Título original: Medea. Año de producción: 1988, para Danmarks Radio (Dinamarca). Director: Lars von Trier. Guión: Lars von Trier, según un original de Preben Thomsen y Carl Th. Dreyer basado en Medea, de Eurípides. Fotografía: Sejr Brockmann. Música: Joachim Holbeck. Montaje: Finnur Sveinsson. Diseño de producción: Annelise Bailey. Intérpretes: Udo Kier, Kirsten Olesen, Henning Jensen, Sølbjorg Højfeldt, Baard Owe, Ludmila Glinska, Preben Lerdorff Rye. Editado en España en DVD por “a contracorriente films” (2011).
A finales de los ochenta la radio pública danesa le encargó a Lars von Trier la tarea de llevar a la televisión Medea, una de las grandes tragedias del ateniense Eurípides (480-406 a.C). Se trataba de rodar un guión adaptado de Preben Thomsen y del gran Carl Theodor Dreyer que en su momento se había quedado en mero proyecto por problemas presupuestarios. Pero el joven director, al que sólo en segunda instancia se le encomendó por cierto el rodaje, no se limitó a hacer una lectura “plana” del guión de Dreyer. Según nos anuncia en el texto que acompaña a los títulos iniciales, Medea es un homenaje a Dreyer, pero no una película de Dreyer. Nos disponemos a ver, en efecto, una película arriesgada, personalísima, que aun “oliendo” al cine del viejo maestro –La pasión de Juana de Arco (1928) y, sobre todo, Gertrud (1964)–, anticipa lo más singular del estilo de Lars von Trier.
Irene Papas en Las Troyanas (1971) de Kakogiannis |
La tragedia griega se ha beneficiado de grandes adaptaciones cinematográficas. Recordemos, si no, el Edipo Re (1967) o la misma Medea (1969) de Pasolini, y la emocionante versión de Las Troyanas filmada en 1971 por Mijalis Kakogiannis. Gracias a ellas, el espectador se asoma por medio del lenguaje del cine al corazón de los viejos mitos, al meollo que los hace intemporales por dejarnos entrever verdades terribles de la naturaleza humana. Por “culpa” de estos cineastas, no podemos pensar en Edipo sin hacerlo también en el broche de Yocasta (Silvana Mangano), que abre el camino hacia el sexo culpable y hacia la ceguera del remordimiento; ni en el poder del amor, al que se rinde la espada de Menelao, sin recordar los ojos de Helena (Irene Papas) en la jaula que la encierra como a un animal peligroso. Algo parecido ocurre después de ver la Medea de Lars von Trier: el espectador asociará para siempre la tragedia de la hija de Eetes con una colina coronada por un árbol muerto de cuyas ramas cuelgan dos cuerpecitos sin vida, una imagen plasmada en el diseño de las letras del cartel original.
Picado de Kirsten Olesen sobre la arena (Medea) |
El destino de Medea, sin cuya ayuda Jasón, el más gris de los héroes griegos, jamás se hubiera apoderado del vellocino de oro, ha inspirado a artistas y literatos a largo de los siglos. Medea es la extranjera que tiene que sobrevivir en un mundo de griegos y la mujer enamorada que convierte su humillación en la más terrible de las venganzas. Medea es, por lo tanto, un eco de las mujeres fuertes de Dreyer, sobre todo de Gertrud, y un adelanto de las “heroínas” sufridoras de Lars von Trier, de las protagonistas de Rompiendo las olas (1996), Bailando en la oscuridad (2000), y especialmente de Grace (Nicole Kidman), la némesis terrible que lleva la ruina al pueblo de Dogville (2003). Es curioso comprobar cómo un clásico tempranamente “revisitado” puede proporcionarnos las claves interpretativas de uno de los directores más admirados y oscuros del cine actual.
Kirsten Olesen (Medea) y Udo Kier (Jasón) bajo la lluvia |
Pero la Medea de Lars von Trier es algo más que la “adaptación” de un clásico a las inquietudes del espectador moderno, lo cual no deja de tener mérito cuando temas como la dialéctica entre occidental y extranjero (el enfoque en el que, por cierto, se recrea la versión de Pasolini) o la condición de la mujer en la sociedad patriarcal, se prestan fácilmente a lecturas “contemporáneas”. La Medea de Eurípides es eso y mucho más, y el mérito del danés es utilizar los recursos del lenguaje cinematográfico para contarnos la historia con toda la complejidad del texto original. El hombre frente a la mujer, el afán de poder frente al amor más entregado, el ciudadano frente al bárbaro...Medea también es todo esto, pero antes que nada se trata una historia ajena a toda “moralidad”, a toda “corrección política”, a toda “racionalidad, que nos pone en contacto directo con el “horror” sin tener que mostrar una sola gota de sangre. Que se produzca o no la subsiguiente “catarsis” es algo que me contaréis después de ver la película. Ni la más oscura de las películas de “terror” me ha producido jamás una “purificación” semejante.
