“Señor Allnut, ¿sabría hacer un torpedo?”
Esta película estuvo a punto de realizarse trece años antes, en 1938, producida por la MGM, que tenía los derechos de filmación de la novela de C.S. Forester y pensaba en un reparto con Bette Davis y David Niven. Pero a la actriz le horrorizaban los rodajes en exteriores, sobre todo en un rincón inaccesible del continente negro. Bette Davis amaba el estudio y, por eso, la propuesta cinematográfica fue a parar a un cajón hasta que cayó en manos de John Huston.
El magistral director de cine negro tuvo claro enseguida quién encajaba en el personaje de Charlie Allnut, el capitán de una barcaza fluvial mal afeitado, amante de la libertad y un poco borracho, pero también con mucho carácter.Huston describió al personaje a su amigo Humphrey Bogart: “el protagonista es un tipo rudo, y tú eres el más rudo de la city, así que resultas el más indicado para ese papel.” Bogart aceptó, interpretó a su personaje con una entrega fascinante y una ironía socarrona: prueba de ello es que ganó de inmediato su único Oscar, merecido desde hacía tiempo. Le secundaba Katharine Hepburn, que interpretaba a Rose Sayer, una cristiana metodista estricta y solterona. La actriz encarnó el personaje de forma tan brillante como Bogart a Charlie Allnut. Así pues, a Huston le corresponde el mérito de haber conseguido la mejor pareja de actores dispares de la historia del cine para una película romántica y de aventuras, con un éxito contundente para todos los implicados: El film tuvo un gran éxito en taquilla y la crítica se deshizo en elogios hacia todo el equipo.
Rose Sayer es una inglesa tan temerosa de Dios como emancipada que, junto a su hermano (Robert Morley) dirige una misión metodista en el África Oriental. Tras la destrucción del enclave en 1914 por las tropas alemanas y de la muerte de su querido hermano, Rose no tiene más remedio que abandonar el lugar a bordo de “La reina de áfrica”, una barca de vapor con la que el canadiense Charlie Allnut recorre arriba y abajo el río Ulanga haciéndo de correo franco y recadero. Charles y Rose -dos extraños cercados por el enemigo- no saben qué hacer. Se decide por la solución más complicada y así parten río abajo por la peligrosa y rápida corriente que atraviesa la selva. En su huida deberán pasar delante de un fuerte alemán antes de llegar a un gran lago. Pero allí estará apostado un cañonero enemigo, que ambos intentarán hundir con dos torpedos fabricados por ellos mismos. Durante el viaje lleno de aventuras por el río, en el que Rose y Charlie experimentan lo impenetrable que es la vida en la jungla, Rose se va rindiendo al encanto poco convencional de Allnut. Poco después de la mitad del viaje, la mujer florece gracias al amor como una de las plantas de colorido vistoso de la orilla del río. Por otro lado, después de revisar algunas de sus costumbres por imposición de una Rose de ideas fijas que desprecia el alcohol, Allnut se transforma, deja de ser un capitán fluvial, dejado y comodón para convertirse en un hombre valiente y responsable. Al final, por mucho que le cueste creerlo, él y Rose se convierten en pareja.
Desde el punto de vista de la dramaturgia y la interpretación, Katharine Hepburn dio la réplica perfecta a Humphrey Bogart. Ambos actores encarnaron a su modo dos ambientes sociales opuestos, que se salvan en un acercamiento paulatino. Huston dejó que sus actores moldearan el juego de roles entre Rose y Charlie y lo llevaran a lo cómodo. Su amor parece tan poco obligatorio como fuera de lugar. Esta tensión dramática inusual permitió que se creara uno de los romances más bellos y dignos que jamás haya presentado el cine.
En el guion original estaba previsto que Rose y Charlie murieran, pero un final tan melodramático no hubiera encajado aquí. La comicidad complaciente y la ligereza del amor de los protagonistas se hubieran destruido de forma brutal. Ambos consiguen lo imposible: logran vencer al río y a los alemanes. Ese éxito es a la vez una victoria de la ilusión del cine sobre la realidad.
El efecto mágico del amor y del valor en situaciones imprevistas llega así a ser provechoso; “¡soñar el sueño imposible!”, reza el mensaje. Los espectadores también encuentran ese magia en las imágenes exóticas del paisaje fluvial, que reflejan como si fuera un espejo con vida la situación dramática y los sentimientos de Rose y Charlie. Y como en cualquier recorrido por el río, este viaje obstinado por el amor hace las veces de alegoría de la vida.
La película no solo sigue manteniéndose como uno de los grandes clásicos del cine de Hollywood sino que las anécdotas en torno a su rodaje han generado páginas y páginas de literatura y hasta una magnífica película: “Cazador blanco, corazón negro” (1990) dirigida por Clint Eastwood; y es que hablar de “La reina de África” es sobre todo hablar del temperamento rebelde e indomable de un director dispuesto a arrastrar a todo un equipo de rodaje en pos de un capricho personal y de camino crear una obra maestra.
