domingo, 20 de septiembre de 2015

Ático sin ascensor, de Richard Loncraine



Título original: 5 Flights up. Dirección: Richard Loncraine. País: EE.UU. Año: 2014. Duración: 92 min. Género: Drama. Guión: Charlie Peters, basado en la novela “Heroic Measures” de Jill Ciment. Producción: Lori McCreary. Diseño de Producción: Brian Morris. Fotografía: Jonathan Freeman. Música: David Newman. Montaje: Andrew Marcus. Vestuario: Arjun Bhasin. Estreno en España: 4 Septiembre 2015.
Intérpretes: Morgan Freeman (Alex Carver),  Diane Keaton (Ruth Carver),  Cynthia Nixon (Lily Portman),  Claire van der Boom (Young Ruth),  Korey Jackson (Young Alex),  Carrie Preston (Miriam Carswell),  Josh Pais (Jackson),  Miriam Shor (Coll Lady), Michael Cristofer (Larry), Diane Ciesla (May), Gary Wilmes (Mr. Vincent).

Sinopsis:
Un largo fin de semana en la vida de una pareja mayor que intenta vender su apartamento de Brooklyn donde han vivido más de 40 años. Ruth es una profesora retirada y Alex es artista. Ambos quieren mudarse a un nuevo apartamento y mientras esperan ofertas, recuerdan juntos los años vividos en su hogar.

Diane Keaton y Morgan Freeman

Comentarios:
Dos ases de la interpretación estadounidense se citan en este drama sobre la senectud, dirigido por el versátil Loncraine, en este ocasión, rezuma visos de cine independiente.
Citando a J. Ocaña, la vida es una puja continua. Una sucesión de decisiones, desde las más banales a las más esenciales, en las que siempre hay que valorar el precio de cada una de ellas: el económico, el sentimental, el moral, el emocional. Opciones de futuro que a menudo se relacionan con el pasado, en las que demasiadas veces se lucha con otros, que quieren lo mismo que tú, que desean lo que tú ofreces. Una visión que, así expuesta, suena a mercantilismo existencial pero que, como base de Ático sin ascensor, película de Richard Loncraine a la medida de Diane Keaton y Morgan Freeman, quizá se asiente más en la ética que en la economía. 
La premisa es sencilla: un matrimonio empieza a ver las orejas al lobo de la vejez desde su quinto piso sin ascensor. Las escaleras como medida de supervivencia. Pero no se trata sólo de vender un piso, se trata de vender una vida. Y, claro, comprar otra, donde no haya escalones físicos pero donde puede haber cimas más dificultosas. Freeman y Keaton despliegan carisma, control, simpatía y química. Los flashbacks con los protagonistas en su juventud abren subtextos (el racismo), pero puede que ayuden al espectador perezoso tanto como molesten a los amantes de la sutileza. Y al final, entre el sentido común y la idiotez contemporánea (será la sensibilidad de cada espectador la que califique cada decisión), la película, desplegada con sencillez y honestidad por Loncraine, se impone por algo que verdaderamente no tiene precio: el valor de las miradas.


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