10 películas se estrenan
el 9 de noviembre de 2018 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Tres
producciones son estadounidenses, dos españolas, dos italianas, dos japonesas y
una mexicana. Resaltar que tres de los estrenos de esta semana son películas de
animación. Repasemos los estrenos de la semana para acertar en la elección.
Lazzaro feliz. (Italia, 2018). Dir. Alice
Rohrwacher.
Premio al Mejor Guión en el Festival de Cannes 2018 y
Premio Especial del Jurado en el Festival de Sitges 2018.
Drama sobre la amistad, interpretado por Alba Rohrwacher,
Adriano Tardiolo, Agnese Graziani, Luca Chikovani y Sergi López.
La mirada de una adolescente en tránsito hacia la madurez
sirvió a Alice Rohrwacher para describir un universo orgánico, con la voluntad
totalizadora de una gran novela pero sin caer en la tentación de lo discursivo,
en la sobresaliente “El país de las maravillas” (2014), película que
revitalizaba el espíritu de ese neorrealismo atravesado por la ensoñación que
definió al primer Fellini, el que aún no había caído bajo el hechizo del oropel
y el cinismo de la urbe. Con sus imágenes rodadas en 16 mm. y definidas en la
inestabilidad de un grano y unas impurezas que hablan de memoria, vida y
materia, “Lazzaro feliz” coloca en su centro a un personaje que, a diferencia
de la Gelsomina del anterior largometraje de la directora, se mantendrá, de
principio a fin, como una constante, aunque este relato que concilia estricto
realismo y libre fantasía le haga cruzar, de ida y vuelta, la frontera que
separa la vida de la muerte.
El Lázaro del título encarna una serie de conceptos que
cotizan a la baja en el cine de la posmodernidad: la bondad, la pureza, acaso
la santidad. Su mirada, resistente a identificar diferencias (y crueldades) de
clase, será el centro de un discurso complejo que oscilará entre lo social –la
burbuja fuera del tiempo donde una marquesa decadente mantiene a sus campesinos
bajo un régimen de explotación feudal- y lo poético –el lobo, la improbable
amistad entre el angélico protagonista y la oveja negra de la familia noble-,
mientras algunos de los temas ya presentes en “El país de las maravillas” –la
dialéctica entre el campo y la ciudad, la erosión del tiempo, el fin de un
mundo- adquieren una nueva vida sin que nada parezca redundante.
Lázaro vuelve de la muerte como si nada hubiera pasado,
aunque sobre quienes le rodearon se haya ensañado el tiempo y Rohrwacher rueda
y filma como si la videocracia berlusconiana no hubiese devastado la áurea
memoria colectiva del cine italiano, como si el humanismo pasoliniano o la
mirada afectuosa de Olmi siguieran ahí… porque siguen, gracias a la maestría de
esta cineasta gigantesca. Recomendada.
Dogman. (Italia, 2018). Dir. Matteo
Garrone.
Premio al Mejor Actor (Marcello Fonte) en el Festival de
Cannes 2018.
Thriller ambientado en los años 80, interpretado por Marcello
Fonte, Edoardo Pesce, Nunzia Schiano y Adamo Dionisi.
Matteo Garrone no tomó la decisión más razonable de su
carrera con “El cuento de los cuentos”: su adaptación de algunos relatos del
Pentamerón de Giambattista Basile le permitió explorar un territorio ya abordado
por una de sus figuras tutelares –Francesco Rosi- y se resolvió en una película
cargada de incontestable fuerza plástica, que revelaba lazos entre ese
inconsciente colectivo, canalizado en los cuentos de tradición oral, y algunas
contemporáneas patologías del comportamiento –la fijación fetichista, la
compulsión maternal, el culto a la belleza-, pero todo se desestabilizaba a
causa de un medular problema de lenguaje. Lo que hubiese requerido de la
musicalidad del dialecto napolitano optaba por la funcionalidad (y la
impersonalidad) de un inglés manejado como estrategia para abrir mercados. El
pie forzado provocaba que el artificio se impusiera a la verdad. Con “Dogman”,
no obstante, el cineasta demuestra que el viaje no fue del todo inútil, porque
algo se trajo de vuelta para aplicar un nuevo –y estimulante- cortocircuito a
la memoria del neorrealismo.
