Título original: Der Trafikant. Dirección: Nikolaus Leytner. País: Austria. Año: 2018. Duración: 117
min. Género: Drama.
Bettina Mazakarini (Montaje), Hermann Dunzendorfer (Fotografía), Matthias Weber (Música), Klaus Richter, Nikolaus
Leytner (Producción), Nicole Schmied
(Dirección Artística).
Estreno en Sevilla: 7 Junio 2019.
Reparto:
Simon Morze (Franz
Huchel), Bruno Ganz (Sigmund Fredu), Johannes Krisch (Otto Trsnjek), Emma
Drogunova (Anezka).
Sinopsis:
Viena, 1937, durante la
unión de Austria y la Alemania nazi. Un chico de diecisiete año es aprendiz de
un vendedor de tabaco, entre cuyos clientes está Sigmund Freud.
Comentarios:
Una personalidad
relevante es introducida en un argumento de ficción dentro de un marco político
y social de trascendencia histórica. Los estantes de las librerías se han
llenado en los últimos años con esta fórmula dramática, pero el paso clave es
el siguiente: ¿qué se hace con ello? ¿qué se quiere contar de novedoso o de
fascinante respecto del personaje y del periodo significativo en el que se
ambienta la trama? El ejemplo perfecto de cómo desaprovecharlo todo podría ser “El
vendedor de tabaco”, al menos en su versión cinematográfica.
La celebridad es Sigmund
Freud y el periodo histórico, los meses inmediatamente anteriores y posteriores
a la llegada del nazismo a Austria. Pero, interpretado por el ya fallecido
Bruno Ganz, el neurólogo judío apenas sale cuatro ratos mientras el
protagonista absoluto es el joven ayudante de un viejo comunista, también
judío, dueño de un estanco: un indolente que sueña todo el tiempo, despierto y
dormido, se supone que para ir introduciendo en sus fantasías algunas de las
teorías y de las imágenes símbolo del padre del psicoanálisis. No es mala pauta
si estuviese bien desarrollada.
Basada en una novela de
Robert Seethaler publicada el año pasado, la película entronca en sus primeros
minutos, aunque en un pálido reflejo, con la magnífica “Trenes rigurosamente
vigilados” (Jirí Menzel, 1966): por el tiempo en el que se ambienta la historia
(en la de Menzel, la ocupación nazi de Checoslovaquia); por la abulia que
desprende el joven protagonista; por su obsesión por las mujeres en un
despertar sexual con una pizca de comedia; y por sus continuas ensoñaciones.
Sin embargo, dirigida y
coescrita por el austriaco Nikolaus Leytner, inédito en nuestro país y
especializado en telefilmes, “El vendedor de tabaco” está llena de
contrariedades formales y narrativas. La ambientación (calles, vestuario,
nieve…) tiene un aroma acartonado, la representación de los sueños ni tiene
empaque visual ni fuerza metafórica, y hay un par de variaciones del punto de
vista directamente de guionista aficionado. De modo que cuando llega la
tragedia, con los ataques a los judíos y el clímax emocional, ya es tardísimo.
Primero, porque eso ya lo hemos visto en infinidad de películas mucho mejores.
Y segundo, y esencial, porque es entonces cuando se percibe lo mal que se han
conjuntado unos elementos que, en principio, podían tener cierto interés: la
realidad y el deseo. (Javier Ocaña).
No Recomendada.
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