Título original: 45 Years. Dirección: Andrew Haigh. País: Reino Unido. Año: 2015. Duración: 95 min. Género: Drama. Guión: Andrew Haigh, basado en un relato corto de David
Constantine. Productora: The Bureau. Fotografía: Lol Crawley. Diseño de producción:
Sarah Finley. Montaje: Jonathan Alberts. Sonido: Joakin Sundstorm. Dirección artística:
Sarah Finlay. Vestuario: Suzie Harman. Fotografía: Lol Crawley. Estreno en España: 18 diciembre 2015.
Intérpretes: Charlotte Rampling (Kate Mercer), Tom
Courtenay (Geoff Mercer), Geraldine James (Lena), Dolly Wells (Charlotte),
David Sibley (George).
Sinopsis:
Falta sólo una semana para el 45º aniversario de su boda, y Kate Mercer
está muy ocupada con los preparativos de la fiesta. Pero entonces llega una
carta dirigida a su marido, en la que se le notifica que, en los glaciares de
los Alpes suizos, ha aparecido congelado el cadáver de su primer amor.
Tom Courtenay y Charlotte Rampling |
Comentarios:
Tercer trabajo del británico Andrew Haigh (Greek Pete, 2009; Weekend,
2011) que fue presentada enm la pasada edición de la Berlinale y cosechó un
doble triunfo, el Premio al Mejor Actor y a la Mejor Actriz. Y es que, sin
quitarle ningún mérito a Tom Courtenay, la Rampling está que se sale. Sería
injusto que no le cayera una nominación al Oscar, cuando se trata de una de las
mejores interpretaciones del año.
Una película es por definición un trabajo de síntesis. En ella se
conjugan una larga serie de elementos, desde las elipsis, transiciones y otras
técnicas de montaje, hasta el decorado y la puesta en escena, pasando por el
sonido y la música, que tratan de transmitir la mayor cantidad de información
en el menor tiempo y espacio posibles. Con todo, el efecto no debe ser cargante
ni abrumador, sino lograr que todos estos factores le lleguen al espectador de
forma imperceptible y orgánica. En otras palabras, son raros los filmes cuyas
coordenadas espacio-temporales coinciden con las reales, pero son muchos más
las que tienen esa intención, pues al fin y al cabo se trata de captar un
fragmento de la realidad para inmediatamente trascenderla. Y más difícil y meritorio
todavía es introducir elementos añadidos que expresamente ciñen la narración
para a través de ello contarnos algo más profundo, que va más allá de los
límites que se ha trazado el propio cineasta. Para mayor concreción, estamos
hablando de un tipo de cine que ya casi constituye un subgénero, cuya tradición
puede remontarse a las obras de Bergman o Fassbinder: piezas de cámara que en
torno a las relaciones de pareja pueden abarcar toda una vida, con un discurso
que enseguida se vuelve universal. En efecto, las escenas de un matrimonio nos
muestran unas vivencias muy personales, con las que a la vez nos podemos sentir
también muy identificados, al tratarse de un marco tan familiar como repleto de
conflictos latentes y experiencias compartidas.
Ignacio Navarro nos comenta que este escenario es el que reconstruye
Andrew Haigh en 45 años (45 Years). En su trabajo anterior, Weekend (2011),
Haigh ya había demostrado una visión propia y sensible, que también tuvo un
gran reconocimiento en los certámenes que recorrió, para retratar la intimidad
de seres a menudo marginales, aprovechando su aislamiento para sacar a relucir
sus deseos y traumas más internos. Sin embargo, tanto en esa película anterior
como en su ópera prima, Greek Pete (2009), las historias y los personajes eran
más cercanos a su propia biografía. Y es que estamos hablando de un cineasta
gay y aún joven (tiene 42 años), que ahora sin embargo se atreve con la
adaptación de un relato sobre una pareja heterosexual a punto de celebrar su
45º aniversario. La sensación de retraimiento es en cualquier caso parecida,
pues estos protagonistas también viven apartados de gran parte de la sociedad,
tanto por su edad y sus hábitos como por su propia y elegante morada, situada
en la campiña inglesa de Norfolk. Y como adelantábamos, el enfoque cerrado se
acentúa con ciertas pautas exógenas, en este caso por ejemplo mediante rótulos
que nos indican cada día que pasa en la semana en la que transcurre toda la
película, aquella que culmina en el sábado al que corresponde la apuntada
celebración. Al mismo tiempo, desde un comienzo una noticia trastoca este
apacible entorno, de manera que en él se desarrollan dos líneas paralelas: la
que sigue las coordenadas físicas que se han marcado, y la que se retrotrae a
más atrás y nos dibuja el periplo de todo un matrimonio.