Si en “Reality” (2012) Garrone jugó a hacer neorrealismo
desde un foco tan desconcertante, en principio, como la subjetividad paranoica
de su protagonista, en este historia de un avasallado cuidador de perros que
deberá hacer frente al descontrolado ogro que lo somete será el lenguaje
simbólico y arquetípico de los cuentos tradicionales lo que se superponga sobre
una realidad concreta, tangible, degradada y sucia, que, a través de ese juego
lingüístico, se transformará en universal y abstracta. Marcello Fonte, con su
mirada desamparada, el físico de un junco a punto de romperse y la grandeza de
un caricato trágico de posguerra, hace de su personaje una verdadera creación:
un ángel mancillado, un pusilánime irritante, un patético payaso de las
bofetadas que, cuando intente recorrer el camino del héroe, solo encontrará
silencio y vacío. Recomendada.
Tu hijo. (España, 2018). Dir. Miguel
Ángel Vivas.
Película inaugural de la Seminci de Valladolid 2018.
Thriller interpretado por José Coronado, Pol Montañés,
Ana Wagener, Sergio Castellanos, Sauce Ena y Ester Expósito.
Películas de padres justicieros hemos visto muchas, pero
no como esta: española, de producción y de ambiente; Sevilla, barrio alto,
burgués, de casa de médico cirujano, fría, casi desabrida; pero también barrio
bajo, de salita mínima atiborrada de cachivaches, mesa camilla, televisión
perennemente encendida, niñas maquilladas como una puerta cantando copla en
Canal Sur. Andalucía, la moderna, la del chanchullo, diversa.
Es “Tu hijo”, aguerrida película de Miguel Ángel Vivas,
adictiva, quizá discutible, interesantísima, un thriller social sobre la
indefinición de las clases sociales cuando se trata de algo tan propio, tan
universal y tan impetuoso como la defensa de un hijo, y también sobre el
machismo instalado, la violencia de género, y sobre la sideral distancia entre
el universo de los jóvenes y adolescentes, y el de los adultos.
Un plano fijo de, a ojo, algo más de dos minutos,
ejemplifica este último subtexto, el de jóvenes y adultos, y clarifica también
el esencial, el de las clases sociales. José Coronado, magnífico en su papel,
busca a los que han dejado a su hijo en el hospital al borde de la muerte tras
una paliza. Cámara dentro del coche, a las puertas de una de esas discotecas de
los suburbios, ancladas en medio de un par de naves industriales, donde igual
toman copas, bailan, se drogan, fornican, hacen botellón, viven y se divierten
los pijos que los poligoneros. Dos minutos que aterran, por el encuadre en
contrapicado, el tratamiento de sonido, ruido ensordecedor para el padre,
música para los oídos de los que están de marcha. También porque un adulto ahí
es un bulto sospechoso con su mirada nerviosa.
Esa misma distancia, enorme, la hay en la casa familiar,
cada uno con su móvil, con adolescentes cerrando la puerta en las narices a sus
padres. Desconocimiento absoluto. Se nota la mano del coguionista, Alberto
Marini, en la escritura y el tono de “Tu hijo”. Fusión entre toque social y
puro entretenimiento, como en “Mientras duermes”, de Jaume Balagueró, y “El
desconocido”, de Dani de la Torre, ambas escritas en solitario por Marini. Y
Vivas, por su parte, articula un gran recurso de puesta en escena, de cámara,
como metáfora externa de todo lo interno: la reducidísima profundidad de campo
alrededor de Coronado, siempre presente. A apenas medio metro, todo está
borroso, vive en su mundo.
