Título original: Journal d'un curé de
campagne. Dirección: Robert Bresson.
País: Francia. Año: 1951. Duración: 120
min. Género: Drama.
Guión: Robert Bresson, basado
en la novela de Georges Bernanos. Fotografía:
Léonce-Henri Burel, Robert Juillard. Música:
Jean-Jacques Grünenwald. Montaje: Paulette
Robert. Escenografía:
Pierre Charbonnier. Sonido: Jean Rieul. Ayudante
de dirección: Guy Lefranc. Producción:
Léon Carré y Robert Sussfeld para Union Générale Cinematrographique.
Premio OCIC 1951 en el
Festival de Venecia.
Estreno mundial: 7 febrero 1951, en Francia.
Reparto:
Claude Laydu (el cura de
Ambricourt), Jean Riveyre (el conde), Adrien Borel (el cura de Torcy, André
Guibert), Rachel Bérend (la condesa Marie-Monique Arkell), Nicole Maurey (Miss
Louise), Nicole Ladmiral (Chantal), Martine Lemaire (Séraphita Dumontel), Antoine
Balpêtré (el doctor Delbende), Jean Danet (Olivier), Gaston Séverin (Canon), Yvette
Etiévant (criada), Bernard Hubrenne (el cura Dufrety), Léon Arvel (Fabregars).
Sinopsis:
Un joven sacerdote llega
a una pequeña localidad del norte de Francia, donde se hace cargo de su primera
parroquia. A pesar de que desarrolla sus labores sacerdotales con diligencia y
humildad, es ignorado e incluso rechazado por sus feligreses. Convencido de que
ha fracasado como pastor de almas, sufre una profunda crisis de fe. En tales
circunstancias, tendrá que afrontar, además, una grave enfermedad.
Comentarios:
Este clásico de Robert
Bresson marca el inicio de su ruptura con el cine convencional francés.
Normalmente recordamos a Bresson por su obra a partir de Un condenado a muerte se ha escapado (Un condamné à mort s'est échappé
ou Le vent soue où il veut, 1956). Películas del tiempo y la ausencia, del
confinamiento y el misticismo, lo más singular de ellas es la forma en que
coleccionan la realidad a partir de detalles y sugestiones. Gracias a ello lo
material se hace inasible y misterioso, casi como si lo filmara alguien que lo
ve por primera vez. Al comienzo de Une
femme douce (1969), por ejemplo, una muchacha se suicida saltando de una
ventana pero Bresson evade todo cliché al no mostrarnos más: una mecedora se
mueve agitadamente, un pañuelo vuela todavía y en la calle los autos comienzan
a detenerse. No es sino hasta casi 40 segundos después de que comienza la
escena que vemos el cadáver incrustado en el pavimento. Hasta ese momento entendemos
todo lo que se nos estaba sugiriendo, como si los objetos nos hubieran estado
hablando en un idioma ajeno. Antes de lograr ese estilo tan singular, tan influyente,
Bresson había hecho un cine más apegado a la norma clásica de narración. El diario de un cura de campaña es el
último ejemplo de esa etapa y, al mismo tiempo, el primero de lo que vendría
pronto. También es una influencia esencial para el cine de Paul Schrader. Quien
haya visto Taxi Driver (1976) o El reverendo (First Reformed, 2017)
notará sus consonancias con la historia de un joven sacerdote francés que
escribe en un diario sobre su salud endeble, la hostil sociedad que lo aprieta
y la soledad inconsolable que, de manera ambivalente, lo acerca y lo aleja de
la divinidad. Al principio de la película el protagonista sin nombre (Claude
Laydu) describe los contenidos del diario como los secretos de una vida sin
misterio y, con ello, nos anuncia la inmensa desilusión de un joven que, en
busca de la trascendencia, encuentra el desprecio y la enajenación. El diario
no cae en la morbidez del de Travis Bickle en Taxi Driver o en la desesperación revolucionaria del reverendo
Toller, de El reverendo, sin embargo
ambos personajes comparten el sufrimiento del cura de campaña y asumen, como
él, la narración de todos los eventos, que son descritos bajo su perspectiva.
Lo singular del filme de
Bresson es que las imágenes bien podrían prescindir —yo incluso creo que
deberían— de las palabras que describen su significado. Es más evidente la
soledad del cura cuando no escuchamos más que los pocos sonidos de la
cotidianidad a su alrededor. A momentos, Bresson filma a Laydu no como a un
actor sino como a un objeto —esto se convertiría en la marca del director, que
prefería llamar modelos a los actores—. La voz en off permite que la imagen fija
y duradera continúe narrando y estimulando al espectador pero pareciera que
estamos ante un plano de Dreyer, capaz de expresar por sí solo el mundo entero
del personaje. El rostro de Laydu, joven y miserable, ignora las normas de
representación realista y simplemente posa su tristeza para la cámara, que
capta, más que a un hombre, a una estatua. En ese sentido, el cine de Bresson
resulta escultórico: las imágenes no capturan el mundo como es sino una idea de
él donde todo lo visible es una herramienta expresiva.
Como ya lo adelantaba, El diario de un cura de campaña no suele
comportarse de esta manera tan radical porque aún se encuentra convencida de
narrar con palabras y acciones. De hecho Bresson da bastante importancia a la
trama, que ve al cura embrollarse con la alta sociedad de su parroquia. Un día,
a petición de Chantal (Nicole Ladmiral), la hija de un conde, el cura habla con
la condesa para evitar que envíen a la muchacha a un internado. El encuentro es
intenso pero le da al cura la satisfacción de reunir a la mujer con su fe. Poco
después, sin embargo, ella muere. Chantal culpa al cura y se convierte en una
criatura demoniaca que lo atormenta y que busca, como el resto del pueblo,
expulsarlo de la comunidad. Antes mencioné la aparente influencia de Dreyer en
las imágenes, pero también este tema de la tortura al peregrino fiel coincide
con La pasión de Juana de Arco (La
passion de Jeanne d’Arc, 1928). La fe en los protagonistas de Bresson y
Dreyer se convierte en una tragedia que sólo amaina cuando sus rostros,
enfrentados a la muerte, parecen descubrir algo más que el mundo físico. “Todo
es gracia”, concluye el protagonista. Su historia es una larga agonía que, como
la de Cristo, concluye en la trascendencia y arma la fe como los mejores filmes
cristianos: no a partir de la propaganda o el evangelio, sino repitiendo,
homenajeando, la historia fundacional de la fe. (Alonso Díaz de la Vega)
Recomendada.
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