miércoles, 13 de julio de 2022

Competencia oficial (Gastón Duprat, Mariano Cohn, 2021)

 


Título original: Competencia oficial. Dirección: Gastón Duprat, Mariano Cohn. País: España. Año: 2021. Duración: 114 min. Género: Comedia.  

Guión: Gastón Duprat, Mariano Cohn, Andrés Duprat. Fotografía: Arnau Valls Colomer. Producción: Jaume Roures.

Sección Oficial del Festival de Cine de Venecia 2021.

Fecha del estreno: 25 Febrero 2022 (España)

 

Reparto: Antonio Banderas, Penélope Cruz, Oscar Martínez, Irene Escolar, José Luis Gómez, Manolo Solo, Nagore Aranburu, Pilar Castro, Juan Grandinetti, Koldo Olabarri, Melina Matthews, Ken Appledorn, Karina Kolokolchykova, Daniel Chamorro, Stephanie Figueira, Xana del Mar.

 

Sinopsis:

En busca de trascendencia y prestigio social, un empresario multimillonario decide hacer una película que deje huella. Para ello, contrata a los mejores: un equipo estelar formado por la celebérrima cineasta Lola Cuevas y dos reconocidos actores, dueños de un talento enorme, pero con un ego aún más grande: el actor de Hollywood Félix Rivero y el actor radical de teatro Iván Torres. Ambos son leyendas, pero no exactamente los mejores amigos. A través de una serie de pruebas cada vez más excéntricas establecidas por Lola, Félix e Iván deben enfrentarse no solo entre sí, sino también con sus propios legados.

 

Comentarios: 

Las películas y las obras de teatro de duelo actoral entre dos modos de ver la interpretación suelen trascender el arte para alcanzar a la vida. Sus protagonistas, marcados por el ego, pero también por la vulnerabilidad en una profesión con la indeleble marca de la inseguridad, parecen prestos para la desconfianza y, más allá, también para el rencor y hasta para la humillación. Competencia oficial, divertido artefacto de los siempre interesantes directores argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn, comedia negra de cine dentro del cine, sube la apuesta a triángulo de arrogancias: dos actores radicalmente opuestos y una directora de muy especiales métodos ensayan antes del rodaje de lo que aspira a ser una obra maestra.

Penélope Cruz es esa cineasta que con apenas tres películas se ha labrado una gran autoridad. Antonio Banderas es una estrella millonaria y global, asociada a la vieja escuela: la de la sencillez, el carisma y el truco interpretativo; la del colirio y la mirada arrasadora. Óscar Martínez es el prestigio del método, del teatro y de la intelectualidad; el maestro que vive cada papel. En los tres hay imposturas, pero tipos de simulación tan distintos que el papel que deben ensayar, el de dos hermanos que se odian, acrecienta aún más las reticencias entre ellos. Por ahí pululan combates interpretativos como los de La huella, basada en la obra de Anthony Shaffer; La sombra del actor, basada en una pieza de Ronald Harwood; Matar o no matar, este es el problema, dirigida por Douglas Hickox, y El veneno del teatro, obra teatral de Rodolf Sirera, con mítico montaje protagonizado en su día por José María Rodero y Manuel Galiana.

Duprat y Cohn, en su primera película fundamentalmente española, aunque con participación argentina en la coproducción —y con Martínez, claro—, añaden una cuota de conceptualismo a su función: juegos con las líneas rectas arquitectónicas del moderno edificio donde ensayan; momentos cercanos a la abstracción, como la máquina destructora de premios o las performances pergeñadas por el personaje de la directora. Líneas de actuación que ya aparecían, en mayor o menor medida, en las estupendas El hombre de al lado y El ciudadano ilustre, y en la más desigual Mi obra maestra (esta, de Duprat en solitario). Apuestas por el enfrentamiento en torno al arte y a la vida, a la sensibilidad y a la superchería, al sentido común y al fuego de artificio, de las que Competencia oficial es inevitable hermana.

Mejor cuando están ellos tres solos que en las contadas secuencias colectivas, la película quizá no acabe de redondear su negrura, que la tiene, porque en el fondo hay más cariño que ferocidad por sus personajes. Y, como no podía ser de otro modo teniendo en cuenta sus intérpretes, en ellos está buena parte de lo mejor del espectáculo. Cruz arriesga con una insólita dicción, a la que ha aportado un ligero frenillo: un recurso que, en un ejercicio de curiosidad extrínseca, casi parece malvado imaginar como una idea de la actriz en oposición a los directores (o viceversa). Martínez está tan sólido como siempre. Y Banderas, con un toque de comedia superior, es el que provoca las mejores carcajadas, además de demostrar ambos, como intérpretes de unos intérpretes, la enorme variedad de matices con que se puede decir la frase, en apariencia, más sencilla del mundo. (Javier Ocaña)

Recomendada.



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