El cine musical se supone que ya
había alcanzado sus más altas cimas de la mano de nombres míticos como el
coreógrafo y realizador Busby Berkeley y el director Mark Sandrich durante la
década de los treinta. En los cuarenta las mejores obras vinieron del talento
de Vincente Minelli, mientras que los años cincuenta verían en Stanley Donen y
Gene Kelly a sus máximos artífices. Aquellos años de esplendor del cine musical
dejaban ver coreografías siempre impresionantes, fastuosos despliegues que poco
caso hacían de una trama por lo regular simple y en ocasiones apenas hilvanada
para el lucimiento de las verdaderas estrellas de la función: los números
musicales.
Pronto las escuetas tramas y la
saturación ad infinitum de cantos y bailes desplegados a la primer provocación
llevó al cine musical a un hartazgo donde pocas películas ofrecían alguna
novedad. Así, en medio de ese declive del cine musical aparece en el año de
1961 West Side Story, con un sólido guión de Ernst Lehman, impresionante música
de Bernard Bernstein y Stephen Sondheim y dirección de Robert Wise y Jerome
Robbins, responsable también del manejo de las coreografías.
Siendo un éxito probado en los
teatros de Broadway, su traslación al cine se convirtió en todo un fenómeno. La
historia, que es en realidad una puesta al día del clásico de Shakespeare Romeo
y Julieta, sirve también como pretexto para evidenciar dos problemas sociales
que comenzaba a dar dolores de cabeza a las autoridades estadounidenses: el
pandillerismo juvenil y los constantes problemas con las comunidades de
inmigrantes. En medio de este mar de confusiones y riñas por el dominio del
territorio de un barrio al oeste de Nueva York se desarrollará la historia de
amor entre María, una hermosa joven recién llegada de Puerto Rico, y Tony, un
yanqui ex miembro de la pandilla de los Jets, quien ahora ha decidido rehacer
su vida fuera de las calles.
Las familias de los Montesco y
los Capuleto son sustituidas aquí por las pandillas de los Jets (neoyorquinos)
y los Sharks (puertorriqueños), que por ningún motivo desean entablar otra
relación que no sea la de los golpes, por lo que el amor entre Tony -el mejor
líder que han tenido los Jets- y María -hermana de Bernardo, jefe del clan
Shark- es poco menos que imposible. Aun así ambos habrán de entablar una lucha
personal en contra de los prejuicios étnicos.
La solidez del guión -basada
perfectamente en esa lucha de contrarios- encuentra su equivalente exacto en la
pantalla de la mano de Robbins, creador de una serie de coreografías
majestuosas que van más allá del espectáculo caleidoscópico, es decir, cada uno
de los movimientos es una puesta en escena de una pelea, cada baile maneja una
pulsión de violencia que se desarrolla in crescendo, desde la secuencia inicial
de la cinta -la presentación de los miembros de ambas pandillas
caminando/bailando/luchando a lo largo del territorio que pretenden dominar-
hasta la violenta cita bajo de un puente, donde Bernardo, Tony y Riff, su mejor
amigo, se encuentran en una danza de furia y muerte.
Pero también la adecuada
planificación de los encuadres es una muestra de que Robert Wise estuvo a la
altura para dar a la cinta el equilibrio perfecto, pues más allá de los números
musicales también las escenas de poderosos diálogos, la mayoría de ellos de una
carga dramática pocas veces vista en el género, hacen que la tensión dramática
avance de manera fluida hacia un clímax donde los celos, la mentira y la
confusión se conjunten en un desenlace abrumador, impactante y melancólico.
Fotograma de West Side Story |
Sin embargo, esta es una historia
de amor, y como tal alcanza algunas de las mejores escenas del género,
sobrepasando el mero ámbito de la comedia musical. Ahí está ese bello juego de
plano/contraplano que Wise utiliza para enfrentar por vez primera a María y Tony
en una fiesta: ellos nítidamente enfocados al centro del encuadre, mientras a
su alrededor todo se desarrolla fuera de foco. Una expresión onírica donde sólo
ellos dos importan y su amor es lo único verdadero, más allá de cualquier
rencor de sus respectivas "familias".
Fotograma de Wset Side Story |
Amor que irá creciendo con una
fuerza natural y libre que no es comprendida, pero que ellos se esmeran en
mantener con una pureza memorable. Allí quedan como ejemplo magníficas
secuencias como el sueño de su boda en medio de los maniquíes de la boutique
donde trabaja María, escena que finaliza con un contrapicado majestuoso de
ellos dos arrodillados repitiendo una a una las palabras de su supuesto enlace
matrimonial; o bien el diálogo que sostienen cuando Tony ingresa al cuarto de
María, después del desenlace trágico de la pelea debajo del puente que no pudo
detener.
Tony (Richard Beymer) y María (Natalie Wood) |
West Side Story es, sin duda, una
obra de arte redonda en todos los sentidos, poderosa como historia romántica y
poderosa también como obra musical, aderezada por uno de los scores más
recordados de la historia del cine (canciones ya clásicas como
"Maria", "America", "Somewhere/Tonight") y que ya
es considerada como la tercera película romántica más importante de todos los
tiempos -la primera es Casablanca y la segunda Lo que el viento se llevó-,
según el Instituto Norteamericano de Cine y ganadora en su momento de diez
premios Oscar, cuando estos todavía tenían bastante credibilidad.
Os dejamos con un extracto del
reportaje donde explican las dificultades que tuvo el coreógrafo y co-director
de West Side Story, Jerome Robbins, para diseñar el espléndido número inicial
de la película.
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