Como en la reciente “Searching”, todo se graba, se fotografía
y se difunde. Todo se sabe si se sabe mirar. Aunque la película, sobre todo en
su primer tercio, tenga mucho más que ver con “Padre coraje”, la formidable
serie de Benito Zambrano, que con un thriller americano. Y en ese ambiente
destaca la presencia, puntual pero portentosa, del actor Ramiro Alonso.
Con un plano final relativamente abierto y, como película
de tesis que es, por tanto, cuestionable, y un giro dramático perfecto antes
del último trayecto del relato, que pueden ver venir los amantes de la
complejidad en el cine pero que no deja de ser certero, “Tu hijo” es una obra
que debe dar que hablar a la salida del cine. Te coloca en una tesitura de la
que quizá sea imposible salir. Con una paliza mortal a un hijo, no hay matices.
No hay clases sociales. Ni lumpen ni clase obrera ni intelectualidad. Ni
salvajismo ni educación. Todos podemos ser animales, explotar, ser injustos. O
quizá no. Recomendada
(con reservas).
Overlord. (USA, 2018). Dir. Julius
Avery.
Presentada en la sección oficial del Festival de Sitges
2018 (fuera de concurso).
Una historia de Billy Ray que pivota sobre el género de
terror, la ciencia-ficción, el bélico, la acción…
Interpretada por Wyatt Russell, John Magaro, Bokeem
Woodbine y Iain De Caestecker.
Desde que el videojuego “Wolfenstein” hiciera realidad
los sueños húmedos de cualquiera de los mil hijos clonados del doctor Mengele,
la asociación nazis y zombis es ya tan evidente como gozosa. Y repulsiva a la
vez. “Overlord” se limita a explotarla. Y lo hace tan convencida de que el
muerto viviente es el gran monstruo de nuestros días de feliz algarabía
consumista como que Hitler es el último gran icono del mal con bigote. ¿Qué
puede salir mal?
Básicamente, todo es disfrutable en una cinta con tan
limitados prejuicios como sobrada de recursos. Brillan las escenas de acción y
dan dentera los alardes de terror. El problema, que lo hay, es que ni Julius
Avery ni su productor JJ Abrams se conforman con simplemente tener entretenida
a la muchachada y, de rondón, intentan colar dos o tres reflexiones sobre los
límites de la ciencia, el sentido del patriotismo y, ya puestos, la moral
necesariamente inmoral de la guerra. Y eso ya no. Si abandonamos la ironía, el
zombi deja de comer carne y ya sólo mastica pan. Y eso, por el gluten, es malo.
Recomendada
(con reservas).
Fahrenheit 11/9. (USA, 2018). Dir. Michael
Moore.
Documental sobre la campaña electoral y la presidencia de
Donald Trump.
Dando la vuelta a un título suyo anterior, “Fahrenheith
9/11”, consagrado a las consecuencias del atentado de las Torres Gemelas y a la
presidencia de George W. Bush, Michael Moore proyecta ahora en “Fahrenheit 11/9
su perspicaz mirada al día que Donald Trump ganó las elecciones y a sus aciagas
consecuencias. Levantando las alfombras, Moore se remonta a las primarias del
Partido Demócrata, aparentemente favorables a Bernie Sanders pero ganadas por
Hillary Clinton, para explicar la desafección de tantos votantes por la clase
política y el sistema mismo y el triunfo de tantos populistas de instintos
dictatoriales en todos los confines del planeta.
El desparpajo narrativo y la omnipresencia de su cámara
incisiva siguen siendo la marca de la casa en un documental abiertamente
combativo, sin apenas presencia del propio director, lo que se agradece, y que
deja un resquicio esperanzador a través de los jóvenes que se atreven a tomar
la iniciativa y pedir explicaciones a los responsables de tanto despropósito. Recomendada (con
reservas).
I hate New York. (España, 2018). Dir. Gustavo
Sánchez.
Documental sobre transexualidad.
