jueves, 4 de junio de 2020

Los juncos salvajes (André Téchiné, 1994)


Título original: Les roseaux sauvages. Dirección: André Téchiné. País: Francia. Año: 1994. Duración: 110 min. Género: Drama.
André Téchiné, Gilles Taurand, Olivier Massart (Guión), Jeanne Lapoirie (Fotografía), Chubby Checker (Música), Martine Giordano (Montaje), Jean-Paul Mugel (Sonido) Pierre Soula (Escenografía), Jean-Jacques Albert (Producción).
César 1994 a la Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guión. Mejor Película extranjera 1995 en el Círculo de Críticos de Nueva York. Mejor Película extranjera 1995 en la Asociación de Críticos de Los Angeles.
Estreno en España: 21 abril 1995

Reparto: Elodie Bouchez (Maïté), Gaël Morel (François), Stéphane Rideau (Serge), Frédéric Gorny (Henri), Michéle Moretti (Sra. Álvarez), Jacques Nolot (Sr. Morelli). 

Sinopsis:
Provenza, 1962. Con la guerra de Independencia de Argelia como telón de fondo, la trama se basa en las relaciones de un grupo de estudiantes de un internado. François, un chico de dieciocho años, descubre que es gay y que está enamorado de Serge, su compañero de cuarto. Éste al principio parece corresponderle, y una noche se acuestan juntos. Pero, a continuación, Serge no quiere saber nada de François y se interesa por Maité, una joven militante comunista, hija de una de las profesoras.

Comentarios:
¡Qué riesgos asume André Téchiné en ésta su sorprendente, extraordinaria, multipremiada película! Riesgos: para un director al que, a pesar de desconocer aquí buena parte de su filmografía, se le cuentan las películas por éxitos, no se le ocurre nada mejor que rodar casi en condiciones de clandestinidad. Con equipo reducido y en el campo, con actores desconocidos -magníficos todos, aunque haya que destacar, es de ley, a la increíble protagonista, Elodie Bouchez, una auténtica revelación-, una película luminosa, desconcertante en su sencillez, profundamente inteligente. Riesgos: en un país en el cual la Historia, con mayúsculas, se sacraliza más que en cualquier otro -efectos del nacionalismo todopoderoso-, Téchiné se atreve a abordar la guerra de Argelia en la retaguardia, donde menos probable parece que se sentirán sus efectos, sólo para mostrar de qué forma, y con qué rotundidad, una guerra colonial divide drásticamente a todo el mundo. Y riesgos, también: atreverse con el mundo siempre conflictivo de la adolescencia, pero sin pretender ilustrar verdad alguna. Cada uno de los cuatro personajes centrales tiene la suya, difícilmente compartible, además; y la soledad a que cada uno se verá implícitamente condenado al final por la ficción será el resultado de su propio desarrollo psicológico, no de una verdad apriorística aportada exteriormente a la narración por un autor clarividente.
Los juncos salvajes, hermosa metáfora que hace referencia al carácter de la juventud, que siempre mantiene sólidas las raíces plegándose aparentemente a los acontecimientos, transcurre en unos pocos días previos al final del curso de 1962, cuando en Argel se oyen los estrépitos de los atentados de la OAS y la independencia argelina es ya una realidad aceptada por el establishment político francés. En su sencillez sólo aparente, el filme muestra las relaciones que se establecen entre tres chicos y una chica. Uno, recién llegado al pueblo en que se desarrolla la acción, es hijo de pied-noirs y pasea su fracaso escolar por media Francia, siempre entre el rencor por los metropolitanos traidores a la justa causa y su propia desorientación vital. Otro es hijo de emigrantes italianos, al que una bomba de la OAS mata cruelmente a su hermano militar.


El tercero, un muchacho sensible y narcisista, que gusta del cine de Bergman y de citar a Faulkner, descubrirá pronto una invencible tendencia que, es de suponer, marcará su vida. Y la chica, hija de una profesora militante comunista, y comunista ella misma, descubrirá, igualmente, qué diferente resultan los postulados teóricos cuando se intenta vivir la vida día a día. Los misterios del sexo, el despertar de los sentidos, las inclinaciones personales y las discrepancias con los discursos que las enmascaran son la materia prima con la que trabaja Téchiné. Su opción narrativa aparece alejada de todo academicismo, incluso dominada por un cierto desaliño formal a la hora de componer el encuadre que podrá no gustar a alguno, pero que a la postre no hay más remedio que respetar por su propia coherencia. Téchiné pretende que nada interfiera en lo que le interesa contar, que ningún plano remilgado distraiga la atención sobre lo que le importa, los sentimientos, las contradicciones de los personajes.
Así, la película se despliega en un engañoso primer término, mientras lo que en realidad ocurre en el interior de los personajes va apareciendo poco a poco, epifanía laica, que diría el viejo Guido Aristarco, tanto más sorprendente cuanto imprevista. Ejercicio de sobriedad narrativa, inteligente propuesta abierta, Los juncos salvajes es no sólo la mejor película, con permiso de La reina Margot, que ha llegado desde Francia en mucho tiempo, sino también el filme más acabado y complejo de cuantos ha hecho hasta la fecha este André Téchiné que merece ser mucho mejor conocido entre nosotros. (Casimiro Torreiro)
Recomendada.


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