Carmen Frías, una de las
más prolíficas montadoras del cine español, falleció el pasado 31 de mayo de
2019 víctima de un cáncer a los 82 años. Ganadora de dos Goya por “El sueño del
mono loco” y “Belle Époque”, fue también candidata por “La niña de tus ojos”, “Calle
54” y “El baile de la Victoria”, películas todas de Fernando Trueba, quien
junto a Gerardo Herrero fueron los directores que más veces confiaron en su
talento para la edición de cine.
En 2013 recibió el Premio
Mujeres de Cine dentro del festival de Gijón, en homenaje a su currículo,
compuesto por películas como “Los viajes escolares” (1974), de Jaime Chávarri; “Sé
infiel y no mires con quién” (1985), de Trueba;
“El año de las luces” (1986), de Trueba; “Cómo ser mujer y no morir en
el intento” (1991), de Ana Belén; “Lo más natural” (1991), de Josefina Molina; “Huevos
de oro” (1993), de Bigas Luna; “La teta y la luna” (1994), de Bigas Luna; “Malena
es un nombre de tango” (1995), de Gerardo Herrero; “Guantanamera” (1995), de
Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío; “Las cosas del querer II” (1995), de
Chávarri; “Territorio Comanche” (1997), de Herrero; “El alquimista impaciente”
(2002), de Patricia Ferreira; “El embrujo de Shanghái” (2002), de Fernando
Trueba; “El misterio Galíndez” (2003), de Herrero... y así hasta más de 80
productos audiovisuales entre cortos, series, documentales y largometrajes. Su
hija Berta Frías también se dedicó durante un tiempo al montaje.
Carmen Frías recibiendo el Premio "Mujeres de Cine" |
Hija del atrecista Manuel
Frías, nació en Bétera (Valencia) por culpa de la Guerra Civil, aunque creció
en Madrid. Por recomendación de su padre empezó a trabajar como meritoria de
montaje con Petra de Nieva siendo aún adolescente, mientras De Nieva edita “Brindis
al cielo” (1953), de José Buchs. Frías trabajó ya de ayudante con más
montadores en los años cincuenta y sesenta, pero siempre aseguró que quien de
verdad le enseñó a ir más lejos de la técnica fue Antonio Isasi-Isasmendi, que
empezó en el montaje antes de escribir y dirigir sus propios filmes. "Con
él yo me encontré por primera vez con 100.000 metros rodados cuando la media de
las películas españolas era de 20.000 o como mucho 30.000. Fue ahí cuando cogí
verdaderamente toda la experiencia. El propio Antonio cuando acabé me dijo:
'Ahora ya empiezas a ser una buena montadora”, contaba en 2013 tras recibir el
Premio Mujeres de Cine.
A mediados de los sesenta
se mudó a Cádiz siguiendo a su marido, que trabajaba allí. En 1971 decide
regresar a Madrid y entra a trabajar en Televisión Española de donde la
despiden al año siguiente, tras ser detenida por su pertenencia al Partido
Comunista. Con la Transición volverá a TVE, de donde saldrá en los ochenta
convencida por Fernando Trueba para que se dedique al cine en exclusiva. Frías
definía así su lugar de trabajo: "La sala de montaje no es un
confesionario, sino una sala de intimidad. Ahí se reescribe el guion de la
película. Se va viendo cómo queda, cómo va a funcionar ante el público. El
director está muy desnudo y se crea una relación muy estrecha. ¿Cuándo la
relación funciona bien? Es una cuestión de piel. Si se tienen las mismas ideas
enseguida se encuentran esos puntos en común. Si no surgen al principio, ya no
se van a encontrar”. Al final, aseguraba, trabajaba para alguien que no le
pagaba: "Cuando estoy montando una película trabajo a las órdenes del
director y a las órdenes del productor en lo económico. Pero lo que yo tengo en
la cabeza, en la frente, es el público. Puede parecer una tontería, pero
realmente yo trabajo para el espectador. Nunca he dejado de ser espectadora”.
Frías
fue además Secretaria General del Sindicato de Técnicos Audiovisuales
Cinematográficos del Estado Español (TACE), cargo al que no se presentó a una
reelección en 2008, para dedicarse a la docencia.
Recordemos con este vídeo
el feliz día en el que Carmen Frías recogió su Goya por “Belle Epoque”.
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