Título
original: Anatomie d'une chute. Dirección: Justine
Triet. País: Francia. Año: 2023. Duración: 150 min. Género:
Drama, Thriller.
Guión: Arthur Harari, Justine
Triet. Fotografía: Simon Beaufils. Montaje:
Laurent Sénéchal. Producción:
Les Films Pelléas, Les Films de
Pierre.
Palma
de Oro en el Festival de Cine de Cannes 2023. Mejor Película en los Premios del
Cine Europeo 2023.
Fecha del estreno: 6 Diciembre 2023 (España).
Reparto:
Sandra Hüller (Sandra Voyter), Swann Arlaud.
(Maître Vincent Renzi), Milo Machado Graner (Daniel), Antoine Reinartz
(Abogado), Samuel Theis (Samuel Maleski), Jehnny Beth (Marge Berger).
Sinopsis:
Sandra, una escritora
alemana, vive con su marido Samuel y su hijo ciego, Daniel, en un chalé en
medio de los Alpes franceses. Cuando Samuel fallece en misteriosas circunstancias,
la investigación no puede determinar si se trata de un suicidio o de un
homicidio. Sandra es arrestada y juzgada por asesinato, y el proceso pone su
tumultuosa relación y su ambigua personalidad en el punto de mira.
Comentarios:
Las películas sobre
procesos o dramas judiciales forman un verdadero subgénero, dentro del más
amplio del thriller o policiaco. Y es que el cine ha encontrado quizá aquí la
única manera de mostrar el derecho como algo divertido. Todo conflicto que no
pueda ser resuelto de manera amistosa tiene que plegarse a los trámites y a la
jerga jurídicos, por lo que es casi obligada esta recurrencia del cine de dicho
subgénero cuando todo aquel tiene como una de sus notas definitorias, al menos
según la ortodoxia del guión, la de plantear y eventualmente resolver un
conflicto determinado. Si se quiere desgranar este con minuciosidad, apelando a
un tratamiento más racional que pasional, pero sin renunciar a la fascinación
(de ahí la diversión) que despierta todo análisis de algo desconocido o
incierto, la investigación criminal o el proceso judicial se prestan bien a tal
labor. Es casi como el equivalente de una autopsia, para el forense, que al
examinar las entrañas de un cadáver descubre toda la descomposición que ha
podido conducir a su muerte. En una investigación o en un proceso, también se
trata de levantar capas para revelar el meollo de un crimen, usando la palabra
en lugar del bisturí, aunque aquella puede funcionar igualmente como
herramienta de incisión y disección. Por ello es afortunado el título del
magistral drama judicial, Anatomía de un asesinato, dirigido por Otto Preminger
y protagonizado por James Stewart en 1959. Al mencionar ya el asesinato en el
título, quedaba claro el tipo delictivo sobre el que giraría toda la película.
Para su tercer trabajo,
que ha decidido integrar en todo este subgénero, Justine Triet sigue aquel
referente clásico y lo titula Anatomía de una caída. Sin embargo, en
este caso no se hace referencia directa a un crimen, teniendo en cuenta por lo
demás que la caída en cuestión tiene dos acepciones: física y psicológica. Un
hombre cae desde el ático de su casa sobre el suelo nevado, pero ello
desencadena (o refleja) una caída de otro tipo, la de su familia, y en
particular la de su mujer (Sandra Huller). Enseguida ésta aparece como
sospechosa, pues no habría motivo para que este hombre se precipitara, fatal y
voluntariamente, desde lo alto de su domicilio, ni de que otra persona entrara,
vil y subrepticiamente, en su interior para empujarlo. El matrimonio vivía en
una casa aislada, y su hijo único estaba paseando a su perro. Tales son los
hechos que observamos en el primer tramo de metraje, antes de que sean
recreados y valorados hasta la saciedad en la instrucción y el juicio
subsiguiente. Esto último concentra el grueso del metraje y Triet y su
coguionista Arthur Harari lo desarrollan con gran verosimilitud, tanto
narrativa como estrictamente jurídica (se nota en este punto el asesoramiento
experto). Con todo, el filme ya destaca en su parte anterior, la antes
relatada, porque ya entonces advertimos muchos detalles significativos. Por
ejemplo, la transición entre el instante posterior al fallecimiento del hombre
(antes no se le ha visto, solo se le intuía fuera de campo) escrutado por el
perro, y el siguiente plano en que este animal camina por la casa ya ocupada
por los agentes, hasta una foto de su antiguo amo (es la primera imagen suya,
solo retratada, sin vida). Se establece pues un vínculo temprano entre hombre y
mascota (aunque esta sea más bien custodia del niño), en apariencia anodino,
que luego será clave para desentrañar todo este misterio.
Esta primera parte de la
historia, además de impulsar muy oportunamente el drama, es muy ajustada desde
un punto de vista técnico, aunque de nuevo, de primeras, no lo parezca.
Seguimos hablando de las transiciones, en este caso mediante el empleo de la imagen
y el sonido, como por ejemplo los planos sucesivos y progresivamente alejados
de la casa, con la reducción en volumen de la música diegética, para poco
después volver al interior de esa localización, una vez acontecida la
desgracia, y con otro número paralelo de planos detalle, otra vez con aquella
música, mostrar desde varios ángulos el lugar del “crimen”. Valgan estos
ejemplos para dejar constancia de uno de los grandes méritos de esta cinta, que
es presentar como fortuitos o espontáneos, ya sea narrativa o técnicamente,
elementos que en el fondo están muy pensados y que tienen mucho sentido. Este
fondo concienzudo se corresponde bien con el mentado género de Anatomía de
una caída, y con su voluntad de revelar, progresiva pero incansablemente,
todas las dimensiones de esa caída, tanto la del hombre solo como la de su
matrimonio. Realmente, quien toma el protagonismo es su mujer, en cuyo papel
Sandra Huller nos regala una actuación tan portentosa como matizada, en varios
registros y en dos idiomas alternos. Guión e interpretación son así los puntos
fuertes de la película, si bien como decíamos su puesta en escena tampoco es
descuidada. No estamos ante una obra demasiado original, pues sigue la estela
de todos sus referentes cinematográficos, pero apenas se le pueden encontrar
fallos en su concepción y ejecución, precisamente por su grado de detalle.
Hasta cabe mencionar uno que podría restar verosimilitud al conjunto, como es
la conversación recordada por un testigo años después, para resolver una duda,
recurso habitual en este género pero que sería imposible en la vida real (nadie
tiene tan buena memoria). Pues bien, hasta esto tiene aquí su explicación. En
cualquier caso, no todo es expositivo sino que se deja margen para la
interpretación, incluyendo, como suele suceder, la culpabilidad de la acusada y
las circunstancias reales del mediático crimen, por lo que el espectador tendrá
que tomar partido en todo un juego que, por mucha prueba y verdad que se
aporten, no deja de ser puramente subjetivo. (Ignacio Navarro)
Recomendada.
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