Definido por Sheila
Graham como “el amante que todas las mujeres desean: sereno, eficiente y
enérgico, pero amable y benévolo”, Gregory Peck permaneció durante décadas como
el galán del cine americano por antonomasia, capaz lo mismo de dar vida a un
pistolero o a un cazador de fieras a los Hemingway que de encarnar con
verosimilitud al rey bíblico David o al capitán Ahab, implacable perseguidor de
la terrible ballena blanca.
Nacido en La Jolla,
California, el 5 de abril de 1916, Gregory Peck fue uno de los grandes mitos
del cine clásico, forjado a lo largo de seis décadas de profesión y más de
cincuenta películas. Fruto de un matrimonio que se deshizo al poco tiempo,
entre los tres y los seis años vivió de forma alterna con su padre, Gregory,
familiarmente «Doc», un farmacéutico hijo de inmigrantes irlandeses nacido en
Rochester, y su madre, Bernice, en familia «Bunny», una chica de Missouri que
cuando se materializó el divorcio se marchó con un viajante de comercio.
A partir de entonces
Gregory fue criado por su abuela materna, Kate Ayres, una fanática del cine
que, a su manera, intentó paliar la ausencia de su hija con muchas películas.
Esta experiencia dejó huella en él, que cuando cursaba el quinto año en La
Jolla Elementary School ya participó en una producción de La caja de Pandora
(1927).
La influencia de su
padre, en cambio, fue más rígida. Él fue quien decidió su ingreso en la
academia militar católica St. John de Los Ángeles, donde desde los once años
recibió una formación severa y profundamente religiosa. A los doce era
monaguillo, y al acabar esta etapa de su formación consideraba seriamente tomar
los hábitos.
Mientras tanto se fue a
vivir con su padre a San Diego, en un bungalow de alquiler donde apenas se
veían, ya que aquél trabajaba por la noche en una farmacia local y él pasaba el
día ocupado en terminar sus estudios en la San Diego High School y luego en el
San Diego State Teachers College (hoy Universidad Estatal), además de trabajar
como conductor de camiones en la Union Oil para costearse su futura carrera
universitaria.
Por entonces, sin duda
influido por su padre, ya no quería ser cura sino médico, y se matriculó en la
Universidad de Berkeley. Pero más tarde dejó la medicina por la licenciatura en
lengua, y una vez que se graduó prestó oídos a su auténtica vocación y estudió
arte dramático, cursos todos ellos que se pagó de su bolsillo, con lo que ganaba
en sus empleos eventuales de lavaplatos o camarero.
Después de encabezar el
grupo de teatro de la facultad, a los veintitrés años consiguió una beca para
estudiar en la prestigiosa Neighborhood Playhouse School of Theater, y con los
130 dólares que constituían su patrimonio personal, se marchó a Nueva York.
En Nueva York, mientras
se empapaba del método creado por Konstantin Stanislavski, hizo sus primeras
intervenciones en distintos espectáculos que se ofrecían en el marco de la
Feria Mundial de 1939, y desde el verano siguiente en compañías de teatro
estival con las que recorrió parte del estado. Pero su sueño era destacar en
los escenarios de Broadway, y la primera medida que creyó decisiva para
lograrlo fue quitarse el odioso primer nombre (Eldred) que hasta entonces le
había pesado como una losa.
La amputación le dio
suerte, porque hacia fines de 1941 su nombre empezaba a sonar en los circuitos
teatrales neoyorquinos, aunque tampoco debieron de ser ajenos a ese incipiente
éxito personal su juventud, su apostura física y, ya en 1942, su trabajo en
obras como The morning star (que le valió una audición con el productor
David O. Selznick) o The willow and I, del que se hizo eco la crítica
más señalada.
Durante la primavera de
1943 representaba en el Morosco Theater Sons and soldiers, de Irwin
Shaw, cuando fue llamado a Hollywood. Lo esperaban nada menos que Jacques
Tourneur con Días de gloria (1944), y John M. Stahl con Las llaves
del reino (1944), títulos premonitorios donde los haya porque con el
primero, pese a su relativo fracaso crítico, él inició una etapa gloriosa, y
con el segundo (un papel de devoto misionero católico que le reportó su primera
candidatura al Oscar) consiguió ingresar en la corte de las grandes estrellas.
