Título original: Hollywood rueda en España (1955-1980). Dirección: Francisco Rodríguez Fernández. País: España. Año: 2018. Duración: 108 min. Género: Documental.
Guión: Francisco Rodríguez y Manuel Espín. Fotografía: Andrés Torres. Música: Francisco Cuenca. Montaje: Alejandro Alonso. Sonorización: Manuel García Pancorbo. Cabecera e Infografía: Manuel Guinea. Producción ejecutiva: Lourdes Sánchez Serrano. Producción: Sateco Documentalia, Televisión Española (TVE), Telemadrid.
Estreno en España: 9 enero 2019
Sinopsis:
En los años 50 los grandes estudios de Hollywood descubren que España es un lugar con muchas ventajas para filmar.
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España se convirtió en los años cincuenta en el plató favorito de Hollywood. Un fenómeno bien conocido y tratado, pero que no había tenido reflejo en el medio más propicio para ello: el audiovisual. El realizador Francisco Rodríguez, que vivió de primera mano aquella época de esplendor, ha dirigido Hollywood rueda en España (1955-1980), un documental que repasa con gran acopio de imágenes de archivo decenas de películas estadounidenses que se rodaron en nuestro país en aquellos años, desde Pandora y el holandés errante, que marcó el comienzo del idilio de Ava Gardner con España, hasta los spaghetti western que lanzaron las carreras de Clint Eastwood y Sergio Leone, pasando por la superproducción predilecta del régimen por motivos ideológicos, El Cid, o películas aclamadas por la crítica y el público internacionales como Espartaco, Lawrence de Arabia, Patton y Doctor Zhivago, la mayor de las superproducciones hollywoodienses rodadas en España.
Coproducida por Sateco
Documentalia, RTVE y Telemadrid, la película tiene dos versiones: una dividida
en dos capítulos de 55 minutos para su próxima emisión en TV, y una de 90
minutos para proyecciones cinematográficas.
De la mano de historiadores, profesores y profesionales de la época, Hollywood rueda en España 1955-1980 explica las causas que hicieron de nuestro país la mayor sucursal del cine norteamericano. La más importante fue la política autárquica del régimen de Franco, que, como otros países de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, prohibió la fuga de capitales de las empresas extranjeras instaladas aquí. Esto significó que las productoras estadounidenses no pudieran sacar del país los beneficios generados por la distribución de sus películas. Un dinero que se acumuló durante los años cuarenta hasta que a Hollywood se le ocurrió reinvertirlo rodando aquí nuevos filmes.
Este modelo ya se había ensayado sobre todo en Italia, donde se hicieron superproducciones como Quo Vadis y Ben Hur. Pero rodar en España era más barato que en Italia y, por supuesto, muchísimo más que en Hollywood (hasta un 50 % de ahorro según un directivo de la época), debido sobre todo a la mano de obra barata.
Otro motivo de peso fue la enorme diversidad paisajística y monumental de la Península Ibérica: las llanuras de la meseta podían representar la campiña inglesa para las batallas de Ricardo III; el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso podía ser Versalles en Los tres mosqueteros (1973), el alcázar de Segovia fue un castillo de ensueño en varias producciones y el desierto de Tabernas fue el salvaje Oeste americano en Por un puñado de dólares (1964) y tantas películas del género wéstern que llegarían tras ella a la provincia de Almería.
En España todo empezó con Pandora y el Holandés Errante, en 1949, un rodaje en Tossa de Mar que supuso el inicio del enamoramiento de Ava Gardner con España (y con el torero, actor y poeta Mario Cabré, lo que obligó a un celoso Frank Sinatra, entonces pareja de Gardner, a visitar nuestro país varias veces). La actriz se enamoró de la cultura popular española y fijó su residencia en Madrid, convirtiéndose en la reina de la noche capitalina, como refleja la serie de Paco León y Anna R. Costa, Arde Madrid.
