Han pasado varias décadas
desde el estreno de El Decálogo de Krzysztof Kieslowski y continua
teniendo igual o mayor vigencia de la que tuvo a finales de los 80. Se ubica
como un punto medio entre los dos grandes períodos creativos de su autor: el
período polaco con una fértil producción documental y de largometrajes, y el
período francés, pleno de recursos y de reconocimiento internacional. El
proyecto consistió en realizar una serie de 10 películas de menos de una hora
para televisión, tomando como esqueleto los 10 Mandamientos, base moral del
cristianismo.
Acabada la Segunda Guerra
Mundial se estimó que la destrucción de Varsovia alcanzó al 80% de sus
edificios. Durante los siguientes años fueron llevadas a cabo restauraciones y
nuevas construcciones por parte de gobiernos controlados y financiados desde la
Unión Soviética. Una población arrasada por el nazismo y el comunismo comenzaba
a despertar, desarrollándose tímidamente en estos barrios a partir de los años
80. Entre estos edificios y con estos personajes, Kieslowski realizó 10
fotografías sobre su país, sobre un momento histórico y, por encima de todo,
sobre el ser humano.
Artur Barcis es el actor
que interpreta al personaje que aparece en todos los episodios (a excepción del
séptimo y del décimo). No tiene nombre ni líneas de diálogo, no interactúa con
ningún personaje más allá de unas miradas y sus apariciones duran tan sólo unos
segundos. Como otros detalles en Kieslowski, este personaje puede tener
múltiples interpretaciones: es el autor entrando en su obra, es el espectador
que se asoma, pero también puede ser la propia conciencia del personaje. Barcis
aparece en momentos decisivos sin intervenir para alterar una acción ya que las
decisiones finales sólo pertenecen a los protagonistas.
Barcis es la primera
figura que vemos en pantalla en Decálogo 1. Yo soy el Señor, tu Dios.
La historia presenta a un inteligente y sensible niño que se forma entre el
racionalismo de su padre y la espiritualidad de su tía. Ambos le quieren, son
cariñosos y pacientes con él, y cada uno le explica su diferente visión sobre
Dios y sobre el mundo. Es el niño el que, en su proceso de aprendizaje y
haciendo uso de su libertad, asimilará las diferentes perspectivas para así
tener la suya propia. Kieslowski nos muestra que no somos más que ese niño que
se sigue haciendo las mismas eternas preguntas.
Barcis sobrevuela no muy
lejos hacia el siguiente episodio, Decálogo 2. No invocarás el nombre de
Dios en vano, para convertirse en enfermero de un hospital en el que se
encuentran tres personajes en conflicto: un enfermo de cáncer, su esposa
embarazada y el médico de cuyo diagnóstico depende que se tomen algunas
decisiones. En este episodio Kieslowski sintetiza y relaciona las diferentes
visiones de cada personaje, empleando un conjunto de símbolos y metáforas que
refuerzan los momentos críticos de la historia e involucrando al espectador por
la empatía y el magnetismo que desprenden.
Una pareja en un coche se
dirige a toda velocidad y en dirección contraria hacia un autobús conducido por
nuestro amigo Barcis, que observa la escena con estupor pero también con cierta
paz. En Decálogo 3. Santificarás las fiestas, estamos en la
Nochebuena de Varsovia. Una mujer provoca que un hombre abandone la cena
familiar para emprender la búsqueda callejera de una tercera persona. El uso de
la luz es otro de los sellos particulares de Kieslowski, en este episodio los
personajes viven su conflicto delante o detrás de cristales más o menos
translúcidos y frente a espejos que no muestran toda la verdad. Resultan
destacables las escenas del periplo por las calles de Varsovia, infinidad de
matices lumínicos y espaciales proporcionan la sensación de viaje a ninguna
parte.
Barcis se acerca a una
chica que tiene una carta en la mano, la chica está a punto de tomar una
decisión que resolverá una gran duda de su pasado, complicará su presente y
convertirá su futuro en una incógnita. Se podría decir que el gran tema de
Kieslowski a lo largo de su carrera es la libertad, en todas sus obras está
presente y en este episodio particularmente: Decálogo 4. Honrarás a tus
padres. Un padre y su hija mantienen una relación que se basa en la
confianza y en el diálogo, ésta se tambalea cuando aparece una carta escrita
por la madre fallecida. Los personajes se sinceran y se reconocen en su amor
por el otro como único camino para encontrar la verdadera libertad. Como es
habitual, Kieslowski maneja magistralmente el transcurrir del tiempo, los giros
dramáticos y el suspense de la historia, desembocando en uno de sus sugerentes
finales abiertos.
Un taxista detiene el
coche ante la indicación de un operario que trabaja en una obra. El operario
Barcis observa el interior del taxi y cruza una tensa y larga mirada con el
pasajero, un joven que se dispone a cometer un asesinato premeditado y cruel.
