martes, 18 de enero de 2022

100 días con la Tata (Miguel Ángel Muñoz, 2021)

 

Título original: 100 días con la Tata. Dirección: Miguel Ángel Muñoz. País: España. Año: 2021. Duración: 82 min. Género: Documental.  

Guión: Jorge Laplace, Miguel Ángel Muñoz. Fotografía: José David Montero. Música: Sergio Jiménez Lacima. Montaje: Mercedes Cantero, Darío García García. Producción: David Casas Riesco, Miguel Ángel Muñoz (Paciencia Films).

Mejor Documental en los Premios Forqué 2021.

Fecha del estreno: 29 Diciembre 2021 (España)

 

Reparto: Miguel Ángel Muñoz, Luisa Cantero.

 

Sinopsis:

Los padres del actor Miguel Ángel Muñoz tuvieron que recurrir a la “Tata” (Luisa Cantero) para que cuidara a su hijo mientras ellos trabajaban. Desde entonces, la Tata (97) y Miguel Ángel (38) nunca se han separado. Pero tras varias complicaciones de salud de la Tata, Miguel Ángel se da cuenta de que su historia de amor se puede acabar y decide llevar a cabo todas las cosas que tiene pendientes de hacer junto a ella: un road trip, conocer los orígenes de Luisa y hasta rodar una película juntos. Una aventura que se ve interrumpida por la llegada de la pandemia. Un giro que, lejos de entristecerlos, hará que ambos estén más unidos y disfruten más que nunca durante 100 días juntos en un piso de 35m2. Pero que también forzará a Miguel Ángel a encarar su mayor miedo: la separación de la persona más importante de su vida.

 

Comentarios:

Pese a la extendida creencia, en las historias bonitas no tiene por qué haber una película dentro. El cine necesita progreso, duda, conflicto, encrucijadas, caídas, redenciones. También un punto de vista adecuado. Una mirada y una voz. Y la mirada más cercana (y en principio más noble) no siempre es la más adecuada. A veces se necesita un paso atrás, o a un lado: que el que cuente la historia no esté tan contagiado por lo ocurrido, por sus personajes y por su evolución.

En el transcurso de una de las ediciones del programa de televisión MasterChef Celebrity, el actor Miguel Ángel Muñoz, a la postre ganador del concurso, se reveló para el espectador como un chaval fabuloso en lo personal: honesto, trabajador, noble, simpático, solidario, cercano y con una extraordinaria relación familiar con una anciana a la que llamaba la Tata, de nombre Luisa Cantero y hermana de su bisabuela, que en varias visitas al espacio conquistó a la audiencia. Esa relación, que el propio Muñoz califica como “de amor”, se convirtió posteriormente en un fenómeno viral del que se hicieron eco los medios de comunicación durante los primeros meses de la pandemia, gracias a una serie de vídeos en directo protagonizados por ambos. Y ahora el actor completa con 100 días con la Tata, documental dirigido por él mismo, su homenaje a la persona que le cuidó cuando era niño —y sus padres, por cuestiones de trabajo, no podían hacerlo—, y de la que ya nunca se separó.

En un momento de su debut en la dirección, galardonado con el premio al mejor documental en los Forqué, Muñoz confiesa: “¿Por qué una película? Porque soy un romántico de mi profesión. Así que me rodeé de un equipo de 25 personas, como si la fuera a estrenar en salas. Pero la hacía para mí”. Aparte de las contradicciones evidentes de la declaración, en esas palabras quizá esté la esencia de por qué su historia parece compuesta desde una mirada y una voz erróneas. Desde las suyas. Dirigida por él, con él de coprotagonista, con el hilo conductor de una vida en comunión que lo tiene a él como eje junto a su compañera de 97 años, a partir de una serie de entrevistas a sí mismo en las que explica, valora, ríe, llora y se conmueve. Todo eso le lleva a algunos, por llamarlos de alguna manera, desajustes: unos primeros veinte minutos que ejercen de publirreportaje de su propia vida profesional; un grandes éxitos en el que no caben los tropiezos ni los fracasos; y unas declaraciones a cámara en las que incluso pierde en ciertos momentos la naturalidad que siempre muestra en la vida diaria. Algo, además, muy lógico. ¿Quién no parecería un tanto falso hablando de sí mismo todo el rato?

En la película, junto a los exhaustivos y encomiables cuidados del joven hacia la mujer tras haber sufrido un ictus, y continuas bromas, conversaciones, cariños y complicidades, también vemos las sesiones de terapia psicológica de Muñoz, filmadas por su propia cámara. Y el espejo se resquebraja: alguien mirándose a sí mismo en una labor elogiable, pero que hubiera necesitado un paso a un lado. Solo en el último trecho, cuando el actor parece toparse contra el muro del “amor a una imagen” y a “los deseos de ser de un determinado modo” con respecto a sí mismo, llega una cierta disyuntiva. El resto, sin embargo, es un retrato en forma de selfie que puede ser bonito en lo personal aunque nunca trasciende a lo cinematográfico, y que además cae unas cuantas veces en lo impudoroso. La fuerza de la naturaleza que es la Tata y el maravilloso cariño de su sobrino biznieto merecían una mirada menos subjetiva. (Javier Ocaña)

Recomendada (con reservas).




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