La lengua. Esa forma de
decir las eles, deslizando el músculo por la cavidad bucal, ¿era transgresora o
una perpetuación del régimen? Sara Montiel, fallecida el pasado 8 de abril en
Madrid, supo jugar con su lengua hasta convertirse en uno de los mayores
'tótem' culturales de España durante la segunda mitad del siglo XX.
Sara Montiel en "La violetera" |
Para el escritor, cineasta
y director del Instituto Cervantes de Nueva York, Javier Rioyo, la persona (es
decir, María Antonia Abad Fernández) iba mucho más allá del personaje (Sara
Montiel). La dirigió en su documental 'Asaltar los cielos', sobre el asesino de
Trotsky, Ramón Mercader, al que Montiel llegó a conocer durante su presidio.
También la recibió el
pasado año durante el 'tour' que realizó por EEUU y en el que visitó varias
universidades, invitada por el filólogo puertorriqueño Javier Rolón. Allí,
contó sus experiencias junto a su ex marido, el director Anthony Mann, y sus
amistades con personajes de la época, como la cantante de jazz Billie Holyday.
"Una forma de demostrar que iba más allá de la tía buena folclórica
española", explica Rioyo.
"Sabía que no era una
superactriz, pero tenía una muy buena presencia y que la cámara la quería.
También hay que reconocerle que podía haber seguido una carrera en Hollywood,
después de hacer películas como 'Veracruz', pero sintió que no quería recorrer
el mundo como una secundaria, como le pasó a sus amigas mexicanas",
explica Rioyo.
Hablando de México, Rioyo
destaca el vínculo con este país, "muy interesante, ya que fue arropada
por el exilio español de allí, como León Felipe, y llegó a tener un novio
comunista. Incluso fue un superéxito en la URSS". También destaca una
frase que dice en su filme a propósito de Mercader, quien, para ella, aunque
mató a Trotsky, "un asesino no era". "Era muy valiente para
decir lo que quisiera", subraya, "aunque tampoco había que creerse
totalmente lo que decía".
"No teníamos tantas
'marcas' así, como ella", sigue Rioyo. "Para mí, más allá de la
renovación del cuplé desde esas canciones sicalípticas de los 40, era la
representación de esa España libertina y oculta, que hizo de la revista algo
parecido al cabaret de Berlín. Su forma de hablar pausada, los puros, el hecho
de que no cantaba muy bien, aunque lo hacía con picardía... Se dio cuenta de
que los españoles querían ser pecadores".
Otra de las cuestiones que
se han ido repitiendo a raíz de su fallecimiento es su importancia como icono
gay, sobre todo como referente del primer transformismo español. Sin embargo,
Shangay Lily, experta en la materia (y quien también la entrevistó en un par de
ocasiones durante su paso por el programa 'Corazón Corazón'), rechaza esta
calificación.
"Con Sara Montiel me
pasa algo parecido como con el travesti Ocaña. Me parece que es esa España
tradicionalista vendida como una España moderna. Ese exceso de las vírgenes
sangrantes, ese barroquismo, esos abanicos y esa 'raza española' vendidos como
una pretendida subversión del sistema", explica Lily.
Para Lily, Montiel se ubica al
lado de otros ídolos como Nati Mistral, personas "absolutamente
conservadoras" que "nunca tuvieron un guiño gay" y que, en muchas
ocasiones, eran tomadas por los homosexuales y transformistas "más desde
el punto de vista de la parodia que desde el de la admiración". Es decir,
"una sublimación, de la estética 'camp', 'trash' y hasta 'freakie'".
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