Título
original: The White Crow. Dirección: Ralph
Fiennes. País: Reino Unido. Año: 2018. Duración: 127 min. Género:
Drama.
Barney Pilling (Montaje), Mike Eley (Fotografía), David Hare, Julie Kavanagh
(Guión), Ilan Eshkeri (Música).
Estreno en Sevilla: 01 Mayo 2019.
Reparto:
Oleg Ivenko (Rudolf
Nuréyev), Ralph Fiennes (Alexander Pushkin), Adèle Exarchopoulos (Clara Saint),
Raphaël Personnaz (Pierre Lacotte), Chulpan Khamatova (Xenia), Sergei Polunin
(Yuri Soloviev), Mar Sodupe (Helena Romero).
Sinopsis:
Rusia, 1961. Rudolf
Nureyev, el bailarín de ballet más grande de todos los tiempos, viaja por
primera vez fuera de la Unión Soviética como miembro de la prestigiosa Kirov
Ballet Company. Aunque el KGB sigue de cerca sus pasos y a pesar del gran
peligro que conllevaba entonces la deserción, Nureyev huirá tomando una
decisión que podría cambiar el curso de su vida para siempre.
Comentarios:
Gabinete de crisis en una
gélida oficina de Moscú tras la deserción en Francia de un formidable bailarín
del mítico Kírov de Leningrado (hoy, San Petersburgo), el posteriormente
convertido en leyenda Rudolf Nuréyev. Hay sudores fríos, búsqueda de culpables,
temblores de purga. Pero el interrogado, que no es un cualquiera sino una
figura de la disciplina, el maestro Alexánder Pushkin, responde con firmeza:
“Esto no es política. Esto es ballet”.
Son los primeros minutos
de “El bailarín” y su director, Ralph Fiennes, pone en boca propia, pues
también interpreta a Pushkin, su idea de la película: una obra sobre el arte. Y
aunque en ella haya ideas narrativas relacionadas con el cine de espionaje e
incluso con cierto cine político, el destinatario final es, sin duda, el amante
del arte en general, y del ballet en particular (y hay mucho metraje sobre
ello). De hecho, para interpretar a Nuréyev han contratado a un bailarín
profesional, Oleg Ivenko, sin experiencia cinematográfica alguna. Como debe
ser: a un bailarín se le puede guiar en la actuación para que dé el pego
medianamente, y lo hace; a un actor es imposible enseñarle a bailar para que
parezca una estrella creíble.
Al igual que en sus dos
trabajos anteriores como director, Fiennes se agarra al guion de un reputado
escritor: John Logan, en “Coriolanus” (2011); Abi Morgan, en “The invisible
woman” (2013), y aquí el dramaturgo, director y guionista David Hare (Plenty,
Herida, Las horas), inspirado por la biografía de Julie Kavanagh. Y Hare, de
enorme experiencia y habitual solidez, ha compuesto un relato alejado de lo
cronológico, roto en mil pedazos, al que quizá le sobren las secuencias del
Nuréyev niño, que poco aportan en lo emocional, y que solo le sirven para
intentar apuntalar uno de los subtextos alrededor de la figura del bailarín.
Ese subtexto es el del
complejo de campesino de Nuréyev, que no acaba de plasmarse con cohesión entre
lo que se dice y lo que se muestra. Y la fallida secuencia de la discusión en
el restaurante nunca llega a ejemplarizar ese estigma de (falta de) clase. Sin
embargo, el resto de la estructura, que se mueve en hasta cuatro tiempos
distintos (la gira parisiense de la compañía, que desemboca en la huida; sus
consecuencias; su formación y estancia en casa de Pushkin, y su niñez) es muy
atractiva.
Más que correcta en su
descripción de los tentáculos de la KGB, “El bailarín” es finalmente un relato
de amor al arte. Como el que busca el propio Nuréyev a cada paso, ya sea una
pintura o una partitura. Fuente de inspiración para su imparable explosividad
física y su búsqueda de lo sublime. (Javier Ocaña)
Recomendada
(con reservas).
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