Título
original: Strangers on a Train. Dirección: Alfred
Hitchcock. País: USA. Año: 1951. Duración: 101 min. Género:
Thriller.
Guión: Raymond Chandler, Czenzi
Ormonde (basado en una novela de Patricia Highsmith). Fotografía: Robert Burks. Música:
Dimitri Tiomkin. Montaje: William H.
Zeigler. Vestuario: Leah Rhodes. Producción: A.
Hitchcock para Warner
Bros.
Nominada al Oscar 1951 a
la Mejor Fotografía (B&N).
Fecha del estreno: 30 Junio 1951 (USA).
Reparto: Farley Granger, Ruth
Roman, Robert Walker, Leo G. Carroll, Patricia Hitchcock, Howard St. John,
Laura Elliott, Marion Lorne.
Sinopsis:
Inspirada en la novela
homónima de Patricia Higsmith. Durante un viaje en tren, Guy, un joven campeón
de tenis (Farley Granger), es abordado por Bruno (Walker), un joven que conoce
su vida y milagros a través de la prensa y que, inesperadamente, le propone un
doble asesinato, pero intercambiando las víctimas con el fin de garantizarse
recíprocamente la impunidad. Así podrían resolver sus respectivos problemas: él
suprimiría a la mujer de Guy (que no quiere concederle el divorcio) y, a
cambio, Guy debería asesinar al padre de Bruno para que éste pudiera heredar
una gran fortuna y vivir a su aire.
Comentarios:
‘Extraños en un tren’ es una de las películas más populares y admiradas de su director. También uno de sus grandes éxitos. El maestro del suspense llevaba cuatro películas seguidas que habían sido sendos fracasos comerciales por lo que, según sus propias palabras, quiso ponerse a cubierto en su siguiente película, adaptando la primera novela policíaca de Patricia Highsmith y tirando de Raymond Chandler para el guión.
Chandler y Hitchcock no se entendieron y aunque el primero tiene su nombre en los títulos de crédito por aquello de dar prestigio a la cinta, ésta apenas conserva nada del tratamiento de Chandler. Tampoco adapta la novela con total fidelidad, cambiando toda la segunda parte en beneficio de una historia sobre un falso culpable, tan del gusto de su director. Con todo ‘Extraños en un tren’ es quizá la película más cercana al Film Noir de su autor.
Si muchos films de Hitchcock dan inicio con travellings descriptivos que muestran un determinado contexto físico, la presente combina los pasos de dos personajes que parecen caminar el uno hacia el otro y sobre los que no vemos nada salvo sus zapatos y el equipaje que llevan —uno de ellos dos raquetas—. No se cruzarán hasta que tropiecen en el compartimento de un tren, uno de los lugares más concurridos en la filmografía del director británico.
Allí comenzarán a hablar de sus respectivas vidas privadas y se creará el primer punto de inflexión del relato, directo al grano. Allí Bruno (Robert Walker) propondrá a Guy —Farley Granger, no del gusto de Hitchcock, que quería a William Holden para el papel— un intercambio de lo más curioso, ambos asesinarán a personas que le hacen la vida imposible al otro, el padre en el caso de Bruno y la esposa en el de Guy. Éste no se toma en serio la proposición de Bruno, pero pronto se dará cuenta de que ha topado con alguien muy peligroso.
‘Extraños en un tren’
navega sobre dos bases bien visibles: el doble y el falso culpable,
curiosamente la segunda provocada por la primera. Guy y Bruno podrían ser
perfectamente dos caras de la misma moneda. En el libro de Hitghsmith el fondo
homosexual de la relación está claro; en la película desaparece aunque la
obsesión de Bruno por Guy puede llevar a ciertas interpretaciones al respecto
—eso sí, el montaje británico arroja más claridad en ese punto que el
americano—. En cualquier caso Robert Walker se come literalmente a Granger.
Hitchcock no realiza esta
vez virguerías visuales con la cámara, salvo algún travellings con escaleras de
fondo —otro de los elementos característicos de su cine—, centrándose en el
montaje, soberbio, obra de William Ziegler, que a través de planos cercanos y
medios logra una atmósfera de opresión durante toda la película que va in
crescendo según avanza el film tras el asesinato —la tenebrosa fotografía de
Robert Burks, que realizaría su mejor trabajo al lado de Hitchcock, contribuye
al ambiente de cine negro—, realizando la operación opuesta a la hora de
plasmar el acoso de Bruno a Guy.
Cuando Bruno cumple su
parte de un trato que sólo está en su cabeza y se le aparece a Guy en
determinadas ocasiones, no lo hace sólo para recordarle que debe cumplir con su
parte sino también el crimen cometido del cual sólo Guy puede salir
beneficiado. Hitchcock realiza un ejercicio insólito: filma a Walker en la
lejanía como una figura solitaria y siempre presente. El resultado es
increíblemente amenazador, sobre todo porque hemos visto de lo que Bruno es
capaz.
El rodaje en la feria
tiene dos momentos inolvidables, probablemente los más recordados de la
película. Por un lado, el asesinato de la mujer de Guy, una mujerzuela cuyo
destino es filmado por Hitchcock con terrible satisfacción a través de un plano
imposible, el reflejo en las gafas de la víctima, momento en el que la película
se desata visualmente y Hitckcock, una vez más, une sexo y violencia. El otro
es sin duda la secuencia del tiovivo.
Dicha secuencia, en la
que Guy y Bruno pelean mientras el tiovivo está desbocado —detalle que aumenta
la tensión puesto que hay niños en el mismo, incluso uno de ellos golpea a los
personajes centrales—, y una persona debe arrastrarse por debajo del mismo para
llegar a los controles y pararlo. La secuencia, a pesar de constar de una
maqueta casi de tamaño natural, es real y un especialista tuvo que pasar por
debajo del carrusel exponiendo su vida. Hitchcock lo pasó muy mal y juró no
volver a poner en peligro la vida de una persona.
‘Extraños en un tren’
lleva al límite lo que Hitchcock conocía como suspense. El espectador siempre
sabe más que los personajes —salvo el instante de la visita de Guy a la casa
del padre de Bruno, en la que el director británico utiliza un perro para distraernos—,
y para alargar la tensión hacia el clímax, el director alterna un importante
partido de tenis con la marcha de Bruno hacia la feria para dejar un mechero
que inculpará a Guy. La dilatación del tiempo es tan asombrosa que no nos damos
cuenta del truco.
El propio realizador no
se sentía demasiado satisfecho de los resultados de ‘Extraños en un tren’. Una
vez más no puedo estar más en desacuerdo con el autor, que expresó su opinión
hace ya mucho tiempo y hay que señalar que Hitchcock era un perfeccionista. La
película aguanta sin problemas el paso del tiempo y sigue siendo una de las
piezas maestras de su director, llena de tensión y ritmo. (Alberto Abuín)
Recomendada.
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