Llega a la cartelera “Plan 75” la opera prima de la japonesa Chie Hayakawa (1976), una coproducción de Japón, Francia y Filipinas presentada en el pasado Festival de Cannes, donde logró el premio Cámara de Oro Mención Especial, en la sección Un Certain Regard; pasó también por numerosos festivales, como Toronto, Karlovy Vary y Sevilla y representó a Japón en los últimos Oscar. Una película impregnada de melancolía que invita a reflexionar sobre el tratamiento que damos a los ancianos en las sociedades desarrolladas.
En Japón, en un futuro impreciso pero cercano, el envejecimiento de la población es un problema creciente. Las personas mayores se convierten en una carga inútil para el gobierno, que implementa el “Plan 75”. Un programa que propone un acompañamiento logístico y financiero para los ancianos, que les permite poner fin a su vida de forma voluntaria, pulcra y asistida. Una historia distópica pero muy creible, en la que se evidencia la finísima línea divisoria que hay entre la vida y la muerte. Es un cuento triste, sórdido, pero frío y “elegante”, sobre la vejez y la soledad.
Todos los empleados que trabajan para el Plan son extremadamente amables, educados, adorables y encantadores; psicólogos y teleoperadores eficientes que más parece que, en lugar de una eutanasia, te están vendiendo un paquete de vacaciones o un plan de pensiones. La muerte también es un buen negocio y genera buenos ingresos.
La historia está contada a través de los tres personajes protagonistas: una anciana cuyos medios de subsistencia están disminuyendo, un pragmático vendedor del ‘Plan 75’ y una joven trabajadora filipina que se suma a este siniestro proyecto.
Michi (Chieko Baisho), superados los 75 años de edad, sigue trabajando como camarera en un hotel, su precaria situación económica no le permite pensar en la jubilación. Sola y sin familia, ve como sus allegados sopesan las ventajas del nuevo ‘Plan 75’ aprobado por el Parlamento y pregonado en anuncios positivistas ("los humanos no pueden elegir su nacimiento, pero es una buena idea que puedan elegir su muerte"). Ella se resiste a esta idea.
Michi (Chieko Baisho) |
El trabajo del joven Hiromu (Hayato Isomura) consiste en "vender" este mismo programa, registrándolo y promocionándolo entre los más débiles, los usuarios de los comedores sociales y las personas sin hogar. La pasión por el producto que vende se verá comprometida con la aparición de su tío, interesado por el Plan 75.
Hiromu (Hayato Isomura) |
El tercer punto de vista es el de María (Stefanie Arianne), una emigrante filipina, para quien trabajar en este proyecto, acompañando a los inscritos en el plan en sus últimos momentos de vida, representa un ascenso laboral.
María (Stefanie Arianne) |
En Sevilla, Hayakawa explicó que “quería mostrar la poca preocupación del Gobierno hacia las personas socialmente más débiles, no solo los ancianos, sino también discapacitados o las personas sin recursos económicos. Simplemente son invisibles porque no son productivos y no se les presta ayuda”. Y que con esta película quería mostrar las miserias de un modelo social en el que se fomenta a toda costa valerse por sí mismo y un individualismo feroz.
Dijo que en Japón, los mayores de 65 años constituyen ya el 30% de la población y que “existe una fuerte noción entre los japoneses, especialmente entre los ancianos, de que no hay que molestar a nadie. También hay una presión social invisible que les da la sensación de ser una carga para la sociedad, la familia o sus amigos y por eso no piden ayuda a los servicios sociales porque les da vergüenza”.
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