sábado, 19 de marzo de 2022

Las tres luces / La muerte cansada (Fritz Lang, 1921)

 

Título original: Der Müde Tod. Dirección: Fritz Lang. País: Alemania. Año: 1921. Duración: 105 min. Género: Drama, Fantástico, Cine Mudo.

Guión: Fritz Lang, Thea von Harbou. Fotografía: Bruno Mondi, Erich Nitzschmann, Herrmann Saalfrank, Bruno Timm, Fritz Arno Wagner (B&W). Música: Giuseppe Becce. Montaje: Fritz Lang. Producción: Erich Pommer.

Fecha del estreno: 30 Junio 1923 (España)

 

Reparto: Lil Dagover, Walter Janssen, Bernhard Goetzke, Rudolf Klein-Rogge, Hans Sternberg, Erich Pabst, Karl Rückert, Max Adalbert, Wilhelm Diegelmann, Karl Platen, Georg John, Grete Berger.

 

Sinopsis:

Dos jóvenes enamorados viajan en diligencia y, de repente, se une a los viajeros un misterioso desconocido. El vehículo se detiene en una posada, y el desconocido desaparece con el joven. La muchacha busca desesperadamente a su novio y, cuando descubre que es la Muerte quien se lo ha llevado, le implora que se lo devuelva. La Muerte le muestra tres velas (vidas) a punto de extinguirse y le explica que sólo podrá recuperarlo si logra salvar alguna de ellas.

 

Comentarios:

Las Tres Luces (o La muerte cansada, la traducción más cercana a Der müde Tod) es una película alemana, muda, en blanco y negro, estrenada en 1921… Pero pasarán las décadas y la inmortalidad de sus temas (el amor, el tempus fugit, el memento mori) continuará conmoviendo a generaciones, gracias a la magia de una historia ineludible para el ser humano: la historia de su vida.

Las tres luces relata cómo una joven (encarnada por Lil Dagover) pierde a su amado y busca recuperarlo. Le ruega a la Muerte que se lo devuelva. La Parca, cansada de que siempre se la considere una enemiga, decide hacer un pacto con ella: cada vela encendida en su refugio representa una vida, tres están a punto de apagarse; si logra que no se apaguen, que esas personas no mueran (o, al menos, una de las tres velas), la Parca le devolverá a su amado. Ella acepta y nosotros viajaremos a tres segmentos diferentes: uno en un reino árabe en el Ramadán en el que la hermana del califa se enamora de un franco, otro en Venecia donde una mujer intenta salvar a su amado y eliminar a un poderoso hombre que intenta poseerla y matar a su amor, y un último en la China Imperial, donde una pareja, discípulos de un mago, deben entretener a un avaro emperador que querrá apoderarse de la joven.

De este modo, siguiendo obras clásicas de la literatura, tenemos una historia marco que alberga otros tres segmentos (un ejemplo de esta técnica lo vemos en algunos cuentos del alemán E. T. A. Hoffman). En ellos, la protagonista deberá comprender qué es la muerte, la fugacidad del tiempo y el valor de la pérdida, ya que a estos dilemas se suma un último pacto, según el cual si la joven enamorada consigue el alma de alguien que no debía morir, le devolverán a su amado, pero ¿podrá causar la muerte de un inocente para conseguir a aquel que ama?

Pura magia en formato de cine. Estamos ante uno de los clásicos fundacionales de la historia del cine, parte de la etapa alemana del director Fritz Lang, que antes de construir Metrópolis, ya demostraba aquí sus grandes habilidades (no solo para contar una historia, sino también para incluir efectos especiales). El ambiente dramático de la película se mezcla con el tono de aventuras e incluso humorístico, que dotan a todo el cine clásico de ese aire de comienzo, de exploración sin límites, de experimentación que tenía comienzos del siglo XX. Lang concibe así una de las primeras muestras del cine fantástico y una influencia, queramos o no, para muchas obras posteriores. Por ejemplo, es casi imposible no ver algo de la Muerte (encarnada por Bernhard Goetzke) de Las tres luces en El séptimo sello de Bergman o detectar similitudes entre esta historia de amor narrada en diferentes segmentos, pero con los mismos actores interpretando diferentes personajes, y El atlas de las nubes de las hermanas Wachowski.

La película continúa (y continuará) siendo un auténtico hito que ha cautivado al público durante generaciones. Actualmente, remasterizada, entendemos la magia que estas imágenes trasladó al espectador, con la labor encomiable de Arno Wagner y Karl Freund (más tarde, director de La momia de Karloff). La lograda labor de ambientación de Hermann Warm, Walter Röhrig y Robert Herlth marcó un momento cumbre en los inicios del cine. Además, los efectos especiales son otro logro para la época y beben del ilusionismo practicado por autores como Georges Méliès o Alice Guy. Es encomiable el talento y las ansias de abrir nuevos frentes que muestran los creadores. Por ello, Alfred Hitchcock la consideraba una de sus películas favoritas y para Luis Buñuel fue una de sus mayores influencias.

Escrita por Thea Von Harbou, colaboradora habitual del director (y futura esposa de Lang en ese momento), Las tres luces está impregnada del aire de fábula en el que la joven que desafía a la muerte pensando que el amor puede vencerla, deberá aprender lo contrario: el amor no puede vencer a la muerte, pero, en un atisbo de esperanza, puede sobrevivirla. El destino impera (en Estados Unidos, por algo se la llamó Destiny). Frente a la versión más medieval de la Muerte, aquí tenemos a una Parca que, como el título del film indica, está hastiada de su labor, de ser considerada un monstruo, hecho que la humaniza y presenta ideas que se explorarán en siguientes obras. Gracias a su ambiente onírico, ya presente en el guion, todo lo que aparece en pantalla tiene la magia del inicio del séptimo arte, cuando cualquier cosa parecía poder lograrse.

Las tres luces (o La muerte cansada) cumplirá este año su centenario, pero no por ello es menos disfrutable. Más allá de prejuicios o efemérides, su aire de fábula y su moraleja sobre la vida y la muerte sigue siendo una obra imprescindible para los espectadores, una obra que adquiere la inmortalidad. (Carlos J. Eguren)

Recomendada.




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