(Gabriel-Maximilien Leuville; Saint-Loubès, 1883 - París, 1925) Actor
cómico de cine mudo francés. Hijo de campesinos, desde muy joven mostró gran
interés por la interpretación, que desarrolló desde los 16 años en el
Conservatorio de Burdeos. Con 21 años se trasladó a París con el deseo de
continuar sus estudios, pero se vio obligado a trabajar en locales muy diversos
hasta que consiguió entrar en los Estudios Pathé en 1905, donde fue dirigido en
los primeros trabajos por Ferdinand Zecca, Louis Gasnier y Lucien Nonguet.
Su dilatada trayectoria se inició
con La fuga de un colegial (1905), aunque su vocación inicial
fue la de una marioneta en manos de los directores que sustentaron su trabajo
en la improvisación, lo que le llevó a interpretar papeles aparentemente muy
variados, pero que en el fondo consistían en lo mismo: carreras, caídas,
chapuzones, etc. Así, llegaron Les contrabandiers (1906), La
mort d’un toreador (1907), Les débuts d’un patineur (1907), Une
séance de cinématographe (1909) y Les débuts d’un
yachtman (1909), entre otras, en las que tanto hizo de primer actor
como, al final, de secundario, con su rostro o disfrazado de todo tipo de
personajes.
El impulso definitivo a su carrera le
llegó cuando comenzó a perfilar su famoso personaje de Max, un dandy muy
definido y caracterizado, que se aprovechó de las cualidades cómicas del actor
para transmutarse sin llegar a saber muchas veces quién era quién dentro y
fuera de la pantalla. Elegante, de finas formas, bien conjuntado (frac,
sombrero de copa, guantes blancos y bastón), sin embargo, tuvo que hacer frente
a todo tipo de situaciones y adversidades ante las que consiguió mantenerse firme.
Fue maestro de piano, campeón de boxeo, torero, se tuvo que enfrentar a una
suegra endiablada, buscar novia, tomar unas "especiales"
vacaciones...
Entre 1910 y 1917 controló a su personaje
por entero: escribió los gags, definió las historias y se dirigió a sí mismo
(en algunos casos ayudado por René LePrince). Su posición en la Pathé (la
rentabilidad de sus películas fueron uno de los soportes de la empresa) le
convirtió en uno de los actores mejor pagados de la época.
Durante estos años intervino en la Primera Guerra Mundial en labores de
apoyo, en retaguardia, debido a una serie de problemas de salud que arrastraría
ya hasta su muerte (se suicidaría con su esposa). En 1917 marchó a Estados
Unidos, contratado por la Essanay, en donde protagonizó Max en América y Max en
Taxi, entre otras. Dos años después regresó a su país, en donde interpretó su
primera película larga, Petit Café (1919), dirigida por Raymond Bernard,
experiencia que le animó a regresar al cine estadounidense en donde demostró su
buen hacer, especialmente en películas como Siete años de mala suerte (1921) y
Los tres mosqueteros (1922), quizá sus mejores trabajos.
El cine de Max Linder consiguió cautivar al espectador de su tiempo (fue
uno de los rostros más populares en todo el mundo) y se convirtió en referencia
ineludible para muchos cómicos de su época que se aprovecharon de sus ideas
notablemente: Charles Chaplin, los hermanos Marx y otros coetáneos suyos
supieron apreciar sus originalidades, pero lejos de repetirlas sin más supieron
elaborarlas y enriquecerlas hasta los niveles que marcaron, ineludiblemente, la
diferencia.
Con las muy
escasas imágenes (unas 30 películas) que se conservaron de la extensa carrera
de Linder (entre 100 y 200 títulos), su hija consiguió realizar dos montajes
que dejaron para la posteridad los rasgos fundamentales de la aportación de su
padre al cine cómico francés y mundial: En campañía de Max (1963) y L’homme
au chapeau de soie (1983).
No hay comentarios:
Publicar un comentario