Peck reinó como nadie el
resto de los años cuarenta, cuando muchos de los galanes enviados al frente
durante la Segunda Guerra Mundial trataban de reencaminar su carrera, y en los
cincuenta, consolidado junto a los mejores de ellos como una figura
imprescindible, y aún en los primeros sesenta, homenajeado por fin por
Hollywood.
Una de sus mejores bazas
fue saber defender su independencia en una época en que casi todas las primeras
figuras estaban «atadas» a las productoras. Él, en cambio, firmó contratos
simultáneos con cuatro compañías -RKO, 20th Century Fox, Selznick Productions y
Metro Goldwyn Mayer-, lo que le permitió protagonizar todo tipo de papeles y
rehuir así el encasillamiento. En este sentido, valga como ejemplo referir que rechazó
protagonizar Solo ante el peligro (1952) porque ya había hecho un
personaje similar.
La calidad de su
trayectoria y su capacidad para abordar los personajes más dispares en casi
todos los géneros quedan expuestas en una filmografía que contiene algunos
títulos míticos de la historia del cine, como Recuerda (1945) y El
proceso Paradine (1947), de Alfred Hitchcock; Duelo al sol (1946),
de King Vidor; Vacaciones en Roma (1953) y Horizontes de grandeza
(1957), de William Wyler; El hombre del traje gris (1956), de Nunnally
Johnson; Moby Dick (1956), de John Huston; Mi desconfiada esposa (1957),
de Vincente Minnelli; Los cañones de Navarone (1961) y El cabo del
terror (1962), de J. Lee Thompson, o Arabesco (1966), de Stanley
Donen.
Con excepción de Pauline
Kael, que en la cúspide de la carrera de Peck escribió en The New Yorker que
era un actor «competente pero siempre un poco aburrido», críticos y
comentaristas elogiaban su versatilidad y solían destacar la mezcla de
fortaleza y ternura como la gran arma de seducción que desplegó ante estrellas
irrepetibles como Ingrid Bergman, Jean Simmons, Susan Hayward, Ava Gardner,
Lauren Bacall, Audrey Hepburn o Sophia Loren.
En la vida real, más
contenido, Peck se casó en 1942 con la diseñadora finlandesa Greta Konen Rice,
madre de sus tres primeros hijos -Jonathan, reportero de televisión que se
suicidó de un disparo, Stephen y Carey-, con la que compartió la parte más
dulce de su juventud. Se divorciaron de común acuerdo en 1954, y la Nochevieja
de 1955 contrajo nuevo matrimonio con la periodista francesa Veronique Passini,
con la que tuvo otros dos hijos, Anthony y Cecilia, ambos actores, y que fue su
compañera hasta su muerte, a punto de celebrar sus bodas de oro.
De forma paralela a su
carrera delante de la cámara, Peck, un liberal en toda regla, era conocido por
su compromiso en favor de causas y obras solidarias. Fue el presidente fundador
del American Film Institute, y en 1947 creó en su ciudad natal la Academia de Arte
Dramático La Jolla Playhouse, aún en plena actividad.
Ése fue el año en que el
político republicano Joseph McCarthy fue nombrado senador e inició su
particular «caza de brujas» a través del Comité de Actividades Antiamericanas,
y Peck, que padeció el famoso interrogatorio, y otros ilustres colegas crearon
en contraposición el Comité de la Primera Enmienda, una iniciativa que
contribuyó a la destitución del senador en 1954.
También fue vigorosa su
campaña en contra de la guerra de Vietnam, e incluso produjo el filme The
trial of the Cantonsville nine (1972), un alegato antibelicista que le
valió un puesto destacado en la lista negra de los enemigos del entonces
presidente Richard Nixon.
Jane Fonda, mascarón de
proa de aquella lucha, le proporcionó en 1989 (como productora y como
compañera) su último papel protagonista en el cine (en televisión trabajó casi
hasta el final, incluso ganó un Globo de Oro en 1999 por la versión de Moby
Dick). Pese a su corrección, Gringo viejo, dirigida por Luis Puenzo,
no cubrió las expectativas que habían puesto en ella sus responsables, y el
fracaso comercial empañó el broche de oro que habría correspondido a una
trayectoria como la de Peck. Para muchos, la conciencia moral de Hollywood.
