Título original: Pupille. Dirección: Jeanne Herry. País: Francia. Año: 2018. Duración: 107
min. Género: Drama.
Francis Vesin (Montaje), Sofian El Fani (Fotografía), Jeanne Herry (Guión), Pascal Sangla (Música), Alain Attal, Hugo Selignac,
Vincent Mazel (Producción), Nicolas
Provost Vincent, Mauduit Steven Ghouti (Sonido),
Marie Le Garrec (Vestuario).
7 nominaciones a los
Premios César (incluida Mejor Película y Mejor Director).
Estreno en Sevilla: 01 Mayo 2019.
Reparto:
Sandrine Kiberlain
(Karine), Gilles Lellouche (Jean), Élodie Bouchez (Alice), Clotilde Mollet
(Mathilde), Jean-François Stevenin (Padre de Alice), Bruno Podalydès (Ex de
Alice), Miou-Miou (Irène), Anne Suarez (Laure), Youssef Hadji (Ahmed), Leïla
Muse (Clara).
Sinopsis:
Theo acaba de nacer.
Después de dar a luz, su madre biológica le entrega a un programa de adopción.
Los servicios de adopción deben encontrar entonces a la que se convertirá en su
madre adoptiva. En el otro extremo, Alice (Élodie Bouchez) lleva casi diez años
luchando por ser madre. Un grupo de profesionales trabajará para que Theo y
Alice puedan reunirse.
Comentarios:
La película definitiva en
materia de adopción en país propio, al menos por lo que abarca. Y también por
su ternura, su complejidad y una ambición bien arropada por un cálido disfraz
de sencillez. Es la francesa “En buenas manos”, segundo largometraje de la
también actriz Jeanne Henry, que ha compuesto un relato que suena desmesurado
por su amplitud y que, sin embargo, se ve con la placidez del humanismo y la
congoja de la posible derrota.
Con guion en solitario de
la propia Herry, documentado sin que en su representación suene a protocolo de
actuación, “En buenas manos” engloba todo el proceso de adopción de un bebé,
desde su nacimiento, con meridianas descripciones de todos los intervinientes,
que se van sumando como la necesaria cadena humana que vigila cada paso, y
lucha, al fin, por el bien del niño: la joven madre natural, que, por
circunstancias personales y sociales, ha ocultado su embarazo y acude al
hospital a parir y a entregar a su hijo; la doctora y una enfermera del
hospital; la asistente social asignada a la madre; las asistentes sociales que
se encargan del bebé; el padre de acogida y su familia; y finalmente la persona
que, entre distintos candidatos, se va a hacer cargo del niño, quizá para el
resto de su vida. El sector público, como un ente que se hace palpable en
profesionales de carne y hueso, y la simple y llana gente, que sueña, que
sufre, que goza. El vértigo de lo desconocido.
Herry se las arregla
incluso para, independientemente del proceso, describir algunas de las vidas
privadas de los intervinientes. Y todo en menos de dos horas. Un triunfo.
Además, esquivando los clichés y saliéndose en tres aspectos de la línea de lo
que se entiende por convencional en estos casos: la procedencia social de la
madre natural y su actitud respecto del bebé; la inclusión de familias
monoparentales; y el personaje del padre de acogida, marido de mujer
trabajadora que contribuye casi exclusivamente a la holgada economía familiar,
mientras él cuida del hogar, en un papel que, por desgracia, suele corresponder
a la esposa.
“En buenas manos” solo
apunta un borrón cuando, en el epílogo, Herry añade un nuevo personaje y
pretende un más difícil todavía: la cuadratura del círculo. Pero es apenas un
desliz en una película muy redonda, que utiliza la banda sonora únicamente en
las transiciones, y que tiene la suficiente delicadeza y la pausa necesaria
para ofrecer hermosísimos planos del verdadero protagonista de la historia: el
recién nacido. (Javier Ocaña)
Recomendada.
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