El episodio Decálogo 5. No matarás, fue uno de los que se
ampliaron para emitirse en formato largometraje. Este episodio posiblemente
contiene las escenas más duras de la filmografía de Kieslowski, explorando los
aspectos más sórdidos de la muerte en largas escenas que impactan por agónicas
y absurdas. El espectador deambula junto con el abogado que desespera teniendo
que asumir los mecanismos imparables desatados por la violencia.
El laberinto donde se
encuentran y desencuentran nuestros personajes cobra especial importancia en el
episodio Decálogo 6. No cometerás adulterio (No amarás), segundo
de los episodios convertido en largometraje. Barcis se cruza con un joven que
se mueve por el barrio en una especie de frenesí. Se trata de un voyeur
enamorado de una vecina a la que espía desde su habitación. Cuando se produce
el acercamiento personal, se confrontan la visión ingenua sobre el amor del uno
contra la actitud cáustica de la otra. Todo gira nuevamente en torno a la
libertad y la dificultad de su uso, a las preguntas sin respuesta, a los
personajes no prejuzgados y a los finales abiertos ¿Cómo consigue Kieslowski
que no nos sintamos frustrados ante tanto interrogante y aparente ambigüedad?
Es parte de su magia. El rastro por el que seguimos a Barcis se interrumpe
puntualmente en Decálogo 7. No robarás. Si en el anterior
episodio se trata el amor de pareja, éste se centra en el afecto familiar. El
episodio comienza con una (premeditadamente) confusa escena donde un matrimonio
maduro y su joven hija cuidan de una niña que llora. La aparición sorpresiva de
la madre real cae como una bomba destapando relaciones opresivas, inmadurez y
egoísmo. En este episodio se nos reserva un gran final compartido por las tres
mujeres en conflicto en el que resulta casi imposible decidirse por la opción
menos mala. La influencia de la religión se hace también presente mostrando su
influencia en la sociedad polaca, no olvidemos que estamos en pleno papado de
Juan Pablo II.
En Decálogo 8. No
mentirás, Barcis aparece como oyente en una clase de la universidad en
la que se conversa entre la profesora de Ética y sus alumnos. Alguien expone el
caso del médico del segundo episodio (conexiones que se repiten a menudo en la
filmografía de Kieslowski). El grupo reflexiona sobre cómo tomar decisiones
ante una situación compleja, cuáles son los motivos, fortalezas y debilidades
de las personas en estas circunstancias. En definitiva, el micromundo del aula
funciona como espejo del propio cine de Kieslowski. Entre los asistentes al
debate se encuentra la protagonista del episodio, progresivamente más afectada
por el asunto en debate debido a una experiencia personal que marcó su vida. El
camino de la comprensión y del perdón se torna imprescindible ante la
imposibilidad de comprender las verdades absolutas, expresándose con intensidad
la visión contradictoria y débil del ser humano que, sin embargo, siempre tiene
posibilidad de redención.
Barcis se mueve en
bicicleta alrededor de un hombre pensativo. Cruzan sus miradas en el momento en
que éste duda sobre cómo dar una noticia que podría arruinar su matrimonio.
Decálogo 9. No
desearás a la mujer de tu prójimo plantea la cuestión
sobre si en casos extremos son suficientes el respeto, el diálogo y el cariño.
En este caso Kieslowski nos muestra algunos de los impedimentos para el
desarrollo de nuestra libertad individual cuando la persona no es dueña de su
destino. Sólo conociendo la verdad podrá volver a serlo, y conseguirla supone
tomar una ruta complicada de la que resulta fácil salir herido.
En el anterior episodio
se despide nuestro amigo Barcis no apareciendo en el último de la serie: Decálogo
10. No desearás los bienes ajenos. Este episodio se escapa del tono
dramático de los anteriores para incorporar algunos aspectos cómicos,
resultando especialmente interesante por este motivo. Tenemos a dos hermanos
que se vuelven a encontrar después de muchos años con motivo del fallecimiento
del padre. Descubren una curiosidad en la herencia que alterará sus vidas
poniendo en riesgo su relación, desvelando así la fragilidad de la amistad
fraternal. Kieslowski finaliza su Decálogo con una escena de grandes carcajadas
entre los protagonistas cuando rotas todas las ataduras mundanas se gana la
libertad. No olvidemos que en Kieslowski nada es casual ni gratuito.
Dios, símbolos, luz,
libertad, muerte, amor, familia, perdón, verdad y amistad. Entre los anteriores
conceptos es la libertad el que sirve de piedra angular en la filmografía de un
humanista como Krzysztof Kieslowski (1941-1996), obsesión comprensible habiendo
crecido durante una terrible posguerra bajo la bota del opresor comunismo, para
después sumergirse en la melancólica y agridulce transición hacia una
incompleta democracia. Su cine no sólo gira en torno a esa cuestión universal
sino que predica con el ejemplo: el espectador siempre se siente libre de
interpretar lo que está viendo. Esta es la coherencia ética y el potente legado
que nos regala una de las obras cumbres de un gran artista. (David Camacho)
Krzysztof Kieslowski |
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