Título original: Macbeth. Dirección: Justin Kurzel. País: Reino Unido, Francia y EE.UU. Año: 2015. Duración: 113 min. Género: Drama. Guión: Todd Louiso, Jacob Koskoff y Michael Lesslie, basado
en la obra de William Shakespeare. Producción: Iain Canning, Emile Shermann, Laura Hastings-Smith.
Diseño
de Producción: Fiona
Crombie. Fotografía: Adam Arkapaw. Música: Jed Kurzel. Vestuario: Jacqueline Durran. Estreno en España: 25 diciembre 2015.
Intérpretes: Michael Fassbender (Macbeth), Marion
Cotillard (Lady Macbeth), David Thewlis (Duncan), Jack Reynor (Malcolm), Sean
Harris (Macduff), Paddy Considine (Banquo), Julian Seager, Elizabeth Debicki, David
Hayman, James Michael Rankin, Barrie Martin y Ross Anderson.
Sinopsis:
Ésta es la historia de un líder guerrero, involucrado en una guerra y que
se propone reconstruir la relación con su esposa. Se trata de una de las
tragedias más importantes de la literatura. Adaptación de la obra de William
Shakespeare.
Fassbender y Cotillard en "Macbeth" |
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Presentada en la última edición del Festival de Cannes, dentro de la
sección oficial a concurso, esta versión del clásico de Shakespeare que realiza
Justin Kurzel a cautivado a gran parte de la crítica. En el reparto el gran
Fassbender y la siempre interesante Marion Cotillard.
Estas son algunas de las referencias que realizó Luis Martínez a su paso
por Cannes:
Justin Kurzel presentó su particular versión de la tragedia en cinco
actos de Shakespeare. Al cineasta australiano se le conoce por una película que
hace un lustro hizo saltar las meninges de más de uno: 'Snowtown'. Brutal hasta
la inmisericordia.
Pues bien, en la misma línea y con Michael Fassbender y Marion Cotillard
literalmente abiertos en canal, el director acierta a componer una sinfonía
violenta de sangre, mugre y desesperación. Todo ello en un ambiente opresivo
muy cerca de la composición abstracta. Importa, por encima de cualquier otra
consideración, la capacidad del texto de empapar la pantalla hasta transformarla
en un cuadro de Rotko; un lienzo barnizado de bilis. Suena extraño y, en
efecto, lo es aún más.
Pocos de los textos del Bardo se antojan tan diáfanos y tan cerca del
cine moderno como el drama del rey de Escocia. La traición, el poder, la culpa,
la ambición y la carne se mezclan en un universo perfectamente reconocible, a
vez íntimo y mitológico. Por ello quizá, ha vivido tantas y tan brillantes
adaptaciones. Desde el barroquismo mágico, llamémoslo así, de Orson Welles a la
enérgica y brutal transparencia de Akira Kurosawa, pasando por el gesto turbio
de Roman Polanski, 'Macbeth' se mantiene perfecto en su detallada descripción
de la herida de estar vivo.
A Kurzel le gusta mantenerse cerca del tumulto. En estado de borrachera
existencial. La idea es trasladar a la superficie de la mirada el gesto
convulso que anima cada línea del texto. Le importa al director el crujir de
los huesos, el refulgir sucio de las espadas, la sangre coagulada sobre el
rostro y sobre cada palabra declamada.
Y así, toda la cinta vive pendiente más de la transformación del
protagonista de hombre de juicio a loco, que de héroe a villano. Y mucho más
del viaje de ella de culpable de su ira a víctima de sus deseos. En efecto,
Lady Macbeth es ahora una víctima, que no una víctima inocente. El matiz
importa. Se trata de atrapar a la pareja protagonista en el escenario
necesariamente en llamas de la vida, cualquiera de ellas.
El resultado es una película que exige ser contemplada en pie: tan
enfebrecida como violenta; tan desestructurada que se diría compuesta por el
mismo idiota que, recuerden, hace de la existencia un simple cuento de ruido y
furia.
El
film de Kurzel puso, sin duda, el más sonoro y brutal fin de fiesta imaginable
en Cannes 2015.
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