Nadie vio venir la sorpresa, aunque
casi nadie pareció lamentarla. La película Desde allá, ópera prima del cineasta
venezolano Lorenzo Vigas, fue galardonada, contra todo pronóstico, con el León
de Oro en la Mostra de Venecia. El festival encumbró al cine latinoamericano
por partida doble, ya que el León de Plata al mejor director fue para el
argentino Pablo Trapero por El clan.
Alex Vicente nos sigue contando que esta doble victoria supuso un
cierto sobresalto en el Lido veneciano. Hasta el último segundo, muchos dieron
por seguro que esos premios llevaban los nombres de algún viejo maestro del
cine de autor, como Aleksandr Sokurov o Jerzy Skolimowski, que al final se
marcharon con las manos vacías pese a haber levantado los mayores aplausos del festival.
Con todo, este desenlace no resultó del todo descabellado en una edición donde
el cine latinoamericano ha resultado omnipresente –hasta diez películas
concurrían en las distintas secciones– y cuyo responsable, Alberto Barbera, no
deja de repetir que se trata del único cine que “cuenta cosas nuevas y propone talentos
con estilos distintos”.
En esa categoría entra, sin duda,
el semidesconocido Lorenzo Vigas.
Nacido en 1967 en la ciudad venezolana de Mérida, este graduado en biología
molecular estudió cine en la New York University durante los noventa, antes de
rodar documentales y anuncios y de debutar en el cortometraje con Los elefantes nunca olvidan, estrenado
en 2004 en el Festival de Cannes. El director, hijo del fallecido pintor y
muralista Oswaldo Vigas, llevaba por lo menos siete años intentando armar su
debut, coproducido por el joven cineasta mexicano Michel Franco y por el
guionista estrella Guillermo Arriaga, que también le echó una mano en la
escritura.
Desde allá describe la extraña relación de
dependencia que se erige entre Armando, un maduro homosexual incapaz de amar
hasta el punto de rehuir el contacto físico, y Elder, un joven caraqueño que,
pese a su rechazo inicial, terminará encariñándose de esa figura paternal y
haciendo lo indecible por él. La película puede interpretarse como un emotivo
retrato de la carencia afectiva de la que sufren ambos personajes, pero también
como una metáfora de las diferencias de clase, tal vez irreconciliables, que
existen en Venezuela. “En los últimos años hemos tenido problemas, pero espero
que esto ayude. Somos una nación impresionante. Empezaremos a hablar más los
unos con los otros”, dijo Vigas al recibir el premio, que dedicó a su país.
Desde allá, primera
película venezolana que competía en Venecia, había sido acogida por la crítica
con aplausos cálidos pero no entusiastas, y no figuraba en ningún caso entre
las favoritas. No es casualidad que, en la sala de prensa, se escucharan algunas
reservas. Mejor posicionada parecía El clan, que terminó marchándose con
el premio al mejor director para Trapero. En la cinta, coproducida por los
hermanos Almodóvar y convertida en un verdadero éxito comercial en Argentina,
el cineasta reconstruye el caso real del clan Puccio, la familia argentina que
ocultó distintos secuestros y asesinatos en los años posteriores al fin de la
dictadura de Videla, a las órdenes de un temible y perverso patriarca que
exhortó a sus hijos a seguir su ejemplo. Para Trapero, el galardón supone una
promoción definitiva a una división superior, con esta película que aúna el
cine costumbrista sobre la familia de sus inicios –su debut, Mundo grúa, fue
proyectado en Venecia hace 16 años– con ese vigor próximo al cine de género que
ha exhibido en títulos como Carancho.
Anomalisa, la inclasificable película de
animación en stop-motion surgida del peculiar cerebro de Charlie Kaufman, se
llevó el Gran Premio del Jurado. Se trata de una película de argumento
anecdótico –un escritor llega a una ciudad de provincias y da cita a una de sus
ex en un aséptico hotel–, pero con un calado profundo por la complejidad de los
sentimientos que describe, que remiten a la insatisfacción vital (crónica) y la
dificultad de amar, además de exhibir una creatividad admirable a nivel del
doblaje. El jurado, presidido por Alfonso Cuarón y donde figuraban grandes
cineastas como Hou Hsiao-Hsien o Nuri Bilge Ceylan, quiso recompensar así a uno
de los títulos más originales del certamen.
Valeria Golino |
El premio al mejor actor para Fabrice Lucchini, gran cómico francés
especializado en papeles de neurótico incurable, por su personaje de juez
melancólico en L’hermine, que también
se llevó el premio del guion. Por su parte, la italiana Valeria Golino, una de esas attrici bravissime que suelen encantar
en la Mostra, se llevó el premio en la categoría femenina por Per amore vostro, donde interpreta a una
madre coraje en el Nápoles de hoy. Pese a los excesos demostrados por una
película abarrocada y algo irritante, Golino logra exhibir ese particular ardor
con el que cuentan las mejores actrices italianas. “Estoy muy contenta por mí”,
afirmó ayer al recibir el premio, en pleno ataque de sinceridad.
Estupenda reseña. Me gusta mucho el cine argentino. Y la venezolana tal como está ese país debe ser la "bomba". Vaya galardón para una opera prima!
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