Un artículo de JUAN JOSÉ ROLDÁN
Acabo de enterarme.
Michel Legrand murió anoche, y me ha recorrido un indescriptible escalofrío
cuando recuerdo cómo hace justo un año disfrutamos aquí, en el Lope de Vega, de
su excelente forma al piano y la voz, recorriendo algunos de sus más memorables
e inolvidables éxitos. Con él se va otra leyenda de la música ligera, el jazz y
las bandas sonoras.
Recuerdo cómo siendo un
niño crecí al son de una versión cien por cien respetuosa del tema de amor de
Verano del 42 a cargo de la Orquesta de Dimitri Papadopoulos, una de tantas
grabaciones que llenaban las estanterías de la sección de discos de El Corte
Inglés, o la canción de El caso de Thomas Crown, Los molinos de tu viento, en
versión de Henry Mancini y su Orquesta, y cómo luego descubriría su posible
influencia en Penélope de Serrat y Lady Caroline Lamb de Richard Rodney Bennett
respectivamente. El tiempo me hizo descubrir al compositor de la Nouvelle
Vague, con Jacques Demy (Los paraguas de Cherburgo, Las señoritas de Rochefort)
y Agnes Varda (Cleo de 5 a 7), y al fiel colaborador del matrimonio Alan y
Marilyn Bergman (El caso Thomas Crown, What Are You Doing the Rest of Your
Life, de Con los ojos cerrados, How Do You Keep the Music Playing, de Amigos
muy íntimos, o las espléndidas canciones de Yentl, que le valieron su tercer
Oscar).
Frank Sinatra, Barbra
Streisand, Shirley Bassey, Matt Monro, Sarah Vaughan, Ray Charles Jessye Norman
o más recientemente Natalie Dessay, por citar sólo algunos artistas, entonaron
sus canciones apoyadas en maravillosas melodías y elegantes arreglos,
irremediablemente asociadas a una época y una forma de ver la vida diferentes.
Con lágrimas en los ojos, lo aseguro, escucho los títulos de crédito de
Pret-a-Porter, una música que resume su talento, su glamour y su excelente
habilidad para combinar lo clásico y el jazz, con ritmo y elegancia. ¿Qué vamos
a hacer el resto de nuestra vida? De momento adaptarnos y seguir disfrutando
del legado de Legrand, deseando que allí donde se encuentre, si de verdad vamos
a alguna parte, nos cante con su dulce y quebrada voz aquello de Te esperaré.
De momento les recomiendo escuchar a la soprano neozelandesa Kiri Te Kanawa en
el disco que grabó con él en 1992, Magic, la emocionante Comme elle est longue
a mourir ma jeunesse. Yo no puedo evitar llorar cada vez que lo hago.
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