Charlotte Ramplin en "45 años" |
En efecto, el metraje arranca con la carta que recibe el marido, Geoff
Mercer (Tom Courtenay), donde se le informa que han encontrado el cuerpo de su
primer amor, que hace décadas cayó por un precipicio en las montañas suizas y
quedó congelado e inaccesible. Su mujer Kate Mercer (Charlotte Rampling) no le
da importancia al suceso, pues es un hecho pasado del que ya no tienen por qué
preocuparse. Pero Geoff muestra signos crecientes de turbación, llegando a
plantearse viajar hasta Suiza para reconocer el cadáver, pues en su día los dos
vivían como si estuvieran casados y a él le correspondería la identificación.
No es ésta la única revelación que le hace a Kate, inicialmente dispuesta a
desenterrar ese episodio anterior al momento en que ella y su esposo se
conocieron, y a tratarlo con comprensión y complicidad, pero cada vez más
reacia a aceptar la trascendencia que adquiere para Geoff, y que amenaza con
resquebrajar toda la vida que él y ella han construido juntos. Se trata en
definitiva de mostrarnos con un puñado de escenas cotidianas, interrumpidas
ocasionalmente por momentos de desesperanza o de enfrentamiento, cómo pueden
coexistir dos personas que no tenían todo tan bien atado como pensaban.
El
alcance de la narración parece entonces limitado, y ante ello lo que se antoja
más difícil para Haigh, sus actores y su equipo es atrapar nuestro interés
desde el principio y mantenerlo a lo largo de esta historia tan austera en
apariencia como pasional en el fondo. La tarea se presenta tanto más compleja y
envidiable cuanto que su ritmo es pausado (pues cada corte está muy medido,
incluso para pasar a un mero contraplano) y sus acciones son a priori anodinas
(incluyendo numerosos paseos o labores de cocina). Y todavía es más admirable
que se consiga este objetivo sin recurrir a la estilización visual, sino
simplemente mediante toda la potencia que pueden transmitir una mirada, una
palabra o un gesto. Así es, las largas y pausadas tomas en las que se divide el
metraje tienen una gran energía gracias a la enorme carga emocional y la
capacidad de absorción que alcanzan sus intérpretes. Aunque la actuación de Tom
Courtenay también es memorable, sobresale en particular la de Charlotte
Rampling, en el papel de una mujer que acumula toda una serie de sentimientos
contrapuestos y que ella transmite con fuerza y a la vez con naturalidad.
Estamos sin duda ante una de las mejores interpretaciones de los últimos años,
y esperemos que al menos alcance una nominación al Óscar, que además a estas
alturas de su carrera ya se le debe a esta experimentada actriz. Sobre sus
espaldas descansa buena parte del atractivo de esta cinta, cuyas demás
cualidades comparten además la virtud propia de este personaje, como es la de
interiorizar lo que le acontece y desvelar sus impulsos sólo de forma
progresiva. En definitiva, 45 años es una película de una lucidez y una sabiduría
extraordinarias, tanto más cuanto que ese valor excepcional surge, casi sin
darnos cuenta, de una historia que debería resultar ordinaria.
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