Que suerte tenemos los amantes del Cine Ruso, acaba de salir al mercado una magnífica edición de una las obras maestras del cine clásico ruso: La Madre, de Pudovkin.
Como tantos otros intelectuales de su tiempo, Vsévolod Pudovkin (1893-1953) despreciaba el cine antes de ver Intolerancia (1916), de D.W. Griffith, la película destinada a transformar la gramática cinematográfica y a estrechar lazos de admiración cultural entre los que iban a ser frentes irreconciliables en el devenir del siglo XX, la Unión Soviética y los Estados Unidos.
Como otros tantos cineastas rusos puestos al servicio de la revolución bolchevique, animados por la idea fundacional de Lenin de que "de todas las artes, el cine es para nosotros la más importante", Pudovkin supo ver en la maestría melodramática de Griffith y en su dominio técnico del lenguaje cinematográfico, todo el potencial comunicativo y persuasivo de un medio destinado a moldear las conciencias de las nuevas masas a imagen y semejanza del ideario del Partido Comunista.
Licenciado en Ingeniería y combatiente en la Primera Guerra Mundial, Pudovkin hizo sus pinitos como actor de teatro hasta que, tras la revelación de Intolerancia, se une a la Escuela Estatal de Cine de Lev Kulechov, donde realiza sus primeros cortometrajes, La fiebre del ajedrez (1925) y El mecanismo del cerebro (1926), bajo la influencia de las teorías de su maestro y del psicofísico Pavlov, cuyos experimentos asociativo-perceptivos iban a ser determinantes en una nueva concepción del montaje no regida tanto por lo espacio-temporal como por lo conceptual.
Cartel Original de la Película |
El mismo año 1926, la empresa estatal del cine pone a su disposición los medios para rodar su primer largometraje, La Madre, basado en la novela de Maximo Gorki y ambientado en la Revolución de 1905, primera entrega de una "Trilogía de la toma de conciencia" que iban a completar El fin de San Petersburgo (1927) y Tempestad sobre Asia (1928), tres filmes empapados de aliento revolucionario y repletos de brillantes ideas fílmicas, especialmente en lo que respecta al montaje y al ritmo, cuyo principal objetivo era conciliar el arte de vanguardia con un mensaje populista y didáctico que enardeciera al gran público con los ideales del sacrificio y la dialéctica como motores para el progreso.
Aunque resulte difícil separar el contenido de su forma y el propio Pudovkin renegara más adelante del "didactismo revolucionario" y de las enseñanzas de Kulechov y Eisenstein, La Madre condensa su esencia estética al focalizarse sobre un personaje anónimo que se ve transformado por los acontecimientos para convertirse en un héroe. Más allá del valor alegórico del relato y de sus modulaciones de tempo, La Madre atesora sus mejores instantes en la intimidad del primer plano del rostro de Vera Baranovskaya, cuya expresión en el límite del éxtasis apunta al corazón inquebrantable de una historia de amor materno-filial que ha sentado las bases de algunos de los mejores filmes del cine ruso moderno como El espejo, de Tarkovski, o Madre e hijo, de Sokurov.
A finales de agosto ha salido al mercado una estupenda copia restaurada de La madre que nos ofrece el sello Divisa procedente de los archivos R.U.S.C.I.C.O. y tienen el añadido de nuevas bandas sonoras orquestales de Tikhon Jrennikov y Ramis Gaynulin.
Os dejamos con una de sus mejores secuencias. No obstante, hay que verla completa. ¿Vale?
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