
(Rob Reiner, 1990), “El cabo del miedo” (Martin Scorsese, 1991), “La mano que
mece la cuna” (Curtis Hanson, 1992), y “Mujer blanca soltera busca…” (Barbet
Schroeder, 1992).
Muerta a base de
agotamiento y reiteración, la moda pasó y, salvo casos muy puntuales y de
calidad incomparablemente a la baja (Obsesión, de Rob Cohen), poco más se supo,
al menos en el cine comercial, hasta la llegada de “La viuda”, nueva película
del veterano irlandés Neil Jordan, acostumbrado durante toda su carrera a las
atmósferas turbias y a las personalidades malsanas, que regresa después de seis
años sin película, tiempo en el que apenas ha dirigido algunos episodios de la
serie “Los Borgia”.
La añoranza, la tristeza,
la soledad y el desvarío mental causado por una tragedia del pasado, bases de
aquellos thrillers, regresan en una película que, durante una hora (hasta la
secuencia de la ambulancia), mantiene vivo el interés gracias a un jugoso juego
de artificio con el que Jordan, viejo zorro, parece estar a gusto, y más al
lado del cañón de desequilibrio gestual que puede llegar a ser Isabelle
Huppert. Sin embargo, en un último tercio disparatado en su guion, obra del
estadounidense Ray Wright, con la colaboración del propio Jordan, el castillo
del acoso, y sobre todo el de la soledad, se vienen abajo por culpa de la
absoluta falta de lógica interna dentro de cada una de las situaciones,
insostenibles ni aun entrando en el espíritu granguiñolesco que se supone
pretende construir el irlandés.
Que desde el inicio todo
tenga un aire de cuento perverso (la bruja que deja migas de pan en forma de
bolsos de marca en el metro de Nueva York, con su carnet de identidad dentro,
para almas cándidas e ingenuas que quieran devolverlo), y de esto sabe el autor
de “En compañía de lobos” (1984), no es óbice para la sucesión de
arbitrariedades en los comportamientos del último acto, ejemplificados en la
cara de pasmo del detective privado interpretado por Stephen Rea, que acude a
la casa del terror, en una esquina neoyorquina de fábula, con el candor que a
muchos espectadores les habrá sido imposible mantener a esas alturas. (Javier
Ocaña).
Recomendada
(con reservas).
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