Título original: Palmeras en la nieve. Dirección: Fernando González Molina. País: España. Año: 2015. Duración: 163 min. Género: Drama. Guión: Sergio G. Sánchez, basado en la novela de Luz Gabás.
Diseño
de Producción: Antón
Laguna. Fotografía: Xabi Giménez. Montaje: Irene Blecua y Verónica Callón. Música: Lucas Vidal. Dirección Artística: Patricia Arango y Serafín González. Estreno en España: 25 diciembre 2015.
Intérpretes: Mario Casas (Kilian), Adriana Ugarte (Clarence), Macarena
García (Julia), Alain Hernández (Jacobo), Berta Vázquez (Bisila), Emilio
Gutiérrez Caba (Antón), Celso Bugallo (Kilian mayor), Laia Costa (Daniela),
Petra Martínez (Julia mayor) y Fernando Cayo (Garuz), Daniel Grao (Manuel),
Joana Vilapuig (Catalina).
Sinopsis:
Es 1953, Kilian abandona la montaña oscense para emprender con su hermano
un viaje a Fernando Poo, una antigua colonia española en Guinea Ecuatorial.
Allí les espera su padre, en la finca Sampaka, donde cultiva uno de los mejores
cacaos del mundo. En la colonia descubrirán que la vida social es más
placentera que en la encorsetada y gris España, vivirán los contrastes entre
colonos y nativos y conocerán el significado de la amistad, la pasión, el amor
y el odio.
Fotograma de "Palmeras en la nieve" |
Comentarios:
Superproducción española que llega a los cines al mismo tiempo que se
conocen las nominaciones a los Goya de este año. Le han caído 5 nominaciones,
incluyendo la dirección de producción, que sin lugar a dudas, es impecable.
Pero ¿y lo demás? La película no ha seducido mucho a la crítica, que en su mayor
medida la ha tildado de excesivamente romántica, rayando casi en la cursilería,
mientras que el público, llamado por los abdominales de Casas, abarrotan las
salas. Nuevamente disparidad de criterios entre la crítica y el público.
Como en las míticas primeras líneas de Memorias de África, el
protagonista de Palmeras en la nieve, novela éxito de ventas de Luz Gabás que
ha llevado a la pantalla Fernando González Molina, también podría haber
susurrado “yo tenía una granja en África...”, y encajar a la perfección en el
espíritu de la historia. Exotismo, nostalgia, Historia (con mayúscula), romanticismo,
tragedia. La comparación no es baladí porque da una idea de la que han montado:
una de esas películas con ambiciones más grandes que la vida, una
superproducción ambientada en una época y un lugar extraños (isla de Fernando
Poo, Guinea Ecuatorial), de casi tres horas de duración, sobre un tema apenas
tratado en la literatura y el cine nacionales, el colonialismo durante la
dictadura.
Cuando casi ni Hollywood fabrica ya este tipo de productos, el cine
español se atreve. Bien por ahí. Si no fuera porque las pretensiones se quedan
(y cumplen con creces) en lo comercial, en la fachada, en la factura técnica y,
digamos, empresarial, pero no en los anhelos de calidad, en la trascendencia,
en la complejidad. Así que olviden la comparación con Memorias de África.
Palmeras en la nieve, película adaptada por Sergio G. Sánchez (El orfanato, Lo
imposible), es un best seller en imágenes, con todo lo que ello conlleva.
“Política en la mesa, no, por favor”, dice una mujer española de Fernando
Poo en una comida con familia y amigos. Sólo le falta decir: “Política en una
película con aspiraciones comerciales, no, por favor”. Aquí lo que importa son
los sentimientos más básicos, deseo, envidia, poder, expuestos como un torrente
de pasión pero sin relevancia. Puntualmente, cayendo en un lacrimoso
sentimentalismo; y otras, en un gratuito y sonrojante erotismo blando para
mayorías (el polvo en la playa tras la cascada). Sin embargo, bajo el criterio
del crítico Javier Ocaña, pese a su elefantiásica duración, la narración y el
ritmo son muy dignos, y González Molina demuestra, sobre todo teniendo en
cuenta su juventud, un superlativo manejo de un artefacto con múltiples
resortes: puesta en escena, control de los figurantes, de la acción y de los
intérpretes, en un entorno peliagudo.
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