La elección de número uno
entre el centenar de héroes de la lista elaborada por el American Film
Institute fue el último reconocimiento que recibió el célebre actor, una semana
antes de su muerte. Su personaje de Atticus Finch en Matar a un ruiseñor
(1962), de Robert Mulligan, el abogado que defiende a un hombre negro acusado
de violar a una mujer blanca en la Alabama de los años treinta, se convirtió en
el más votado gracias a algunas cualidades esenciales (firmeza al defender sus
creencias, sólida fe en la justicia, tolerancia y rechazo de la violencia) que,
en una época en que las luchas por los derechos civiles encabezadas por Martin
Luther King empezaban a concienciar a buena parte de la sociedad
estadounidense, lo hicieron tan memorable como la interpretación de Peck, que
le valió el único Oscar de su carrera a la quinta nominación.
Filmografía esencial.
·
1989 | Gringo viejo | Dir. Luis Puenzo
·
1980 | Lobos marinos | Dir. Andrew W. McLagen
·
1978 | Los niños del Brasil | Dir. Franklyn J.
Schaffner
·
1977 | MacArthur, el general rebelde | Dir.
Joseph Sargent
·
1976 | La profecía | Dir. Richard Donner
·
1974 | Billy Dos Sombreros | Dir. Ted Kotcheff
·
1971 | Círculo de fuego | Dir. Henry Hathaway
·
1970 | Yo vigilo el camino | Dir. John
Frankenheimer
·
1969 | Atrapados en el espacio | Dir. John
Sturges
·
1969 | El oro de Mackenna | Dir. J. Lee
Thompson
·
1969 | La sombra del zar amarillo | Dir. J.
Lee Thompson
·
1968 | La noche de los gigantes | Dir. Robert
Mulligan
·
1966 | Arabesco | Dir. Stanley Donen
·
1965 | Espejismo | Dir. Edward Dmytryk
·
1964 | Y llegó el día de la venganza | Dir.
·
1963 | El capitán Newman | Dir. David Miller
·
1962 | Matar a un ruiseñor | Dir. Robert
Mulligan
·
1962 | El cabo del terror | Dir. J. Lee
Thompson
·
1962 | La conquista del Oeste | Dir. H. Hathaway,
J. Ford, G. Marshall
·
1961 | Los cañones de Navarone | Dir. Jack L.
Thompson
·
1959 | La hora final | Dir. Stanley Kramer
·
1959 | La cima de los héroes | Dir. Lewis
Milestone
·
1959 | Días sin vida | Dir. Henry King
·
1958 | Horizontes de grandeza | Dir. William
Wyler
·
1958 | El vengador sin piedad | Dir. Henry
King
·
1957 | Mi desconfiada esposa | Dir. Vincente
Minnelli
·
1956 | Moby Dick | Dir. John Huston
·
1956 | El hombre del traje gris | Dir. Nunnally
Johnson
·
1954 | El millonario | Dir. Ronald Ncame
·
1954 | Llanura roja | Dir. Robert Parrish
·
1954 | Decisión a medianoche | Dir. Nunnally
Johnson
·
1953 | Vacaciones en Roma | Dir. William Wyler
·
1952 | Las nieves del Kilimanjaro | Dir. Henry
King
·
1952 | El mundo en sus manos | Dir. Raoul
Walsh
·
1951 | El hidalgo de los mares | Dir. Raoul
Walsh
·
1951 | David y Betsabé | Dir. Henry King
·
1951 | Solo el valiente | Dir. Gordon Douglas
·
1950 | El pistolero | Dir. Henry King
·
1949 | Almas en la hoguera | Dir. Henry King
·
1949 | El gran pecador | Dir. Robert Siodmak
·
1948 | Cielo amarillo | Dir. William A.
Wellman
·
1947 | El proceso Paradine | Dir. Alfred Hitchcock
·
1947 | La barrera invisible | Dir. Elia Kazan
·
1947 | Pasión en la selva | Dir. Zoltan Kordan
·
1946 | El despertar | Dir. Clarence Brown
·
1946 | Duelo al sol | Dir. King Vidor
·
1945 | Recuerda | Dir. Alfred Hitchcock
·
1945 | El valle del destino | Dir. Tay Garnett
·
1944 | Las llaves del reino | Dir. John M.
Sthal
·
1944 | Días de gloria | Dir. Jacques Tourneur
Recordemos una vez más la
magnífica interpretación que hizo Peck de Atticus Finch, un abogado que
defiende a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. Aunque
la inocencia del hombre resulta evidente, el veredicto del jurado es tan
previsible que ningún abogado aceptaría el caso, excepto Atticus Finch, el
ciudadano más respetable de la ciudad. Personaje y actor se funden en un mismo
crisol…
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