Título
original: Onoda, 10.000 nuits dans la jungle. Dirección: Arthur Harari. País: Francia. Año: 2021. Duración: 173
min. Género: Drama, Bélico.
Guión: Arthur Harari, Vincent
Poymiro. Fotografía: Tom Harari. Música: Sebastiano De Gennaro, Enrico
Gabrielli, Andrea Poggio, Gak Sato, Olivier Marguerit. Montaje: Laurent Sénéchal. Producción: Nicolas Anthomé.
Mejor Guión Original en
los Premios César 2021. Mejor Guión y Premio Especial del Jurado en el Festival
de Cine Europeo de Sevilla (SEFF 2021). Presentada en la sección Un Certain Regard del Festival de Cine
de Cannes 2021.
Fecha del estreno: 6 Mayo 2022
(España)
Reparto: Yuya Endo (Hiroo Onoda),
Kanji Tsuda (Hiroo Onoda, old), Yûya Matsuura (Kinshichi Kozuka, Young), Tetsuya
Chiba (Kinshichi Kozuka, old), Shinsuke Kato (Shimada), Inowaki Kai (Akatsu),
Issei Ogata, Taiga Nakano, Nobuhiro Suwa, Mutsuo Yoshioka, Tomomitsu Adachi,
Kyusaku Shimada, Angeli Bayani.
Sinopsis:
Finales de 1944. Japón
está perdiendo la guerra. Por orden del misterioso comandante Taniguchi, el
joven Hirō Onoda es enviado a una isla de Filipinas justo antes del desembarco
estadounidense. Los pocos soldados que arrastra hasta la selva pronto
descubrirán la doctrina desconocida que los unirá a este hombre: la guerra
secreta. Para el Imperio, la guerra está a punto de acabar. Para Onoda, la
guerra terminará 10.000 noches después.
Comentarios:
Jean-Pierre Melville
encabezaba sus irremplazables películas con frases enigmáticas, místicas,
fatalistas y memorables. Recuerdo con perdurable temblor la que acompañaba a El silencio de un hombre: “No hay
soledad más terrible que la del samurái. Salvo, tal vez, la del tigre en la
selva”. La asocio continuamente a la durísima y surrealista odisea por la que
navega durante treinta años el protagonista de Onoda, 10.000 noches en la jungla. Y la historia no nace de la
imaginación de un guionista reinventando a otro Robinson Crusoe. Obedece a la
realidad. Ese hombre y su dantesca aventura existieron, además de convertirse
en leyendas.
Aquel militar japonés se
llamaba Hiroo Onoda. Estaba atormentado al principio por no haberse inmolado
como kamikaze. Creía hasta límites extremos en el honor, el cumplimiento ciego
de las órdenes de sus superiores, la convicción de que el emperador era tan
sagrado que merecía que sacrificaras tu vida por él. Cosas que nos resultan muy
raras afortunadamente a la mayoría de los seres humanos. Este hombre fue
adoctrinado en 1944 por su comandante para hacer sabotaje en una isla de
Filipinas. La guerra acabará en 1945. Pero él permanecerá en la selva treinta
años más, combatiendo contra los campesinos y los soldados filipinos, negándose
a creer que la contienda terminó, aunque aparezca incluso su hermano para
convencerle de esa agradable obviedad, aunque un milagroso transistor que ha
encontrado en la jungla le informe de que Estados Unidos tiene abiertas guerras
en Corea y en Vietnam, aunque escuche que el hombre ha pisado la luna. Onoda
sigue a lo suyo. Al principio, en compañía de tres subordinados. Que desertan
de su locura o la palman. Y se queda más solito que la una durante décadas,
sobreviviendo como una fiera acorralada, con la locura rondándole, sin la menor
duda de que está haciendo lo que juró hacer.
Este insólito personaje y
su demencial aventura están muy bien descritos por el director francés Arthur
Harari. Dibuja admirablemente el lado tragicómico, el compromiso moral, la
resistencia física y anímica ante una naturaleza que puede convertirse en feroz
enemigo, la quijotesca negación a admitir lo evidente, la solidaridad, la
complicidad, los desencuentros y las broncas con los otros náufragos, la terrorífica
soledad, el calvario de una persona incapaz de rendirse y de asumir la
realidad. En medio de tanta dureza también hay momentos líricos, humorísticos,
tiernos, compasivos. Este fulano puede ser un fanático, pero también existe en
él un punto de grandeza. Afronta el desastre con el convencimiento de que no
puede traicionar a su palabra, a sus creencias, a su dignidad. Que estas nos
suenen a disparate no quita valor a su empeño en defenderlas hasta el último
aliento.
También hay belleza visual en la forma con la que está fotografiada la naturaleza. Y notablemente interpretada por Yûya Endô y Kanji Tsuda, que dan vida al joven y al viejo Onoda. Y se agradece que el director no recurra al casi siempre grotesco maquillaje para describir el paso de los años en el personaje, esas 10.000 noches malvividas en la tenebrosa jungla. Junto a virtudes tan loables, la dirección del sensible Arthur Harari tiene un problema para mí. Y es que su película dure tres horas. El montador o el productor deberían haberle convencido de que su criatura saldría más guapa si se acortaran algunas secuencias, que no hace falta contarlo todo minuciosamente, caer en la repetición. (Carlos Boyero)
Recomendada (con reservas).
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