Título
original: El agua. Dirección: Elena
López Riera. País: España. Año: 2022. Duración: 104 min. Género:
Drama.
Guión: Philippe Azoury, Elena
López Riera. Fotografía: Giuseppe
Truppi. Producción: Alina Film, Les Films du Worso, Suica Films.
Sección “Quincena de
Realizadores” del Festival de Cine de Cannes 2022. 2 nominaciones a los Premios
Goya 2022.
Fecha del estreno: 4 Noviembre 2022 (España).
Reparto:
Luna Pamiés, Bárbara Lennie, Nieve de
Medina, Alberto Olmo.
Sinopsis:
Es verano en un pequeño
pueblo del sureste de España. Una tormenta amenaza con volver a desbordar el
río que lo atraviesa. Una vieja creencia popular afirma que algunas mujeres están
predestinadas a desaparecer con cada nueva inundación porque tienen "el
agua adentro". Ana vive con su madre y con su abuela en una casa a la que
el resto del pueblo mira con suspicacia. En medio de la atmósfera eléctrica que
precede a la lluvia, Ana conoce a José a la vez que lucha por aventar a los
fantasmas.
Comentarios:
Elena López Riera llevaba tiempo avisando. Se acercaba una cineasta singular que, desde lo local, aspiraba a trascender hasta lo universal. Una mujer que hablaba del pueblo, del lugar de crianza, de lo terrenal, de la tradición, incluso de lo atávico, de un modo distinto al habitual. Documentales que parecían ficciones; ficciones con metodología documental. Siempre desde Orihuela, y hasta el mundo. Sus cortometrajes (y mediometrajes) lo habían apuntado, y con su debut en el largo, El agua, estrenado en la Quincena de Realizadores de Cannes —la ciudad del cine en la que ya había presentado una de sus piezas cortas, Pueblo—, demuestra su distinción en las formas y su sentido de la vida: natural, sensual, racial, poético, mágico.
En Pueblo (2014)
lanzaba un grito de pasión alrededor del regreso a casa. Ella que, profesora de
Cine y Literatura Comparada en la Universidad de Ginebra, tantas veces había
vuelto a sus orígenes, a su Orihuela, para confrontar con sus amigos el deseo
de (casi) todos de huir de allí. En Las vísceras (2016), estrenado en el
Festival de Locarno, el ritual de la matanza del conejo, sangre a borbotones,
columna y cráneo desmembrados, piel a tiras, se desplegaba con fuerza y rabia
ante la pasmada mirada infantil. En Los que desean (2018), premiado en
Locarno, se acercaba a los palomistas, dueños de palomos que persiguen a una
hembra en una suerte de competición a medio camino entre la colombicultura, el
deporte y la antropología.
Una práctica que
justamente recupera en una de las secuencias de El agua, como metáfora
de esa especie de caza de la hembra en la que demasiadas veces se convierte el
flirteo juvenil. Y aquí la nueva identidad femenina, libre y desprejuiciada,
lucha por romper tabúes, y por la emancipación. No solo del macho, sino también
de ese consejo de la destrucción que siempre es el chisme, ya sea de carácter
mágico, ya esté basado en lo puramente tangible. Tres mujeres supuestamente
malditas, abuela, madre e hija, más por la cerrazón del terruño que por la
fuerza del río y de la lluvia. Es decir, del agua del título. Un agua que es
rito, pero también herencia. Condenada herencia.
El agua
no es cine para mayorías. Como en sus cortos, la narración siempre es
heterodoxa, libre. Quizá difícil para esa parte del público que prefiere lo
convencional. Como en ciertas películas de Isaki Lacuesta (Entre dos aguas,
principalmente), como en Alcarràs, de Carla Simón, los intérpretes no
profesionales parecen hacer de sí mismos mientras, como en Nomadland, de
Chloé Zhao, las profesionales —en este caso, Bárbara Lennie y Nieve de Medina—
se infiltran en el ambiente del lugar; en los rostros de los mayores, ajados
por el trabajo; en los caminos destartalados hasta llegar a un simulacro de
discoteca de verano, hasta una rave entre matorrales; en las habladurías de
silla de enea en la puerta de casa al anochecer. Siempre con la naturalidad del
cine espontáneo y osado. Las mujeres del pueblo hablan a cámara como en un
documental. La chica protagonista se besa con su novio mientras ambos sueñan
con el futuro, entre la ligereza del verano y la amenaza de lo que se dice de
ciertas familias en los pueblos. Y López Riera introduce las imágenes reales de
las riadas, esas que todo lo anegan, la tierra y las mentes, filmadas en su día
en vídeo o con móviles, con la voluntad de ser específica en lo casi
sobrenatural.
De una belleza serena que
nace de sus acercamientos al formato corto, El agua es el debut de
alguien que ha mamado lo que cuenta. De alguien que se ha ido y que vuelve,
sintiéndose al mismo tiempo familia y forastera, auténtica y extraña. Y que lo
narra con dulce libertad. (Javier Ocaña)
Recomendada.
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