Recogemos hoy el magnífico
artículo del escritor Eduardo Mendicutti sobre la gran diva sueca titulado “La
chica que era más alta que Bogart”, así como una selección de los doce trabajos
más significativos de Ingrid Bergman, para celebrar que el día 29 de agosto de
2015 habría cumplido 100 años.
Bogart y Bergman |
Michael Curtiz, el director de
Casablanca (1942), decidió que, cuando él y ella apareciesen juntos, de pie, en
un mismo plano, él estaría sobre una tarima o unos ladrillos, y, si estaban
sentados, él debería sentarse sobre unos cojines. Él era Humphrey Bogart,
claro, y ella, Ingrid Bergman. Ella era considerablemente más alta que él.
Quizás Bogart estaba ya acostumbrado a esa pequeña humillación a costa de su
estatura, porque, de hecho, no pocas de las actrices de aquel Hollywood de los
50 y 60 del siglo pasado (empezando por la propia señora de Bogart, Lauren
Bacall) le sacaban media cabeza, como mínimo, y lo de los ladrillos se ha
sabido después de otros actores (de Alan Ladd, por ejemplo), y del propio
Bogart con otras compañeras de reparto, pero me barrunto yo que con aquella
muchacha sueca que prácticamente empezaba en la Meca del Cine, y con aquella
arrebatada historia en la que él se sacrificaba por la virtud de ella, el
truquito de la tarima, los ladrillos y los cojines debajo del culo tuvo que
sentarle como una patada en el estómago. De cáncer de estómago murió Bogart, a
los 57 años.
Ingrid Bergman |
Ingrid Bergman vivió 67 años
justos (29 de agosto de 1915 - 29 de agosto de 1982), y brilló en las pantallas
de todo el mundo, incluidas las domésticas de televisión, durante 27 años,
desde que rodó Casablanca hasta que ganó el Emmy a la mejor actriz protagonista
en una miniserie o un telefilm por Una mujer llamada Golda (1982). Entre
medias, una carrera llena de éxitos artísticos y comerciales, 3 premios Oscar,
5 Globos de Oro, y un sinfín más de galardones y nominaciones. Y un Globo de
Oro póstumo, en 1983, por el citado telefilm sobre Golda Meir. Ingrid Bergman
siguió trabajando hasta pocos meses antes de morir. Gracias a todos los
personajes de su carrera, quizás Ingrid Bergman llegó a saber de verdad quién
era: "Soy más yo misma cuando soy otra persona", dijo.
Según una encuesta del American
Film Institute sobre los primeros 100 años del cine, Ingrid Bergman es la
cuarta estrella femenina más importante de la historia, por detrás sólo de
Katharine Hepburn, Bette Davis y Audrey Hepburn. Según la encuesta, la estrella
masculina más importante es Humphrey Bogart. En esos 100 años, han pasado ante
nuestros ojos y se nos han colado en el corazón decenas de actores y actrices
hermosos, atractivos a su manera, dulces, ásperos, con enorme potencia sexual,
con un halo erótico tranquilizador, fríos, ardientes, guapos pero desangelados,
inquietantes, tranquilizadores, inolvidables, olvidados..., pero Bergman y
Bogart, en esa película, Casablanca, son sin lugar a dudas la pareja que más y
mejor han hecho que nos sintiéramos enamorados, radiantes, invencibles,
vulnerables, desdichados, inolvidables para alguien, condenados de por vida a
añorar un lugar imprescindible y fugitivo llamado París, deseosos de emprender
en cualquier momento el viaje a ese lugar siempre inalcanzable pero siempre
necesario. De hecho, es la pareja (junto con la anónima del beso fotografiado
por Robert Doisneau en la capital francesa liberada tras la Segunda Guerra
Mundial) que más ha hecho por París. ¿Quién no recuerda la frase de Ricky
(Bogart) a Ilsa (Bergman), en el momento de aquel adiós embriagado por el
desconsuelo y por la niebla?: "Siempre nos quedará París". Por
cierto: ¿no habría quedado rara, inverosímil, esa secuencia con Bogart
diciéndole la memorable frase a Bergman mientras la miraba de abajo arriba, por
culpa de la estatura? Suficiente para que Casablanca no fuese todo lo venerada
que es y, quizás, para que Bogart y Bergman hubieran caído hasta puestos
anodinos en la lista de las estrellas más importantes de los primeros 100 años
del cine. Este agosto de 2015, Bergman habría cumplido 100 años.
Ingrid Bergman |
A partir de Casablanca, Ingrid
Bergman se convirtió en una de las actrices favoritas de millones de
espectadores de todo el mundo, y, en particular, de millones de espectadores
norteamericanos. Hasta que Italia se cruzó en su camino; en concreto, Roma,
città aperta (1949), de Roberto Rossellini. Ese año, Bergman vio la película (probablemente
en algún cine de Los Ángeles, probablemente acompañada de su primer marido, el
dentista sueco Petter Lindström) y quedó tan impresionada que escribió a
Rossellini, ofreciéndose a trabajar con él cuándo, dónde y cómo él quisiera.
Por entonces, las cartas transatlánticas tardaban siglos en llegar a su
destino, pero Rossellini voló enseguida a Los Ángeles para conocer a aquella
sueca tan fervorosa e impulsiva, además de tan bella, tan excelente intérprete
y con tanto gancho para la taquilla. Bergman ya había ganado su primer Oscar
con Luz que agoniza (1944), en la que sufría horrores por la perfidia lenta y
calculadora de Charles Boyer. Los españoles de la época conocieron esa película
como Luz de gas, y el éxito por aquí fue de tal calibre que del título español
nació el reproche "hacerle a alguien luz de gas" (confundir a alguien
de forma persistente hasta enloquecerlo), con sus distintas variantes. El caso
es que en Los Ángeles el señor Rossellini congenió muy bien con el matrimonio
Lindström, pero un año más tarde, ya en Italia, acabaría congeniando
escandalosamente bien con la señora Lindström.
Ingrid Bergman y Alfred Hitchcock |
En 1950, después de haber
soportado ya por partida triple al gran Alfred Hitchcock - en Recuerda (1945),
Encadenados (1946), y Atormentada (1949) - con resultados espectaculares,
Ingrid Bergman rodó en Italia con Rossellini “Stromboli”, se enamoró de él y
tuvieron un hijo. El escándalo fue mayúsculo. Todas las Iglesias habidas y por
haber la condenaron (con Rossellini, el macho de la función, casi no se
metieron, la verdad), recibió cartas de antiguos fans enfurecidos que la
llamaban de todo y pedían para ella la hoguera no por santa, como su Juana de
Arco (1948) de Victor Fleming, sino por puta y bruja y, por supuesto, por mala
madre, puesto que Bergman abandonó en Los Ángeles al señor Linström y a la
pequeña hija de ambos, Pía, y acabaron declarándola persona non grata en
territorio estadounidense.
Continuará…
Me ha encantado el artículo, siempre hay algo que aprender sobre Ingrid Bergman, Y también lo de... CONTINUARÁ ¿Continuaremos nosotros ?
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