Título
original: Alacrán enamorado. Dirección: Santiago A. Zannou. País:
España. Año:
2013. Duración:
100 min. Género:
Drama, thriller. Guion:
Santiago A. Zannou y Carlos Bardem; basado en la novela de Carlos Bardem. Producción: Álvaro
Longoria. Música:
Wolfrank Zannou. Fotografía:
Juanmi Azpiroz. Montaje:
Jaume Martí y Fernando Franco. Dirección
artística: Llorenç Miquel. Vestuario: Irene Orts y Manuel Bonillo. Estreno en España: 12 Abril 2013.
Intérpretes: Álex González (Julián “Alacrán”), Miguel Ángel
Silvestre (Luis), Carlos Bardem
(Carlomonte), Judith Diakhate (Alyssa), Javier Bardem (Solís), Hovik
Keuchkerian (Pedro).
Sinopsis:
Julián (Álex González) y su amigo Luis
(Miguel Ángel silvestre) son dos chicos de barrio que forman parte de una banda
de violentos neonazis, liderada por Solís (Javier Bardem). Julián acude a un
gimnasio, donde, gracias a la disciplina del boxeo, a la nobleza de su
entrenador (Carlos Bardem) y al amor de una joven mulata (Judith Diakhate), irá
cambiando poco a poco de mentalidad. Entonces empieza a alejarse del grupo,
pero Luis no está dispuesto a consentir que se salga de la "manada".
Habló en su favor: Lluís Bonet Mojica.
Ganador del Goya como director novel en el año 2009 por El truco del
Manco, Santiago A. Zannou conoce bien las atrocidades que se derivan de la
xenofobia. Él mismo es hijo de un inmigrante africano, vendedor en un
mercadillo de Carabanchel y casado con una mujer aragonesa, que nunca había
podido cumplir el sueño de regresar a su país para auxiliar a su familia, como
el propio Zannou relataba hace tan solo un par de años en el documental La
puerta de no retorno.
Ahora vuelve al mundo de la periferia, pasando por el cine pugilístico
que tanta huella ha dejado en la historia fílmica, especialmente en la
norteamericana. Adapta la cuarta novela publicada por el actor Carlos Bardem,
que además se reserva un papel fundamental en esta historia: el de un boxeador
fracasado que ejerce de entrenador en un barrio marginal.
Según cuenta Zannou, una de sus pesadillas más recurrentes le devuelve a
su infancia, cuando en una estación de metro fue perseguido por un grupo de
xenófobos, obviamente debido al color de su piel. Alacrán enamorado disecciona
una de esas bandas que hacen derivar sus propias frustraciones en el odio sobre
los inmigrantes.
Quien manipula la banda en beneficio propio es un cínico dotado de mil
caras. Capitanea una fundación que ostenta el nombre del poeta y ensayista
estadounidense Ezra Pound, cuyo fascismo y antisemitismo enturbiaron toda su
obra. Únicamente aparece en algunas escenas y, tal vez por ello, Javier Bardem
realiza una soberbia recreación de tan siniestra figura.
La historia se centra en dos miembros de la banda y la gradual
reconversión de uno de ellos cuando empieza a descargar su rabia desbordante en
el cuadrilátero. Su intérprete es Álex González, que siete años atrás ya
encarnó a un boxeador en Segundo asalto, magnífica película, pugilística y
moral, dirigida por Daniel Cebrián.
En Alacrán enamorado, Santiago A. Zannou se estanca en diversos pasajes y
ciertas concesiones al melodrama amoroso también chirrían en algunos momentos.
Pero aun así, consigue reproducir con increíble realismo los combates
pugilísticos y efectúa una radiografía implacable de las conductas xenófobas.
Alex González |
Habló en su contra: Carlos Boyero.
Posee un defecto irritante y es que todo lo que va a ocurrir en esta
trama presuntamente negra te resulta previsible y convencional. Existen
voluntarias o involuntarias referencias a un género y a unos personajes que le
han dado mucho juego al gran cine y cuya última, profunda y dolorida obra
maestra lleva la firma de Clint Eastwood en Million dollar baby.
¿Les suena el género? Lo habitan perdedores dignos o indignos, que
quieren dejar de serlo o resignados a la desolación, con hambre de
reconocimiento, de triunfo o de redención, buscando un lugar en el sol o
limitándose a sobrevivir en el desastre, gente que se rige según los códigos
éticos y estéticos de la verdadera profesionalidad o tan dotada como
autodestructiva. El cuadrilátero funciona como simbología de la existencia. Ahí
puede ocurrir de todo, lo mejor y lo peor, la miseria y la grandeza, la luz y la
tiniebla. Cuando existe auténtica complejidad en el tratamiento, cuando ese
género no responde a una fórmula tan prestigiosa como vendible que se presta a
frases y lugares comunes sino que posee autonomía, originalidad expresiva,
genio y alma, el resultado es perdurable, esos perdedores dejan eterno poso en
la memoria.
Zannou tiene fuerza visual y vocación sincera hacia ese mundo bronco, se
maneja bien con el argot callejero, pero su historia está repleta de
convenciones, su pretendido desgarro no tiene matices e involuntariamente acaba
pareciendo académico. Y todos estamos de acuerdo en que los descerebrados nazis
pueden ser muy peligrosos en tiempos de penuria, que necesitan encontrar chivos
expiatorios y cebarse con el inmigrante, el color de la piel, la disidencia, la
rareza, la heterodoxia, la marginalidad, el aullido de los parias. Y que
siempre hay un negocio detrás de los principios inflexibles y las presuntas
grandes verdades. Y que la historia de Romeo y Julieta no tiene caducidad a lo
largo del tiempo. Pero las buenas intenciones no sirven para justificar una
película que te la sabes de memoria de principio a fin. Hay actores que están
muy bien, veraces en su gesto, su mirada, su lenguaje y su silencio, como
Carlos Bardem, su hermano Javier, Alex González o el para mí desconocido Hovik
Keuchkerian y alguno que me parece lamentable como un aclamado sex-symbol de
las series televisivas. No te ocurre nada, ni frío ni caliente, con esta
película pretendidamente emotiva. Resulta elemental, oída y sabida.
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