Título original: Mutiny on the Bounty. Dirección: Frank Lloyd. País: USA. Año: 1935. Duración: 132 min. Género: Aventuras.
Guión: Talbot Jennings, Jules Furthman, Carey Wilson (basado en el libro de Charles Nordhoff, James Norman Hall). Fotografía: Arthur Edeson (B&W). Música: Herbert Stothart. Montaje: Margaret Booth. Producción: Albert Lewin, Irving Thalberg (Metro-Goldwyn-Mayer).
Oscar 1935 a la Mejor Película. Mejor Actor 1935 (Charles Laughton) en el Círculo de Críticos de Nueva York.
Fecha del estreno: 27 Abril 1936 (España).
Reparto: Charles Laughton (William Bligh), Clark Gable (Fletcher Christian), Franchot Tone (Byam), Herbert Mundin (Smith), Eddie Quillan (Thomas Ellison), Dudley Digges (Bacchus), Donald Crisp (Burkitt), Henry Stephenson (Sir Joseph Banks), Francis Lister (Capt. Nelson), Spring Byington (Mrs. Byam), Movita, Mamo Clark, Byron Russell, Percy Waram, David Torrence, John Harrington, Douglas Walton, Ian Wolfe, DeWitt Jennings, Ivan Simpson, Vernon Downing, Bill Bambridge, Marion Clayton Anderson, David Niven.
Sinopsis:
En 1789, en los Mares del Sur, la tripulación del buque británico Bounty decide rebelarse contra el tiránico y cruel capitán Bligh. El motín lo encabeza el primer oficial, que defiende los intereses de la tripulación y abandona al capitán en un bote.
Comentarios:
Si hay una historia emblemática dentro del cine de aventuras en el mar, ésta es por derecho propio “El motín de la Bounty”, que ha sido llevado a la pantalla en tres ocasiones, junto a la que nos ocupa, está: la de Lewis Milestone de 1962, con Marlon Brando y Trevor Howard y la de Roger Donaldson de 1984, con Mel Gibson y Anthony Hopkins. En mi opinión esta de Frank Lloyd es la mejor, la más genuina, la que con mayor brío y convicción aborda el espíritu de la aventura. Prueba de ello, es que la Academia de Hollywood le concedió el Oscar a la mejor película de ese año. Basada en la trilogía de Charles Bernard Nordhoff y James Norman Hall, cuyos títulos son: “Rebelión a bordo”, “Hombres contra el mar” y “La revolución de Pitcairn”.
El punto de vista narrativo de “Rebelión a bordo” oscila entre dos personajes: el teniente de navío Fletcher Christian (Clark Gable), segundo oficial de la Bounty, y el inexperto guardiamarina Roger Byam (Franchot Tone), quien efectúa en esa fragata su primer viaje por mar. Como gran cine de aventuras, el punto de partida es de un gran atractivo, el viaje: mientras que para Fletcher es pura rutina, para Roger es una aventura, su bautismo profesional, una prueba más de que la aventura es una cuestión de mirada. Estamos en diciembre de 1787 y la Bounty se hace a la mar para aprovisionarse en Tahití de semillas de árboles del pan para transportarlo a las Islas Occidentales, donde el fruto será utilizado como alimento barato para esclavos.
En la nave existen marineros de oficio y otros que fueron reclutados a la fuerza, “para servir al rey”, otra vez la doble mirada se amplía a la idea de grupo (voluntarios y forzados). Pero hay un personaje central que se encarga de resaltar esa división y conducirla dramáticamente hacia un estallido de violencia: el capitán Bligh (Charles Laughton), despiadado y cruel, un déspota que hace regir en el barco el “código de guerra” castigando injustamente a la tripulación que califica de “rufianes y piratas”, mientras se jacta “no castigo por disciplina, sino para humillar”. Su ceño fruncido, su mirada inquisidora y perversa, su curvado torso, su cinismo lascivo y su provocación abyecta, su codicia (roba parte de la comida a su tripulación, falseando el libro de víveres, para “garantizarse” su porvenir), todo ello configura uno de los villanos más perversos de la Historia del cine.
La película funciona muy bien como relato marítimo de aventuras, narrada con una vitalidad contagiosa. Frank Lloyd dirige con pulso firme, creando un clima creciente de tensión a medida que avanza la historia entre Bligh y su subordinado Fletcher, que no aprueba los métodos de éste. Abrigada con las convenciones del género, humor, tormentas, amistad entre los oficiales y muestras de la severidad e injusticia que regían en la marina inglesa, y que tras los hechos acaecidos, darían paso a un nuevo ordenamiento jurídico más justo entre la marinería y los oficiales. Una película inolvidable e inalterable al tiempo. Los tres actores protagonistas realizan un extraordinario trabajo reconocido por la Academia que los nominó al mejor actor, pero aquel año lo ganaría Victor McLaglen por “El delator” de John Ford. (Antonio Morales)
Recomendada.
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