miércoles, 4 de mayo de 2022

El hombre que vendió su piel (Kaouther Ben Hania, 2020)

 


Título original: L'Homme qui a vendu sa peau. Dirección: Kaouther Ben Hania. País: Túnez. Año: 2020. Duración: 104 min. Género: Drama.  

Guión: Kaouther Ben Hania. Fotografía: Christopher Aoun. Música: Amin Bouhafa. Montaje: Marie-Hélène Dozo. Producción: Cinétéléfilms, Tanit Films, Kwassa Films, Laika Film & Television, Twenty Twenty Vision Filmproduktion, ZDF/Arte.

Nominada al Oscar 2020 a la Mejor Película Internacional.

Fecha del estreno: 8 Abril 2022 (España)

 

Reparto: Koen De Bouw, Monica Bellucci, Husam Chadat, Rupert Wynne-James, Adrienne Mei Irving, Najoua Zouheir, Yahya Mahayni, Saad Lostan, Nadim Cheikhrouha, Dea Liane, Wim Delvoye, Montassar Alaya, Marc de Panda, Jan Dahdoh.

 

Sinopsis:

Sam Ali, un joven sensible e impulsivo de Siria, abandona su país poniendo rumbo hacia el Líbano huyendo de la guerra. Para poder viajar por Europa y vivir así con el amor de su vida, acepta tatuarse la espalda a manos de uno de los artistas contemporáneos más importantes que existen. Tras convertir su cuerpo en una prestigiosa obra de arte, Sam comprende poco a poco que su decisión implica todo lo contrario a lo que él deseaba en un principio: la libertad.

 

Comentarios:

"En nuestro mundo, las mercancías pueden circular mucho más libremente que los seres humanos", declara alguien en una escena de El hombre que vendió su piel haciendo gala de la misma falta de sutileza que el segundo largometraje de ficción de la tunecina Kaouther Ben Hania deja clara desde su premisa misma: un refugiado sirio acepta que un artista famoso le tatúe en la espalda una reproducción de un visado para ingresar en el espacio Schengen, convirtiéndolo así en una obra de arte andante -es decir, en un objeto- y, en consecuencia, proporcionándole libertad de movimiento por Europa.

Es una base argumental que rebosa ideas e invita a numerosas discusiones morales, éticas y filosóficas sobre la frivolidad y la estupidez consustanciales al mundo del arte y sobre la explotación a la que Occidente somete a quienes buscan asilo, y Ben Hania se contenta con sugerirlas en lugar de explorarlas; la película, en otras palabras, evita adentrarse en territorios realmente oscuros y, en cambio, opta por convertirse en una historia de amor fundamentada en coincidencias e improbabilidades narrativas pero también absolutamente previsible, y resuelta en un desafortunado tercer acto que frivoliza el drama de los refugiados. Si a pesar de ello funciona realmente bien es, en buena medida, gracias a la destreza con la que Ben Hania adereza su justificada indignación con humor negro y sentido del absurdo. (Nando Salvà)

Recomendada.



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