Título
original: Babylon. Dirección: Damien
Chazelle. País: USA. Año: 2022. Duración: 189 min. Género:
Comedia dramática.
Guión: Damien Chazelle. Música: Justin Hurwitz. Fotografía: Linus Sandgren. Producción:
Paramount Pictures, Material Pictures, Marc Platt Productions.
Mejor Banda Sonora en los
Globos de Oro 2022.
Fecha del estreno: 20 Enero 2022 (España).
Reparto:
Margot Robbie, Brad Pitt, Diego Calva, Jean
Smart, Li Jun Li, Jovan Adepo, Tobey Maguire, Max Minghella, Katherine
Waterston, Samara Weaving, Eric Roberts, Lukas Haas, P.J. Byrne, Jeff Garlin,
Rory Scovel, Damon Gupton, Spike Jonze, Olivia Wilde, Phoebe Tonkin, Ethan
Suplee, Jennifer Grant, Chloe Fineman, Olivia Hamilton, Patrick Fugit, Kaia
Gerber, Flea.
Sinopsis:
Ambientada en Los Angeles
durante los años 20, cuenta una historia de ambición y excesos desmesurados que
recorre la ascensión y caída de múltiples personajes durante una época de
desenfrenada decadencia y depravación en los albores de Hollywood.
Comentarios:
La sensacional presencia de un elefante al comienzo podría tomarse como esa oriental metáfora de los ciegos ante él, que cada cual considera, según dónde palpa, que está ante una columna, una pared rugosa, un enorme abanico, un ser extraordinario…, o ante un montón de excremento, tal y como ocurre en la pantalla en una de las varias escenas que la enlodan de escatología y provocación. Pero, si abrimos los ojos ante ‘Babylon’, ahí está entera, grandiosa, descomunal, extravagante, salvaje…, sin ninguna duda, un peliculón al que no sirve, solo, tentarle una parte.
Trata del Hollywood de los años veinte, de la orgía festiva y creativa de unos aventureros que habían inventado el cine y estaban en los trámites previos a ‘destruirlo’ con la llegada del sonoro.
Para contar una historia mil veces ya contada, aunque nunca con tanta babilónica ambición, el director, Damien Chazelle, apunta el foco a tres personajes. Un don nadie (Diego Calva) que llega allí con voluntad de comer, sea pan o el mundo; una estrella del cine romántico y de aventuras (Brad Pitt) que enfila su cuesta abajo hacia los nuevos aires que se precipitan, y una chica espabilada (Margot Robbie) que surge del fango con un ímpetu y un talento imparables.
Aunque la película, como el elefante, es gigantesca (más de tres horas), no tiene tiempo de mostrar entero el universo que trata, pero el guion del propio Chazelle dosifica con ingenio muchos de sus aspectos capitales. Por ejemplo, sus dos momentos cumbres y referidos al milagro de ser actor e interpretar: Margot Robbie, su personaje, le ofrece a la cámara de dentro (un rodaje dentro de la película) la capacidad de producir lágrimas, una, dos, las que le pidan y cuantas veces haya que repetir la escena; o un Brad Pitt absolutamente borracho que al sonido de la palabra ‘¡acción!’ borda con estilo y pasión uno de esos besos de final de película.
Damien Chazelle asume lo extraordinario de su trabajo (junto a Linus Sandgren y Justin Hurwitz, el director de fotografía y el músico que ya lo fueron en ‘La La Land’, de ahí un cierto aroma reconocible en lo mejor de ella), y asume lo que tiene de mágico y desproporcionado, de elogio y de crítica, también sus conexiones con, por ejemplo, ‘Cantando bajo la lluvia’, o la tragedia barnizada de amargura y espectáculo de la revolución sonora (con escenas terribles y descriptivas del horror de los micrófonos, las marcas, los ruidos y el caos). Todo se puede leer e imaginar ahí, en la pantalla de Chazelle, en esa fiesta constante de locura, ambición y lágrimas; incluso los pequeños borbotones de sentimiento, rebeldía y sueño roto que sus tres actores, y especialmente ella, Margot Robbie, dejan para ser entendidos como fueron, o como son.
La interpretación de menos a mucho más de Brad Pitt y el enorme empuje, atractivo e insurrección (ética y estética) de Margot Robbie, y sus personajes empapados de gracia y tristeza, es tan exuberante y magnífica como la cámara de Chazelle, abrumadora e incansable en secuencias elefantiásicas, visualmente brillantísimas y que agotan las posibilidades humanas de mirar. Es como si Damien Chazelle se hubiera impuesto a sí mismo aquella terrible verdad que le decía el feroz profesor de música (J.K. Simmons) a su ambicioso aspirante a batería (Miles Teller) en ‘Whiplash’, eso de que no hay nada peor a que te digan ‘buen trabajo’. Busca la excelencia, y la busca a lo grande, es decir, con un armamento técnico insuperable, y a lo minúsculo, con incontables lascas de crónica del cine de la época, como el escándalo de Fatty Arbuckle y Virginia Rappe, o como la gloria y brillo que precede al juguete antes de romperse. No, no ha buscado un ‘buen trabajo’ Chazelle, ha buscado lo sublime. (Oti Rodríguez Marchante)
Recomendada.
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