Al principio el régimen fue reticente a los rodajes norteamericanos en suelo español, pero su actitud cambió radicalmente desde los pactos con Estados Unidos de 1953, que permitieron a España beneficiarse del Plan Marshall. El gobierno de Franco comenzó a ver en los rodajes hollywoodienses una manera de mejorar su imagen internacional y de estrechar lazos con su nuevo aliado, y llegó al punto de alquilar el ejército como figurante en Espartaco (con Kirk Douglas y Laurence Olivier y dirigida por un joven Stanley Kubrick en 1960), donde participaron 3.500 soldados españoles como extras. Este hecho provocó una pequeña crisis dentro del gobierno cuando El socialista, diario opositor en el exilio, publicó en 1959 un artículo titulado “Ocasión: se alquila Ejército”. Las fuerzas armadas participaron también en Salomón y la reina de Saba (1959). El documental muestra una entrevista que concedió uno de sus productores, Ted Richmond, a la prensa estadounidense, en la que aseguró que había pagado por ello 80.000 dólares, lo que en EE. UU. habría costado 20 veces más.
Como no pudo entrar en la Escuela de Cine por no tener el curso preparatorio para la universidad, el director del documental buscó una vía alternativa para dedicarse al mundo del cine, y logró entrar como meritorio en la compañía de Samuel Bronston, el productor que más se involucró en aquel hermanamiento entre Hollywood y España. “Conseguí llegar a la gente que seleccionaba al personal de los estudios Bronston y empecé a trabajar en el departamento de producción, pero a las dos o tres semanas Juan Estelrich March (que en 1976 rodaría El anacoreta con Fernando Fernán Gómez y guion de Rafael Azcona) me sacó de la oficina para trabajar en rodaje”, recuerda Rodríguez, que debutó con 17 años en el equipo técnico de 55 días en Pekín. La película se rodó en un inmenso set construido en Las Matas, en las afueras de Madrid, donde más tarde las pagodas dieron paso a columnas y frontones para la grabación de La caída del imperio romano.
La primera película de Bronston en España fue John Paul Jones (1959), sobre el marino escocés que fue el primer mando naval de los Estados Unidos durante la Guerra de Independencia, y para entonces el gobierno de Franco era tan favorable a los rodajes de Hollywood que le permitió rodar algunas escenas en el Palacio Real de Madrid, incluso en el salón del trono. Del mismo productor (estadounidense de origen ruso y sobrino de León Trotski) llegarían luego películas como Rey de Reyes (1961), en la que actuó Carmen Sevilla junto a un elenco internacional, y El Cid (1961), protagonizada por Charlton Heston y Sophia Loren, una película perfectamente alineada con el uso propagandístico del régimen, que la calificó de interés nacional. Sin embargo, fuera de España la cinta no cosechó el éxito esperado. “Lo cierto es que Bronston lo hizo casi todo bien pero sus películas no funcionaron en taquilla. Consiguió trasladar a España la fábrica de sueños y creó el gigantesco estudio de Las Matas, donde habría rodado muchas películas si su productora no hubiera quebrado”, recuerda Rodríguez. “Todo quedó en un sueño pero fue muy importante para el sector”.
El mayor reconocimiento internacional para las películas rodadas en España llegó con Doctor Zhivago (1965), en cuya producción también trabajó el director de Hollywood rueda en España 1955-1980. La película, basada en la novela de Boris Pasternak, se rodó entre Madrid y Soria. En la capital, en el barrio de Canillas, se construyó un inmenso decorado que imitaba las calles de Moscú, con una reproducción del palacio del Kremlin de 15 metros de altura al fondo, mientras que los pinares de Navaleno, en Soria, se eligieron por ser la zona de España donde más nieva según las estadísticas. Pero casualmente aquel año no nevó, por lo que tuvo que emplearse nieve artificial, como recuerda el director de arte Benjamín Fernández.
El declive de las películas norteamericanas rodadas en España llegó con la democracia. La liberación de los capitales extranjeros y el aumento de los salarios hizo que dejara de ser económicamente rentable producir películas en nuestro país, pero sus paisajes y sus profesionales ya habían quedado para siempre inscritos en algunas de las páginas más importantes de la era dorada de Hollywood. (Fernando Díaz de Quijano)
Recomendada.
Presentación del documental en el Festival Internacional de Cine de Almeria a cargo de su director, Francisco Rodríguez Fernández.
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