El origen de la película está en la novela homónima de C.S.Forester, conocido especialmente por su serie de novelas protagonizadas por Horacio Juan Blogger, de la que curiosamente el mismo año de “La reina de África”, se estrenaba “El hidalgo de los mares”; Forester durante la II Guerra Mundial trabajó de guionista en Hollywood en filmes de corte propagandístico con el fin de convencer al público americano de que debía unirse al bando de los aliados contra los alemanes.
La novela original “La reina de África”, escrita en 1935, estaba ambientada en 1914 y narraba los esfuerzos de una mujer inglesa, hermana de un misionero anglicano en Tanganika, y el dueño de una pequeña barcaza llamada “La reina de África”, por hundir “El reina Luisa”, un cañonero alemán, y así ayudar a los aliados contra los alemanes para echarlos de África. Huston fue bastante fiel al libro, pero el final no le convencía. Rodó un final más optimista.
Humphrey Bogart estaba en la cumbre de su carrera, trabajando con Huston y Howards Hawks; su pareja era muy estable con la famosa actriz Lauren Bacall. Por su parte Katharine Hepburn era admirada y odiada a partes iguales en Hollywood: por su fuerte carácter independiente y feminista, no era bien vista en una industria tan machista; además estaba su relación extramatrimonial con Spencer Tracy, supuestamente mantenida en secreto, pero conocido por todo el mundo.
“Exceptuando a Huston y Bogart, casi todos los miembros del equipo enfermaron de disentería o malaria. Bogart y Huston se proveyeron de cantidades convenientes de whisky escocés para protegerse. Se cuenta que Humphrey Bogart y Laurell Bacall se lavaban los dientes con whisky y no tocaban el agua. Bogart se jactaba de que los mosquitos que le picaban caían muertos o borrachos. Su fuerza radica en el whisky escocés”, comentó Huston sarcástico” Stuart Kaminsky.
La verdad es que el rodaje fue muy duro: tierras africanas, altas temperaturas, hormigas soldado, sanguijuelas, aguas contaminadas, malaria, disentería… Se cuenta, y lo creo, que Katharine Hepburn seguía una dieta absténica ya que había sufrido a través de Spencer Tracy las penurias del alcoholismo. Al beber sólo agua enfermó de disentería, teniendo que llevar un cubo consigo al rodaje para poder vomitar entre toma y toma. Lauren Bacall que iba en la expedición, ejerció de enfermera, uniendo a las dos estrellas en una buena amistad.
Otra leyenda fue las verdaderas intenciones de John Huston al rodar en el continente africano: En Kenia era ilegal la caza y en El Congo Belga sí se podía ir a safaris y cazar elefantes.
Se ha escrito mucho sobre Humphrey Bogart, nacido el 25 de diciembre de 1899 en Nueva York, a pesar de lo que digan los rumores y muchos han intentado descubrir en qué consistía el “aura de Bogey”, en una ocasión John Huston contestó a la pregunta diciendo, no sin cierto ingenio subversivo, de su mejor amigo y actor: “¡Lo que molesta de Bogart es que cree que es Bogart!. El propio director contribuyó de forma esencial a crear el mito Bogey con tres películas. El 1941, con “El halcón maltés” que supuso el nacimiento del cine negro y en la que Bogart se convirtió en la imagen ideal de todo un género con la pose estoica del detective privado Sam Spade, una gabardina ceñida con un cinturón y un sombrero Stetson calado en la frente, las manos metidas hasta el fondo de los bolsillos y fumando indiferente un Chesterfield blanco como la nieve, sujeto en la comisura de los labios. En 1948, en la versión cinematográfica de una obra de Traven, “El tesoro de Sierra Madre”, presentó un personaje más rudo y distinto, aunque en realidad seguía siendo el mismo: mirada penetrante, aspecto de duro y, en el fondo, un gran corazón. En “La reina de África” (1951), al tipo duro y de gran corazón se le añadió una comicidad irresistible y encantadora, que no era reposada como en “Casablanca” (1942) de Michael Curtiz, sino que parecía provenir de la actitud de Bogey hacia el mundo. El actor dijo una vez que su rostro tenía carácter, algo que le había costado largas noches y gran cantidad de alcohol.
Quizás la fórmula secreta de Bogart radicaba en lo que James Agee, el guionista del filme, describió así: “Bogart siempre es el mismo y me sorprende cada vez. Tiene encanto y no malgasta energía pretendiendo actual. Nunca cambia de expresión, da igual si mira a su amada, el cadáver de un hombre que acaba de matar o una cucharada cualquiera”.
Bogart es y sigue siendo Bogart. Murió de cancer en 1957. No fue una muerte espectacular como la de otros iconos de Hollywood como James Dean o Marilyn Monroe, pero en cualquier caso fue una muerte demasiado temprana.
Lo cierto es que la película es un ejemplo de film de aventuras combinando de manera magistral con componentes de comedia romance y cine bélico. Bogart y Hepburn se alejan del modelo romántico y consiguen crear una relación un tanto estrambótica, entre bellas imágenes africanas.
Virginia Rivas Rosa
El analisis que hace Virginia de la película y sus protagonistas me parece magnífico, tiene una rigurosidad y un espíritu crítico admirable y me ha mostrado aspectos para mi desconocidos de ambos.
ResponderEliminarBien Virginia!continua con tus colaboraciones que nos iluatran a todos