Para aquellos que no llegaran a tiempo de ver en salas de cine Broker (2022) de Hirokazu Koreeda, ya se encuentra disponible en plataformas. Con la celebración del Día de la Madre reciente, podemos disfrutar de la última película de este director japonés cuya temática recurrente es la familia, entendida ésta en un sentido amplio en el que el vínculo va más allá de los lazos de sangre entre sus miembros.
Y esto es así desde sus primeros trabajos. Saltó a la fama en 2004 cuando su película Nadie sabe fue presentada en la sección oficial del Festival de Cannes, mostrando cómo cuatro hermanos de distintos padres tienen que afrontar la supervivencia ellos solos cuando su madre los abandona. Y cuenta en su haber con obras tan brillantes como De tal padre, tal hijo (2013) sobre dos parejas a los que notifican que sus bebés fueron cambiados en el hospital, por la que obtendría el Premio del Jurado en Cannes. Tanto en Nuestra hermana pequeña (2015) como en Después de la tormenta (2016) hallamos ecos del padre ausente del que confiesa dolerse Koreeda en las entrevistas que da.
El mismo tema es el que aborda en Broker, si bien esta vez hace más hincapié en lo relacionado con la adopción. Si atendemos a las primeras palabras de la película (“no tengas un bebé si vas a abandonarlo”), podríamos pensar que vamos a asistir a alguna especie de rapapolvo moralista, pero se trata de Koreeda, un autor que no castiga a sus personajes sino que observa sus miserias con humanidad.
Son las palabras que dice una de las policías que observa desde un coche cómo una madre deja su bebé ante una baby box de una parroquia, una caja donde depositar a un niño que quiera darse en adopción y mantener el anonimato al mismo tiempo. Pero este bebé en concreto va a ser sustraído por dos hombres para el tráfico ilegal de bebés (el delito que investigan las policías). Cuando la madre del bebé vuelva a la parroquia asaltada por las dudas, se unirá a esos hombres para estar presente en la venta y, al mismo tiempo, llevarse parte de la cantidad del dinero conseguido. Durante el viaje se les unirá un polizón.
El que este planteamiento, deplorable en principio, dé lugar a una película tierna, se explica si está detrás alguien con la sensibilidad de Koreeda y sus miras amplias para incluir en los diálogos de la película, réplicas y contrarréplicas ante tanta tela que cortar sobre este tema: acusaciones y defensas, dinero por medio y realidades mezquinas.
Del drama pasamos a la road movie, al viaje de crecimiento personal y colectivo en el que cada miembro de la “familia” pasa a ser importante para el otro, un paraguas para la lluvia o un darse cuenta, no ya de que al otro le falte un botón en la ropa, sino de que esté a punto de caérsele y lo remedie: ese adelantarse a la necesidad del otro en el marco de la convivencia y el agradecer su existencia. Es una familia sobrevenida que llega a reconocerse y valorarse como tal. No en vano uno de los personajes, cerca del desenlace, escucha dos noticias por la radio. La primera nos clarifica qué ha ocurrido en la elipsis que ha tenido lugar. La segunda no es totalmente casual: anuncia la celebración en mayo del mes de la familia en Corea del Sur, ya que existen distintas festividades en el mes, entre ellas la del Día del Niño el día 5 y la del Día de los Padres (padre y madre) el día 8. Ese reconocer al grupo como familia a la que defender, es lo que ha guiado sus decisiones.
Se dibuja acertadamente el carácter de los personajes pero sin dar demasiados detalles sobre los hechos concretos de su vida: deja la vía abierta a la imaginación para vislumbrar cómo ha sido la infancia en el orfanato de uno de los vendedores de bebés o dónde radica la insatisfacción de la policía, por ejemplo.
La razón del título se explica porque el director quería poner el acento en el intermediario de la venta: los personajes van modificando sus motivaciones de modo que fluctúa el deseo de cada uno por que se lleve a cabo la operación. El papel del broker va cambiando hasta el punto de que la policía reconoce que es la que tiene más interés en que tenga lugar.
Es la segunda película que rueda Koreeda fuera de Japón (la primera fue la francesa La verdad, en 2019, con Juliette Binoche y Catherine Deneuve) y para ello elige Corea del Sur, un país donde funcionan las baby box desde 2010. El elenco es surcoreano, donde destaca Song Kang-ho, actor especialmente famoso desde el éxito internacional de Parásitos (Bong Joon-ho, 2019), teniendo su trabajo el reconocimiento en la obtención del Premio a la Mejor Interpretación Masculina en la edición de Cannes de 2022 por Broker. Destaca así mismo el director de fotografía, Hong Kyung-pyo, que también lo fue de Parásitos y de Burning (Lee Chang-dong, 2018).
Con pinceladas ligeras se habla de la legitimidad de las cajas, del regateo en la venta, del distinto precio del bebé varón o hembra, del rechazo de los padres adoptivos según el físico del bebé, de las notas que escriben las madres que abandonan con promesas incumplidas de regreso, de orfanatos depauperados con pocas ayudas, del fracaso de los niños criados en orfanatos, de las adopciones fallidas, del tópico de “la sangre tira mucho”, de la dificultad de las madres solteras y prostitutas para criar a sus hijos, de la culpabilidad que pesa sobre las madres que abandonan, de la superioridad moral del que ve el asunto desde fuera, de los vaivenes entre la justificación del abandono y su criminalización, de las dudas ante la maternidad, del cuestionamiento del aborto como alternativa al dar en adopción, del deseo del huérfano de ser adoptado y de la esperanza del abandonado de que su madre regrese. Todo esto y más nos lanza Koreeda a la cara para que lo rumiemos.
Se le puede achacar a Broker que es más de lo mismo, pero es que el más de lo mismo que nos ofrece Koreeda suele resultar más interesante que otras muchas propuestas.
Tocas todos los resortes Isabel . Magnífica para mí crítica de la película y del trabajo de Koreeda. Ana
ResponderEliminarExcelente crítica, Isabel. Gracias. Lola.
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