Título original: The eagle. Dirección: Kevin Macdonald. País: USA. Año: 2011. Duración: 114 min. Género: Aventuras, Drama.
Guión: Jeremy Brock (basado en la novela “El águila de la Novena Legión”, de Rosemary Sutcliff). Fotografía: Anthony Dod Mantle. Música: Atli Örvarsson. Montaje: Justine Wright. Vestuario: Michael O’Connor. Diseño de producción: Michael Carlin. Producción: Duncan Kenworthy.
Fecha del estreno: 8 Abril 2011 (España).
Reparto: Channing Tatum (Marcus Aquila), Jamie Bell (Esca), Donald Sutherland (Aquila), Mark Strong (Guern), Denis O’Hare (Lutorio), Tahar Rahim (príncipe de los Foca).
Sinopsis:
Siglo II d.C. Un legionario romano, Marcus Aquila, y su esclavo celta Esca emprenden la búsqueda de la Legión Novena, una compañía romana que desapareció veinte años atrás en alguna parte del Norte de Escocia y a cuyo frente se encontraba un general que era el padre de Marcus.
Comentarios:
Sus integrantes siguen yaciendo en un lugar desconocido desde hace 1.900 años, pero el mito de la IX Legión del Imperio Romano sigue vivo. Al menos para la literatura y el cine, que siguen indagando, como alimento de un suceso con más pinta de (preciosa) leyenda que de estricta realidad, en el destino de unos cuantos miles de hombres que pudieron perecer en Britannia, en el siglo II, a manos de los pictos (ahora Escocia), sin dejar rastro alguno. Sin embargo, la gran película sobre el mito aún está por llegar. Ni lo fue Centurión (Neil Marshall, 2009) ni lo es La legión del águila, de Kevin Macdonald, basada en una famosa novela de Rosemary Sutcliff, editada en 1954. De hecho, ambas tienen similares virtudes, pero también parecidos defectos.
En la neoaventura del siglo XXI el cartón piedra y las mallas han dejado paso al hiperrealismo, a la ambientación histórica de impacto y a la credibilidad de las luchas y batallas (decapitaciones incluidas), lo que le da a La legión del águila un aspecto espectacular en su descarnada verosimilitud. Sin embargo, el retrato de caracteres y la calidad de los diálogos están muy por debajo de su aspecto formal. En una película con apenas dos personajes importantes, ambos masculinos, sin una gota de sentido del humor y aún menos de romance (no mujeres y ni haciendo un esfuerzo se cuela la rendija filogay), la relación entre el soldado romano y el esclavo britano debería ser apasionante, marcada a sangre y fuego, cargada de carisma. Pero Macdonald, autor de las notables El último rey de Escocia y La sombra del poder, y su guionista, Jeremy Brock, un habitual de la pompa británica (Su majestad, Mrs. Brown, Retorno a Brideshead), no lo consiguen. El itinerario moral, el que debe acompañar a los personajes en su búsqueda de la verdad, nunca acaba de ser trascendente, o al menos éticamente ambiguo. Está empapado de grandilocuentes palabras (patriotismo, honor), pero ambos conceptos no afectan el uno al otro, sobre todo en el interior del esclavo que debe decidir entre su tierra y una promesa honorable.
De modo que al final la personalidad y el recuerdo solo lo dejan las solemnes miradas de tres grandes secundarios (Donald Sutherland, Mark Strong y Denis O'Hare), y la metafórica fuerza de un monumento real: el muro de Adriano. (Javier Ocaña)
Recomendada (con reservas).
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