Cuando la cultura de los realities visibiliza en el
mainstream algunas identidades –quizá las menos desafiantes- de las comunidades
LGTB –ya sea en discursos de nicho (Ru Paul’s Drag Race) o en territorios de
confluencia (First Dates)-, resulta oportuno y necesario recordar que toda esta
lucha comenzó en los márgenes. Fue el lumpen de la comunidad gay el que prendió
la mecha de la reivindicación en Stonewall, antes de que tomara las riendas del
asunto otro modelo de discurso –y otro imaginario- fundamentado en la
estrategia de la neutralidad. “I Hate New York”, primer documental de Gustavo
Sánchez, subraya que, antes de hablar el lenguaje del neoliberalismo en sus
frentes hegemónicos, la reivindicación de las identidades LGTB emergió del
subsuelo, haciéndose escuchar como un visceral grito punk.
Fruto de diez años de entrevistas, “I Hate New York” no
es una documental de tesis, sino una colección de atentos, afectuosos retratos
que permite que algunas ideas y reflexiones esenciales se abran paso sin forzar
el discurso. Sánchez evita siempre que puede el recurso al busto parlante,
retratando a sus personajes en sus entornos íntimos o en esa jungla nocturna
urbana que puede ser, al mismo tiempo, lugar de autoafirmación y campo de
batalla para la supervivencia. El contraste entre dos figuras tan antitéticas,
en lo vital y lo ideológico, como Sophia Lamar y Amanda Lepore o la relación
entre Chloe Dzubilo y T De Long proporcionan a este extraordinario trabajo
mucho más que valor testimonial: aquí hay actitud, inteligencia y vida. Recomendada (con
reservas).
Millennium: Lo que no te mata te
hace más fuerte. (USA, 2018). Dir. Fede Álvarez.
Thriller sobre el libro de David Lagercrantz y los personajes
de Stieg Larsson de la serie “Millennium”.
Interpretada por Claire Foy, Sverrir Gudnason, Vicky
Krieps, Sylvia Hoeks y Claes Bang.
El score compuesto por Roque Baños.
Con el fenómeno “Millennium” si no de capa caída al menos
lejos de la cresta de la ola marcada por los alrededores de 2010, con las tres
películas suecas ya estrenadas en medio mundo, la gran producción
estadounidense dirigida por David Fincher anunciada, y los tres enormes libros
ocupando manos y mentes ávidas de los superventas del momento, llega “Millennium:
lo que no te mata te hace más fuerte”, coproducción que intenta prolongar
también en cine el ya estirado chicle literario de la saga de Stieg Larsson.
La prematura muerte de Larsson no evitó que la serie de
novelas continuase. Primero, porque el escritor sueco tenía planteadas y
escritas en parte, al menos, dos entregas más. Y segundo, porque en un mundo
como el contemporáneo parecía improbable que los implicados no se animaran a
seguir estrujando la gallina de los huevos de oro. Lo sorprendente, en cambio,
es que la cuarta novela de la serie poco o nada tiene que ver con lo legado por
Larsson, y que el nuevo escritor, David Lagercrantz, hasta entonces conocido
como el biógrafo del futbolista Zlatan Ibrahimovic, parte prácticamente de cero
si exceptuamos, claro, los habituales personajes de la serie. Y todo eso se
nota en la discretísima “Lo que no te mata te hace más fuerte”, la película de
Fede Álvarez que adapta esa cuarta novela, publicada en 2015.
Los libros de Larsson podían no ser gran literatura, de
prosa convencional y trascendencia ínfima, pero al menos contenían un excelente
manejo de multitud de hilos argumentales y una buena capacidad para presentar
corrupciones políticas y morales de cierto interés. Y eso, sin apenas estilo
(salvo en el caso de la película de Fincher), aunque con pulcritud y ritmo, se
fue llevando a las sucesivas producciones suecas.
