domingo, 3 de mayo de 2015

El tabaco en el cine: habanos y cigarrillos



Antes de que la Organización Mundial de la Salud denunciara la mortífera contribución del cine a la moda del tabaquismo, el tabaco jugó un papel importante en el cine. El cigarro ha sido utilizado como un objeto temporal que maneja la estética y el lenguaje de una manera, más que argumentativa visual. El humo del cigarro dota al director de fotografía de elementos para que una escena brille de manera que, un espacio cerrado, una luz contrastante, etc. juegue con el humo  dotándola con aspectos visuales de claros y oscuros.




El habano: Los realizadores Orson Welles, John Huston, Michael Curtiz, Ernst Lubitsh, Luis Buñuel, John Ford, Alfred Hitchcock, Billy Wilder, Fritz Lang, a todos les aunaba no sólo el arrollador talento, sino que todos, absolutamente todos, concibieron sus memorables títulos bajo el influjo de una inmensa cantidad de Habanos.


Quién sabe cuántas secuencias, planos, o toques geniales surgieron tras degustar un puro importado desde Cuba. Orson Welles decía: “Mi inspiración son los puros, cuánto más grandes mejor”.



El cine negro es el imperio del delito pero también del habano. Todo gánster que se precie -en “Scarface” (1932), “La Dalia Azul” (1946) y tantas otras películas emblemáticas- tiene al alcance de su mano el gatillo de un arma y un puro torcido en alguna tabaquera cubana.




Cuando Marilyn Monroe era una principiante, en “Amor en conserva” (1949) le bastó entrar fugazmente en la oficina para con su espléndida anatomía suscitar que a Groucho Marx se le cayera el puro.




El profesor de psicología interpretado por Edward G. Robinson,  en la película “La mujer del cuadro” (1949)  cuya vida apacible cambia  al conocer a la mujer del cuadro, exhala aliviado el humo de su cigarro cuando se percata de que todo fue una pesadilla. Edward G. Robinson es considerado el mejor fumador de puros dentro y fuera de la pantalla.




En la película dirigida por Alfred Hitchcock La sombra de una duda” (1943) el protagonista Joseph Cotten, es un maníaco-depresivo con un puro, que fuma ávido cuando se siente maníaco, o que sostiene sin encender en su mano, cuando está depresivo.



El cigarrillo: La industria del cine ha justificado durante años el halo de humo que tiñe muchas de sus películas clásicas, como un “dispositivo artístico”. Las industrias tabaqueras pagaron millones de dólares a las estrellas de Hollywood a cambio de promocionar sus marcas. La atmósfera humeante del tabaco ya se detecta en el cine mudo, pero la explosión publicitaria de los actores llegó con el cine sonoro.


El tabaco como elemento del lenguaje cinematográfico forma parte incluso de la caracterización de muchos actores que han pasado a la historia vinculados a su consumo, destacando entre todos  Humphrey Bogart.  Qué sería de Bogart sin un cigarrillo entre los dedos, recio, intrigante y seductor en “Casablanca” (1942).



Lo cierto es que, al menos entre 1930 y 1990, el cine no sería el mismo sin el tabaco, marcando pausas, silencios, momentos de tensión y desenlaces, reflejando el mundo de la calle, siendo como la vida misma.


También el tabaco sirve para caracterizar clases sociales y comportamientos, amplificando, mitificando e incluso creando connotaciones simbólicas del tabaco, que se convierte en objeto de seducción, glamour y descripción de personajes y situaciones: una mujer  fumando sola en un bar era una chica mala, o en camino de comportarse como tal; un tipo de corbata e impermeable fumando en una esquina era un detective o un sujeto involucrado en algo ilícito.

Fumaban los vaqueros, los galanes, los gánsteres, los policías, los políticos, los hombres de negocios,  las mujeres libres...

American Tobacco pagó a los actores que promovieron los cigarrillos “Lucky Strike” unos 218.750 dólares a finales de los años treinta, que equivalen a 3,2 millones de dólares de dinero actual. Ligget&Myers gastó en 1946 el equivalente a 50 millones de dólares actuales en anuncios de Hollywood, más que todos los fondos invertidos, para que los estudios Paramount, 20th Century Fox, Warner Bros y Columbia Pictures publicitaran sus marcas.  Los beneficios de las tabaqueras se multiplicaban cuando uno de los actores aparecía fumando en una escena.

Las tabaqueras intentaban ampliar su mercado captando al público femenino. De ahí, la asiduidad de actrices fumadoras como Lauren Bacall o Bette Davis en la gran pantalla. También los grandes actores promocionaron el tabaco, Clark Gable, Gary Cooper, John Wayne.




Entre 1979 y 1984, Brown & Willianson Tobacco invirtió más de un millón de dólares para que sus marcas aparecieran en veintidós películas.  Para que se fumaran sus cigarrillos en la gran pantalla la tabaquera pagó coches y joyas a actores como Clint Eastwood en “Impacto súbito” (1983), Paul Newman  en “Harry e hijo” (1984) y Sean Connery en “Nunca digas nunca jamás” (1983).




El cigarrillo proporciona al protagonista carisma, estilo poder, independencia, enfatizando el papel. La pipa da imagen de carácter tranquilo. El puro -según la calidad- opulencia o dureza. El cigarrillo a la mujer le da sensualidad, formando parte de una sexualidad que emerge al tener libertad.



Rita Hayworth no sería la misma sin un cigarrillo en sus roles de mujer fatal. Ella no podía faltar en este recorrido por el  “Tabaco en el cine”. 


Ana Márquez Vázquez


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