Director de cine estadounidense, nacido el 3 de octubre de 1898 en Los Ángeles y fallecido el 5 de julio de 1969 en la misma ciudad.
Entre los cineastas que contribuyeron a reafirmar el estilo clásico de Hollywood, bañado por el glamour de las estrellas y una contagiosa alegría de vivir, Leo McCarey ocupó un espacio muy singular. Prototipo de artesano eficiente, con una insuperable capacidad para la comedia disparatada y el melodrama romántico, obtuvo grandes reconocimientos entre la crítica a partir de los dos Oscar con que fue galardonado en el segundo tramo de su carrera: en 1937 por La pícara puritana y en 1944 por Siguiendo mi camino. Estas primeras revalorizaciones de su figura continuarían tras su muerte, al extremo de que desde la década de los años ochenta es considerado como uno de los más significativos autores del firmamento cinematográfico por la notable limpieza de su puesta en escena.
Formado en la escuela de la comedia slapstick, género para el que supervisó y dirigió cerca de trescientos cortometrajes, su entrada en el cine fue sin embargo una cuestión de proximidad geográfica más que de vocación. De hecho, llegaría a licenciarse en Derecho por la Universidad de California y a ejercer como abogado, pero su matrimonio en 1920 le impulsó a probar suerte dentro de la cercana industria cinematográfica, que se asentaba en la soleada California. Sus inicios en este terreno se produjeron en calidad de tercer ayudante de dirección de Tod Browning en la Universal, famosa por sus películas de terror. Hasta que, contratado por Hal Roach, se erigió en uno de los más eficaces creadores de gags para el popular grupo "La Pandilla" ("Our Gang") así como para la pareja formada por Stan Laurel y Oliver Hardy, o para comediantes tan peculiares en su estilo como Harold Lloyd y W. C. Fields.
La llegada del sonoro provocó la lenta muerte del género slapstick, por lo que McCarey decidió aceptar el contrato que le ofrecía la Fox para integrarse en su seno como director de comedias frívolas del estilo de Esposa a medias (Part Time Wife, 1930) e Indiscreta (Indiscreet, 1931), o de parodias como Torero a la fuerza (The Kid from Spain, 1932). Sin embargo, al año siguiente saltó a la Paramount, donde encontró un mayor espacio para la creatividad y sobre todo para demostrar su hasta entonces casi desconocida versatilidad. Tras la mítica colaboración con los hermanos Marx en Sopa de ganso (Duck Soup, 1933), una de las comedias más felizmente disparatadas de la historia del cine, encadenó títulos de géneros variopintos hasta su definitivo salto a la fama con La pícara puritana (The Awful Truth, 1937), que de paso serviría para granjearle un prestigio como director sólido y eficaz al tiempo que lleno de talento narrativo.
Otra de las grandes películas de la década de los treinta fue Dejad paso al mañana (Make way for tomorrow, 1937), que según el propio director era “su mejor película”. La cinta contaba la historia de un anciano matrimonio que reúne a cuatro de sus hijos, ya independizados, para comunicarles que están arruinados y los van a desahuciar en un plazo muy breve. Los hijos deciden entonces repartirse a sus padres: uno se queda con la madre y el otro con el padre, lo que supone un duro golpe para los ancianos, ya que han vivido juntos toda la vida. Este drama ponía el acento en la familia, en la situación de los mayores en el núcleo familiar. Casi cien años después, la situación de muchos mayores continúa siendo parecida.
Fotograma de "Dejad paso al mañana"
McCarey, cuando aceptó su Óscar al mejor director por La pícara puritana, en 1937, el mismo año del estreno de Dejad paso al mañana, dijo "Gracias, pero me dieron el Oscar por la película equivocada". En el 2010, la película Dejad paso al mañana fue considerada «cultural, histórica y estéticamente significativa» por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y seleccionada para su preservación en el National Film Registry.
Sin embargo, fueron sus melodramas musicales junto a Bing Crosby los que le otorgaron el respeto absoluto por parte de la industria cinematográfica. Siguiendo mi camino (Going My Way, 1944) y Las campanas de Santa María (Bells of St. Mary's, 1945) mostraron la faceta sentimental y religiosa de un director que pretendía lograr un cine humanista, cercano a los problemas sociales cotidianos y bañado por un chispeante liberalismo.
Dichos éxitos tendrían continuidad posterior con la comedia romántica Tú y yo (An Affair to Remember, 1957), interpretada en sus papeles estelares por Cary Grant y Deborah Kerr. Este film se ha convertido con el paso del tiempo uno de los clásicos más homenajeados de la historia del cine a través de secuelas y remakes como Algo para recordar (1993), que protagonizaron Tom Hanks y Meg Ryan. Pero a finales de la década de los cincuenta el estilo clásico de Leo McCarey comenzaba a ser ya para entonces un signo vital del ilustre pasado, por lo que tras la burlona Satanás nunca muere (Satan Never Sleeps, 1962) se impuso a sí mismo una discreta retirada.
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