La maravillosa fotografía –con un tratamiento filtrado de la luz muy del gusto del cine nórdico, con secuencias invadidas literalmente por la niebla–, y el sabio manejo de la cámara –con unos picados de Medea en la playa o sobre la tierra o unos contrapicados del cielo inolvidables y el protagonismo de los primeros planos– convierten el teatro en cine en estado puro, y la música, austera, casi imperceptible, subraya los momentos decisivos de la acción. Todos estos recursos, finalmente, transforman en símbolo el entorno que rodea a los protagonistas: la naturaleza –las nubes, el agua que baña el cuerpo de Medea desde el mar o desde el cielo, los campos ondulados por el viento por los que se arrastra Jasón, enloquecido, en un círculo que nunca se acaba–, la herida en la pierna del hijo pequeño –que anticipa, por antítesis, su destino final–, o el caballo que galopa sin rumbo alcanzado por el veneno.
El caballo moribundo |
En definitiva, una película sobresaliente, una obra excepcional digna de su director, de los guionistas y del poeta ateniense, y una sorprendente vía para conocer las pulsiones secretas del cine del maestro danés.
Debe estar bien la película por lo que cuentas. Intentaré buscarla por algún vídeo club a ver si la encuentro. Por lo que dices y las imágenes que se ven en el blog parece genuino cine nórdico, por ello, a los que nos enamora esta escuela no puede menos que abrirnos el apetito un film de estas características.
ResponderEliminarLa verdad es que no sé a qué se debe ese algo tan cautivador que tiene el cine por esas latitudes. A veces he pensado que el secreto está en su luz y en su atmósfera, que parecen condicionar todos los demás aspectos de la obra cinematográfica (la trama, el tempo de la narración, la introspección de los personajes…), como si de algún modo ese espacio mágico compuesto por brumas y por luces boreales con tonalidades blanquecinas fuese el verdadero protagonista de todo lo que acontece.
Durante el tiempo que estuve metido en el “mundillo ese” de los tour operadores pude comprobar la obsesión de una buena parte del turismo de cruceros por ir a los países nórdicos en verano, y, sobre todo, a los fiordos noruegos, por su belleza paisajística, y al Cabo Norte, situado en el extremo septentrional de la península escandinava, por la espectacularidad de la luz que se puede contemplar allí. Gracias a fotos que he conseguido ver y por lo que me han contado, se trata de una tonalidad lumínica inexistente en ningún otro lugar del mundo por lo que al llegar tenemos la sensación de estar en un planeta extraño. El sol se presenta en verano de un modo tan oblicuo que recorre todo el círculo del horizonte sin ponerse nunca, creando algo tan llamativo como son las noches blancas, en las que nuestro astro parece perder su poderío incandescente para transformarse en una especie de luna con aspecto de cuarzo luminoso. Más de una vez me he preguntado cómo pudieron ver este fenómeno los grandes cineastas del lugar como Bergman y Dreyer (incluyo a Dinamarca), y hasta qué punto llegó a condicionar su cine. Es posible que en las latitudes algo inferiores como en las que están las ciudades de Estocolmo o Copenhague el efecto se atenúe en cierta medida, pero dudo bastante que se pierda del todo.
Lástima que en España no podamos disponer de este recurso. Tal vez por eso nuestro cine… No, lo retiro. No es mi intención menospreciar al cine español, y menos en una asociación, Linterna Mágica, cuya finalidad es defenderlo. Yo comparto la opinión de otros muchos de que nuestro cine vive una pequeña edad dorada en los últimos quince años, y de que empieza a ser valorado fuera de nuestras fronteras (más que dentro). No cuestiono el que se hagan películas de calidad y soy el primero en disfrutar de las mismas cuando se presenta la oportunidad. No me quejo de esto. Lo que a mí me plantea dudas es el hecho de si realmente hemos sido capaces de crear una escuela con características propias, es decir, con un estilo nítido, claro y contundente capaz de pisar fuerte en el universo cinematográfico a nivel mundial y de entrar de lleno en la historia del cine. Y cuando veo los clásicos del cine nórdico no puedo evitar el caer en estos insanos pensamientos.
