Título
original: Todos los nombres de Dios. Dirección: Daniel
Calparsoro. País: España. Año: 2023. Duración: 105 min. Género:
Thriller.
Guión: Gemma Ventura. Música: Carlos Jean. Producción: Todos Los Nombres De Dios
AIE, TriPictures, Second Gen Pictures, Wanda Visión.
Fecha del estreno: 15 Septiembre 2023 (España).
Reparto: Luis Tosar (Santi), Alberto Ammann (Pablo), Roberto Enríquez, Inma Cuesta, Fernando Cayo.
Sinopsis:
Tras un atentado, Santi
es tomado como rehén por Hamza, el único terrorista superviviente. Un giro
inesperado intercambia los papeles y Santi se convierte en una bomba humana
caminando por la Gran Vía de Madrid con un chaleco cargado con explosivos. Los
servicios de inteligencia, emergencia e incluso los medios de comunicación,
unirán fuerzas para salvarle la vida en un impresionante despliegue de medios
con consecuencias inesperadas.
Comentarios:
Al cine español le suele entrar el tembleque cuando se trata de hablar de su historia contemporánea. Por diferentes razones (políticas, sociales, culturales, económicas), pero el hecho de que no haya películas lo suficientemente ambiciosas y relevantes sobre hechos tan desgraciados y señeros como la tentativa de golpe de Estado del 23-F o los atentados yihadistas del 11-M en Madrid quizá lo diga todo. Una excelente ficción que apuntaba aquellos crímenes terroristas, aunque de soslayo, No habrá paz para los malvados (Enrique Urbizu, 2011), y una estupenda miniserie documental sobre los atentados de Las Ramblas y Cambrils, 800 metros (León Siminiani, 2022), son lo más cercano que hemos estado de abordar nuestra reciente tragedia terrorista, mientras otros países lo han afrontado de manera central en obras con particular enjundia.
Por eso, en principio, era bienvenida una película como Todos los nombres de Dios, escrita por Gemma Ventura y dirigida por Daniel Calparsoro, que encara un atentado terrorista de corte islamista en el aeropuerto de Barajas desde todos los personajes y flancos posibles: uno de los terroristas suicidas, del que no se sabe si se ha arrepentido en el último momento o no le han funcionado los explosivos; el taxista que, a punta de pistola y en medio de la tragedia, debe sacarlo de allí tras ser tomado como rehén; la familia del taxista, con drama reciente en su hogar; los altos mandos de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado encargados del caso; la familia del terrorista superviviente, madre y hermana; y los organizadores del atentado, que aún tienen el poder y las ganas de seguir provocando muertes.
Sin embargo, la película lo acaba fiando todo a una imagen que, aunque se produzca con el metraje muy avanzado, podemos desvelar aquí pues los responsables de la producción han decidido basar en ella el tráiler y hasta el póster: un ciudadano español con un chaleco bomba caminando por la Gran Vía de Madrid, previamente desalojada, seguido por una interminable fila de furgones policiales. Cómo se llega hasta ahí tendrá que averiguarlo el espectador en el cine, pero resulta descorazonador que un trabajo tan amplio en todos sus frentes, sobre un tema crucial que nos toca de cerca tanto en lo político como en lo sentimental, decida virar su historia hacia algo tan banal. Así, el clímax dramático y su sistemática criminal parecen más propios de una truculenta película americana del montón (por ejemplo, de la saga Objetivo: Londres y Objetivo: la Casa Blanca), con sus sofisticados sistemas tecnológicos (tanto los de los policías como los de los fanáticos), que de una intriga terrorista compleja y trascendente ambientada en España que pretenda salirse del más simple entretenimiento.
Calparsoro, como suele ser habitual en el director de Invasor y Cien años de perdón, realizador de encargo con sólida profesionalidad, ofrece dinamismo con la cámara y el aspecto general es de una película pulcra, competente y digna. Ahora bien, si a la imagen le sumamos el guion, la utilización de la música y las diversas e inverosímiles revueltas del libreto en el desenlace, que llevan al relato no hacia el terreno de la política o la sociedad, sino al suspense de la cuenta atrás de toda la vida, también tenemos un producto obvio y vacuo, que se limita a recoger aspectos atractivos de otras películas sobre el terrorismo mucho mejores (de Paradise Now a Los caballos de Dios), para luego no desarrollarlos.
De modo que, si acaso, lo que queda es un subtexto interesante, del que tampoco hace gala el guion y que puede pasar desapercibido para el espectador de refresco y palomitas al que quizá vaya dirigida la película, que a pesar de no germinar del todo está ahí como punto de interés uniendo las historias: la compasión como motor de nuestras vidas. (Javier Ocaña)
Recomendada (con reservas).
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