sábado, 20 de mayo de 2023

Comportarse como adultos (Costa-Gavras, 2019)

 


Título original: Adults in the Room. Dirección: Costa-Gavras. País: Francia. Año: 2019. Duración: 124 min. Género: Drama.

Guión: Costa-Gavras (basado en un libro de Yanis Varoufakis) Música: Alexandre Desplat. Fotografía: Giorgos Arvanitis. Producción: Agat Films, Peripheria Productions, Karoninka.

Sección Oficial (fuera de competición) del Festival de Cine de Venecia 2019.

Fecha del estreno: 21 Septiembre 2019 (España).

 

Reparto: Christos Loulis (Yannis), Alexandros Bourdoumis (Alexis), Ulrich Tukur (Wolfgang), Josiane Pinson (Christine),Valeria Golino (Dea), Daan Schuurmans (Jeroen), Christos Stergioglou (Sakis), Themis Panou (Siagas), Aurélien Recoing (Pierre), Vincent Nemeth (Michel), Cornelius Obonya (Wims), Francesco Acquaroli (Mario).

 

Sinopsis:

Adaptación del libro escrito por el ex-Ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis durante la crisis griega de 2015.

 

Comentarios: 

Hay un momento, en la vida de cada persona más o menos formada, en que los juegos que marcan el día a día suben uno o dos puntos el nivel de dificultad. Lo que antes resultaba sencillo ahora es extremadamente complicado... hasta antojarse prácticamente imposible. Es la también conocida como entrada en la edad adulta, ese período crítico en el que teóricamente se accede habiéndose superado todos los entrenamientos, y en el que consiguientemente ya no se admiten errores. Porque a estas alturas ya somos seres plenamente preparados, y porque lo que está en juego (todo) es siempre de una importancia crucial, que no admite ningún matiz en su valoración.

Pongamos, por ejemplo, que lo que aquí está sobre la mesa es ni más ni menos que la viabilidad de un país entero. Tenemos, en un bando, a una nación en la bancarrota. A nivel económico, claro, pero también político. El aparente milagro con el que se había cimentado el crecimiento que la había llevado a la gloria a lo largo de las últimas décadas, era poco más que humo. Una sarta de mentiras que, cuando quedaron al descubierto, solo dejaron un panorama de ruinas humeantes. Esto, y claro está, un pueblo hambriento, desahuciado, apaleado... humillado. Fue el terrible despertar de Grecia en el seno del Unión Europea, el otro bando en esta tragedia.

El año es 2015, y las cuentas no cuadran. Ni en Atenas, ni en París, ni en Berlín, ni en Bruselas. La prima de riesgo sigue su escalada imparable, los inversores (que ahora son básicamente acreedores) se suben por las paredes y nosotros caemos en la cuenta de que, efectivamente, el terreno de juego es un patio de recreo de uso exclusivo para las mentes más privilegiadas (y claro, adultas) del Viejo Continente. Y así retrata Constantin Costa-Gavras el convulso panorama de aquellos días críticos: con la certeza de que no había mayores críos que los adultos que tenían que sacarnos de este escandaloso lío.

Para ello, el director franco-griego pone en imágenes las memorias (aún en caliente) de Yanis Varoufakis, ministro al cargo de las -calamitosas- finanzas de la nación helena, y líder destacado de esa primera línea de políticos que tenían que cambiar la funesta dinámica marcada por una Europa que mostraba demasiados síntomas de irse al garete. Lo que viene a continuación, responde a las expectativas y sospechas levantadas tanto por la memoria cinéfila como por el sentido del mundo que habitamos. ‘Adults in the Room (Comportarse como adultos)’ es, al fin y al cabo, el resultado lógico de las convicciones, el saber hacer y, por qué no decirlo, la avanzada edad de un cineasta de principios.

Se trata de un biopic concentrado y falto de perspectiva histórica; de una crónica hecha con la sangre todavía en el punto -óptimo- de ebullición. Costa-Gavras en su salsa: usando el cine como herramienta didáctica, pero al mismo tiempo como catalizador del sentimiento de indignación en el espectador, también conocido como la chispa necesaria para cambiar aquello que nuestros supuestos salvadores no pudieron (o no quisieron) remediar. Así pues, hay en la película la voluntad de mirar atrás para ajustar cuentas con el pasado más inmediato, y no tanto el intentar obtener una imagen fría, nítida y completa de él.

La crónica se comporta como una interpretación muy subjetiva de los hechos. Una apuesta explicada, cinematográficamente, a través de la omnipresencia de la voz en off del personaje central en esta trama de enredos geo-políticos. Yanis Varoufakis como faro cuya luz ilumina los rincones donde se urden las intrigas que, tarde o temprano, van a golpearnos en toda la cara. Lo que pasa es que este único narrador está, por definición, condicionado por las limitaciones humanas... lo cual no parece quitarle el sueño a Costa-Gavras. Se podría decir que la fusión entre el autor original, su alter ego en la pantalla y el cineasta al cargo de la adaptación es total.

O sea, que el veterano director y guionista reconstruye, siempre desde la perspectiva de su nuevo objeto de culto, una crisis mucho más europea que griega; un escándalo económico, político, humanitario... y muy infantilizado. La aproximación autobiográfica como ejercicio de empatía, siempre al borde de la propaganda. Como era de esperar, el rigor periodístico cede ante un idealismo de izquierdas incorruptible... y peligrosamente herido en el orgullo. Sirve todo para reconciliarse con el lado más humanista de la política, para reivindicar el sabor ácido en la sátira, pero también (y ahí está lo incómodo) para apuntar el dedo acusador hacia los considerados como traidores a la causa. Esto es, todo el mundo excepto menos Varoufakis.

A su lado, Alexis Tsipras se queda en fraudulento contenedor de esperanzas. Y sí, en parte debería ser así, pero si por lo menos se le hubiera otorgado el derecho a réplica, quedaría la sensación de estar ante un retrato capaz de salir del maniqueísmo del “blanco y negro”. No es así, pero en el fondo no importa demasiado. Costa-Gavras nos habla de “buenos y malos” porque no ve más que a críos intentando (en vano) comportarse como adultos. Es el juego de los mayores, explicado para que no escape ni al entendimiento de un mocoso. Porque ya va tocando perder el miedo a lo inaccesible... porque a lo mejor esto no sea más que un juego de niños. (Víctor Esquirol)

Recomendada (con reservas).



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