Y lanzado el guante, lo dejo. (Que conste que la culpa de todo este embrollo es de Joaquín, que no se le ocurre otra cosa que traerse por aquí al cine nórdico).
Un saludo, Galo.
Veo que nadie tiene valor para recoger el guante…
ResponderEliminar(En fin, os dejo ya por una temporada larga. Debo haber saturado un poco el blog con mi programa “1 comentarios” o “2 comentarios”. Que disfrutéis del taller.
Un saludo. Galo.
Galo, por favor, no dejes de darle vidilla a este blog en el que la gente es tan reacia a participar. Claro que recojo el guante. Lo que ocurre es que tus guantes no son cuestiones baladíes como para decir la primera tontería que se me ocurra. Esto merece un conversación con una buena cerveza... Pero de todas formas... Creo que en esto de la luz nórdica hay un tipo clave que es Sven Nykvist, el director de fotografía de Bergman, que después trabajó con Tarkovski en "Sacrificio" y en algunos títulos con Woody Allen, con ese tratamiento de luz tan singular... Yo he estado en el Cabo Norte (me recorrí en coche de cabo a rabo Noruega –jamás ha sido más feliz en un viaje–) y te aseguro que esa luz se disfruta en toda Escandinavia. Además, estos directores "nórdicos" estaban absolutamente condicionados por el clima: tenían unos meses escasos para rodar, y aprovechaban cada rayo de luz que tenían a mano en esos atardeceres interminables –en el sentido más literal–. Creo que el amante del cine nórdico tiene que ir alguna vez por allí y en verano.
ResponderEliminarLo del cine español... Creo que no hay un estilo propio, una escuela propia. Pero Galo, ¿hay alguna España de referencia? Afortunadamente cayeron tópicos miserables... Pero lo que ha venido después se caracteriza por su diversidad, por el caos –bendito caos– de escuelas y estilos. SE me ocurren algunos: para empezar Berlanga y el berlanguismo; para continuar Almovodóvar y lo almodovariano (que en Francia, por ejemplo, identifica mucho a nuestro país); en los ochenta Erice creó escuela, y hubo muchas imitaciones, a veces poco afortunadas y pseudopoéticas; después tenemos el cine social desgarrado; hoy, afortunadamente, muchos directores jóvenes se atreven a hacer cine de género "sin complejos" sobre modelos americanos y europeos... Entre tanta diversidad es muy difícil establecer rasgos unificadores o, al menos comunes. Dicen que para apreciar esos rasgos hay que esperar a que pase el tiempo y tener una visión de conjunto. En cualquier caso concluyo estas especulaciones –no te lo tomes como otra cosa– diciendo que creo que el cine español, a pesar de que muchos intentan convencernos de lo contrario, vive un momento excelente.
Galo, a seguir haciendo comentarios y a ver si te animas a publicar, hombre.
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ResponderEliminarHace poco tiempo Boyero escribió en El país una crítica sobre la película “Blackthorn” de Mateo Gil, calificándola como la mejor del cine español en los últimos años. En fin, es Boyero, podemos pensar. Pero con independencia de lo que pueda opinar o no este crítico de nuestro cine, lo que a mí me resultó algo preocupante es que tengamos que copiar un género ya existente como es el western (con su idioma inglés incluido), de indudable calidad en muchas de sus películas, pero americano, no español; y que solo así aspiremos a tener éxito en el extranjero, puesto que lo español no vende. Sí, entiendo: las presiones del mercado, lo comercial, etc.
Es cierto que tenemos cineastas de calidad y algunos con un estilo muy propio y definido: Julio Médem, aunque sus últimas películas me están decepcionando algo; Pedro Almodóvar, con obras que me entusiasman (“Entre tinieblas”, “La flor de mi secreto”, “Volver”…) y otras que me agreden con violencia de género cinematográfico o me dejan frío; Víctor Erice, que pudo ser y no fue… (A Erice lo retomaré más adelante). Pero todos ellos tienen un estilo autónomo sin ninguna relación entre sí. Se me puede preguntar: ¿Y para qué?
