No
hace mucho, en nuestro recorrido por las joyas del cine mudo, estuvimos
recordando Intolerancia (David W.
Griffith, 1916), película memorable por sus aportaciones a la Historia del Cine.
Destacaban los grandiosos decorados de la historia ambientada en Babilonia.
Sabido
es que esos decorados sobrevivieron durante décadas hasta que sirvieron para
alimentar las llamas del incendio de Atlanta en Lo que el viento se llevó. Actualmente en Los Ángeles hay una
triste réplica a escala en un centro comercial cercano al Kodak Theatre. Pero hoy nos vamos a quedar con las fuentes pictóricas en las que se inspiró Griffith. Se
le relaciona con Edwin Long (1829-1891) y con Georges Rochegrosse (1859-1938),
aunque, a mi entender, las conexiones son más puntuales.
Ambos
tratan temas bíblicos y orientales, pero con un sentido más decorativo que el
que tiene la obra del británico John Martin (1789-1854), pintor romántico,
grabador e ilustrador. Y dicha obra será la que aporte más a los decorados de
Intolerancia. Su carrera llegaría a su punto culminante precisamente con la
pintura El festín de Baltasar (1821),
que recrea las terrazas del palacio de un modo similar al modo en que lo hará
Griffith, si bien éste se permitirá el detalle exótico de los elefantes rematando las columnas.
Autor
de grandes lienzos con panorámicas apocalípticas (le plagiaron sus obras para
convertirlas en dioramas) y multitudes temerosas, le gustaban especialmente los
temas del Antiguo Testamento. Su concepto de lo sublime cautivó a cineastas
como Griffith o Cecil B. DeMille, que quisieron trasladarlo a la gran pantalla.
Aunque
no es demasiado conocido en España, sí lo es en su país, donde ya tuvo éxito en
vida. William Feaver, en su libro The art
of John Martin (Oxford University Press, 1975), desvela su obra y su
influencia en el mundo cinematográfico y, recientemente, se ha clausurado una
exposición sobre él y estos asuntos en la Tate Britain de Londres.
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