Título
original: Mulholland Drive. Dirección: David
Lynch. País: USA. Año: 2001. Duración: 147 min. Género:
Drama, Thriller.
Guión: David Lynch. Música: Angelo Badalamenti. Fotografía: Peter Deming. Montaje: Mary Sweeney. Ayudante de Dirección: Scott
Cameron. Producción: Neal Edelstein, Tony Krantz, Michael
Polaire, Alain Sarde, Mary Sweeney.
Premio al Mejor Director
en el Festival de Cine de Cannes 2001. Premio al Mejor Director en el Festival
de Cine de Toronto 2001. Nominada al Oscar 2001 a la Mejor Dirección. 4
nominaciones a los Globos de Oro 2001.
Fecha del estreno: 8 Marzo 2002 (España).
Reparto:
Naomi Watts, Laura Elena Harring, Justin
Theroux, Ann Miller, Robert Forster, Brent Briscoe, Jeannie Bates, Melissa
George, Dan Hedaya, Lori Heuring, Billy Ray Cyrus, Rena Riffel, Katharine
Towne, Bonnie Aarons.
Sinopsis:
Betty Elms (Naomi Watts),
una joven aspirante a actriz, llega a Los Ángeles para convertirse en estrella
de cine y se aloja en el apartamento de su tía. Allí conoce a la enigmática
Rita (Laura Harring), una mujer que padece amnesia a causa de un accidente
sufrido en Mulholland Drive. Las dos juntas deciden investigar quién es Rita y
cómo llegó hasta allí.
Comentarios:
En uno de los puntos de fuga de este laberinto, estructurado según una implacable lógica onírica, yace un cadáver putrefacto que al crítico británico Graham Fuller le recuerda al de la actriz Marie Prevost, estrella del cine silente que, según recoge Kenneth Anger en Hollywood Babilonia, ahogó en bourbon su desdicha de poseer un acento que no casaba con su aspecto romántico y frágil. Mulholland Drive es, al igual que Como plaga de langosta, de John Schlesinger, ¿Qué fue de Baby Jane?, de Robert Aldrich, ¿Qué le pasa a Helen?, de Curtis Harrington, Barton Fink, de los Coen, o las historietas de Kim Deitch –en especial, Hollywoodland–, una aproximación en clave alucinatoria a una fábrica de sueños que, en realidad, envasa pesadillas al vacío. La película describe un descenso, en espiral, hacia esa manifestación sumamente terrena del Infierno, disfrazada de espejismo pseudorreligioso, que llamamos Hollywood.
En su libro The Death Of Cinema, Paolo Cherchi Usai escribe que el cine es el arte de la destrucción de la imagen en movimiento. De alguna manera, toda película es un frustrado intento de trascendencia: el espejismo de un sueño esculpido sobre material perecedero. Mulholland Drive es, esencialmente, la historia de un sueño que se pudre, según la misma fatalidad que condena al Technicolor más radiante a la corrupción del celuloide. Dicho esto, puede apuntarse que este último Lynch contiene muchas películas posibles, entre el candor de una investigación policial casi en clave Enid Blyton y el horror abstracto que una criatura onírica parapetada en un callejón podría guardar en un cubo polisémico. También es un melodrama estremecedor de amores y amistades traicionadas y una elegía bufa por la integridad acosada. Poniendo en evidencia el carácter acomodaticio de una narrativa cinematográfica que se conforma con tocar dos notas de un teclado inagotable, el film, en su indescriptible clímax final, rompe concatenaciones temporales, identidades, asideros y percepciones lineales, logrando que todos los elementos de su sinfonía rimen, que no haya cabo suelto y que, a la vez, se abran ventanas de sentido para demostrar, finalmente, que todos los sueños, las historias de amor y las ilusiones de Hollywood acaban durmiendo el sueño eterno en la cama de Marie Prevost (o Diane Selwyn). (Jordi Costa)
Recomendada.
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