No podría responder a esta pregunta con absoluta certeza, pero tengo la sensación de que lo que se valora de la filmografía de un país entre los críticos internacionales de este planeta del cine es la capacidad de crear esa escuela única, genuina y radicalmente distinta de la de cualquier otro país; y con un número de cineastas y de películas lo suficientemente sólido e individualizado como para desarrollar un espacio fílmico en sí mismo. (Continúa en 2 de 3)
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ResponderEliminarDe todos modos reconozco que puedo estar equivocado en la medida en que me dejo influir por mis gustos particulares y estos detestan a Berlanga y el berlanguismo (salvo algunas películas como “Bienvenido Mr Marshall”, “El verdugo” o la “Escopeta nacional”, que para mí son solo aceptables, cuestión de gustos). Tal vez mi estilo va más con películas como “Muerte de un ciclista” o “Calle Mayor” de J.A Bardem, pero que, junto a alguna otra que me deje en el tintero (“La caza” de Saura, y seguramente alguna más), son películas aisladas en un océano de mediocridad torrentina (me refiero a aquellos años del franquismo).
Del cine social, quinqui y estanqueravallequiano me pareció buena “La estanquera de Vallecas”… (Respetuoso silencio hacia el taller de Paco que se metió a dar el cine quinqui…)
Recogiendo a otros cineastas (vaya repaso, pero está bien que la gente lea esto y se peleen entre ellos, que hace falta), como Carlos Saura, sus películas oscilan para mí entre lo aceptable y lo patético. Son simplemente aceptables, “La caza”, “Cría cuervos”, “Muerte de un bandido”, “Los Zancos”, “Taxi”, etc; y abominables “Mamá cumple cien años”, “Pepermint Frappé” (Oso de Plata en el 68), etc. Dicho de otro modo, las mejores películas de Saura para mi gusto no pasan del bien, alguna llega al 7 pacobellidiano (le cogí manía a la Geraldine Chaplin, quién la hubiera visto tiempo atrás en aquel “Dr Zhivago” de D. Lean junto a Omar Sharif). Y eso que puedo decir que a mí Carlos Saura en líneas generales es un cineasta que me gusta bastante, pero no tiene esa película sublime que yo necesito, vaya por Dios. (Continúa en 3 de 3)
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ResponderEliminarVolviendo al cine actual de los últimos decenios he de reconocer que hay bastantes películas que me gustan en el cine español: puedo enumerar muchas (“El crimen de Cuenca “, de P. Miró, el final es una maravilla, “Amantes” de V. Aranda (la única suya), las primeras de Médem (tal vez el estilo que más me motive), “El secreto de las palabras” (I. Coixe), “Solas” de B. Zambrano, “Los lunes al sol” de Fernando León, “La noche de los girasoles” de S. Cabezudo, “También la lluvia”, de Icíar, me encantó, “Volver” de Almodóvar, etc. Pero… tengo la sensación de que no abren nuevos estilos o espacios cinematográficos sino que recogen modelos que ya se han hecho, bien en el cine latinoamericano o bien en países del este europeo o bien en Italia y Francia… (Almodóvar quizá se escape a cualquier corriente internacional, pero preferiría que todas sus películas fuesen como “Volver” o “Entre tinieblas”; así como Julio Médem).
Para colmo de males Víctor Erice es vasco y Buñuel es francés, por lo que no los podemos incluir…
Es broma. Pero a veces pienso que hicieron en su momento el cine que hicieron por alejarse de lo español, es decir, del berlanguismo… Yo estaría más contento si hubiésemos tenido seis o siete Erices, con quince películas cada uno como “El espíritu de la colmena” o “El sur”. Esto es lo que yo quería decir (Ya lo podía haber resumido al principio).
De todos modos, para los que lean estos comentarios propios de un sibarita pedante con afán de protagonismo como yo, al que mejor no hacer mucho caso, decir que el cine español en los últimos tiempos está dando películas de bastante calidad y a las que hay que ir a ver. De hecho, considero que más de una hubiese tenido sustancia y arte suficientes como para haber ganado la Palma de Oro en el festival de Cannes, es decir, que la diferencia de nivel con respecto a las mejores películas europeas es cada vez menor; aunque para mí este no es sino el escalón previo a la eclosión de la gran escuela española que se acerca cada vez más…
Un saludo, Galo.
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ResponderEliminarRectifico, “Bienvenido Mr Marshall” y “El verdugo” son muy buenas: un 8 pakobellidiano. Enseguida vuelvo, voy a tomar un café y sigo.
(¡Qué vidilla…!)
los personajes
ResponderEliminarUna descripción de lo mas entusiasta...
ResponderEliminarAunque autentica...