Manolo Escobar avisó que
moriría cantando y a punto estuvo de cumplir su palabra. Su cuerpo cargaba en
los últimos tiempos más cicatrices que un torero, pero también 82 años de vida
y música y, de ellos, más de medio siglo “porompompereando” sobre los escenarios
coplas festivas a la búsqueda del famoso carro.
Nacido en 1932 en El Ejido
(Almería), quinto hijo de una familia de diez hermanos, pasó su infancia en
Badalona (Barcelona), ciudad a la que se trasladaron con 14 años porque, diría
después, “no se resignaban a no tener trabajo”.
Allí formó junto a varios
de sus hermanos el grupo Manolo Escobar y sus guitarras, que llegó a grabar un
disco. La aventura de la música era, no obstante, una empresa demasiado
arriesgada en aquella España de los cincuenta y solo él siguió adelante.
Debutó en solitario en
1961 en Córdoba con el espectáculo “Canta Manolo Escobar”, iniciando una
primera década de éxito jalonada por dos hitos musicales, la rumba “El
porompompero” y “Mi carro”, probablemente su canción más icónica, aunque
recientemente declarara que estaba “hasta las narices” de ambas.
Ninguna de ellas podía
faltar en sus espectáculos, como tampoco “La minifalda” o “Y viva España”, el
tema que le llevaría casi 40 años después a las multitudinarias celebraciones por
la consecución de la Eurocopa 2008 por parte de la selección nacional de
fútbol.
Era su música, con temas
como “Ni se compra, ni se vende”, “Moderno pero español” o “Mujeres y vino”,
una encarnación de los tópicos de una España chovinista que luchaba por
mostrarse pizpireta y alegre en lo público, frente a la gravedad de los últimos
coletazos de la dictadura franquista, que en 1969 le concedió la Medalla de
Plata al Mérito en el Trabajo.
En su repertorio no
faltaron tampoco canciones más personales, ligadas a su familia, algunas tan
importantes como “Madrecita María del Carmen”, en homenaje a su madre, así como
“Tú nombre es Anita”, para su mujer, la alemana Anita Marx, con la que contrajo
matrimonio en 1959, o “Mi pequeña flor (Vanessa)”, para su hija.
Con ellas culminaba uno de
sus últimos espectáculos en vivo, “De Manolo a Escobar”, un montaje intimista y
con cierto estilo de cabaré estrenado en 2006, en el que narraba su propia
vida.
En él daba rienda suelta a
su gran pasión, el teatro, aunque su carrera había adquirido gran notoriedad en
los sesenta y setenta en otro formato narrativo, el cine; no en vano, su
padre, que provenía del campo, fue el primero en montar un cine en su pueblo.
En el recuerdo quedarán
una veintena de filmes hechos “para divertir y entretener a la gente” de aquel
tiempo, como “Juicio de faldas”, “Cuando los niños vienen de Marsella”, “Los guerrilleros”, “Un beso en el puerto”,
“Préstamela esta noche” o “Relaciones casi públicas”, tres de
ellas, de las más visionadas en España. “Todo
es posible en Granada” (1981) fue la última de su filmografía.
Su carrera discográfica
fue bastante más longeva y siguió adelante hasta meterse en el siglo XXI pero
fiel a su estilo “clásico”, porque “Manolo Escobar -dijo de sí mismo- no sabe
hacerlo de otra manera”.
En 2002 publicó su último
álbum de estudio, “Manolo Escobar”, que permaneció “dormido” porque, tras su
grabación, sufrió una trombosis cerebral y una dolencia cardíaca que le
obligaron a hacer una parada en su carrera.
A su regreso, tendría
oportunidad de vivir aún importantes hitos de su carrera, como su participación
en la ceremonia de clausura de los Juegos Mediterráneo de Almería o aquel
“spot” de servicios telefónicos rodado por Isabel Coixet en Benidorm -su lugar
de residencia-, en el que encontraba al fin su famoso carro.
Sus últimos diez años de
vida se vieron trabados por numerosas visitas al hospital. Así, por ejemplo, en
2010 se le extirpó un tumor en el colon que acabaría en metástasis, pero nada
le impedía retornar una y otra vez al trabajo, aunque fuera “con una muletita”,
como la que portaba tras la operación de cadera a la que se sometió en 2012.
Su dilatada carrera y su
constancia habían sido premiadas en 2011 con la Medalla de Oro de Mérito al
Trabajo, la misma que fue robada de su casa junto a su insignia del FC
Barcelona, mientras el cantante y el resto de su familia dormía.
“Antología de la copla”
(2012), un estilo que dijo que nunca moriría, fue su último espectáculo en
vivo. El pasado septiembre anunció que suspendía todos sus compromisos, pero
tenía proyectado regresar a los escenarios en 2014 en Bilbao.
No pudo ser. Tras ser
atendido por una insuficiencia renal y tras haber sufrido “un pequeño ictus”,
su familia anunció que Escobar había falleció “dulcemente” en su casa tras
pasar dos días “magníficos”.
Con su muerte, ha dicho el
ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, se pierde “un
símbolo que ha habitado medio siglo en el paisaje sonoro de los españoles”.
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