En “Lo que no te mata te hace más fuerte” sigue sin haber
un estilo reconocible ni una estética atractiva en el trabajo de Álvarez. Pero
lo que más resalta es que la calidad de la trama de Lagercrantz está muy por
debajo de lo alcanzado por Larsson. El drama familiar es grueso y sin fisuras.
El mcguffin que mueve a los personajes, patético, de película de Steven Seagal:
un cortafuegos informático, cuyo desbloqueo permitiría controlar los misiles de
todos los países del mundo. Y lo peor es la inconsistencia general de buena
parte de las situaciones, siempre auxiliadas por un truco mágico de guion: tres
de los personajes son hackers y, por tanto, resuelven todo a golpe de tecleo en
apenas segundos.
De modo que lo único que se salva es el carisma del
personaje protagonista, Lisbeth Salander (esta vez Mikael Blomkvist no pasa de
la condición de florero), y la enorme personalidad, demostrada en cada
actuación, de su nueva intérprete: Claire Foy, dolor en la mirada de la derrota
personal y la conquista social. No Recomendada.
El ángel en el reloj. (Mexico, 2017).
Dir. Miguel Ángel Uriegas.
Sección Oficial (Fuera de concurso) del Festival de
Annecy 2018.
Película de animación mexicana.
El debut en solitario de Miguel Ángel Uriegas, quien
antes dirigió con otros tres cineastas “La increíble historia del niño de
piedra”, no es el más óptimo que digamos. Si bien se agradece que haya
propuestas independientes y más en la rama de la animación, “El ángel en el
reloj” tiene características que te complicarán tu estancia en la sala, sobre
todo si no tienes el “pretexto” de acompañar a un niño.
La historia es muy sencilla para la fácil comprensión el
público más joven: Amelia es una niña que tiene como deseo detener el tiempo y,
luego de la advertencia de un relojero de “tener cuidado con lo que deseamos”,
la pequeña se introduce mágicamente al universo que habita dentro del reloj de
su habitación. En ese lugar empieza una aventura que la aleccionará acerca de
valorar el aquí y el ahora.
Hasta ahí no parece tan mal, ¿cierto? Pero esa trama
contiene tropiezo tras tropiezo. De entrada, a los guionistas —el propio
Uriegas y Rosana Curiel (¡Vivan los niños!)— les pareció necesario que la
protagonista padeciera de cáncer, sin embargo, la enfermedad de Amelia no está
homogenizada con la historia y parece más un truco chantajista para conmover al
público.
Los diálogos son otra debilidad de este filme, ya que
caen en obviedades, explicaciones innecesarias y terminan por lanzar evidencias
enormes del desenlace. Estos elementos en dosis más moderadas podrían ayudar a
la audiencia a la que va dirigida a entender la evolución de los personajes,
pero aquí se lleva al extremo y pareciera que demerita la inteligencia de los
más chicos de casa.
“El ángel en el reloj” puede ser disfrutable por el
universo que plantea; digamos que si Pixar tiene su representación de las
emociones humanas, esta producción apuesta por un mundo dentro de un reloj para
ir ad hoc al mensaje que quiere dar. Asimismo, la animación resulta muy
colorida pese a no ofrecer muchos detalles; mientras que el diseño de algunos
personajes llamará particularmente la atención de los menores.
Si no tienes que llevar a un niño a verla, puedes
ahorrártela. Si no tienes de otra, tal vez te entretengas si omites las
obviedades. No Recomendada.
Maquia, una historia de amor
inmortal. (Japón, 2018). Dir. Mari Okada.
Sección Oficial (Fuera de concurso) del Festival de
Annecy 2018. Mejor película de animación en el
Festival de Shanghai 2018.
Melodrama de animación japonés.
Aunque transcurre en un universo tan épico como el de “Juego
de tronos” –compuesto de dragones y princesas prisioneras y reinos en guerra-,
la ópera prima de Mari Okada es ante todo una melancólica fábula sobre los
tormentos que la maternidad conlleva. En todo caso, incluye tantas subtramas y
tanto enrevesamiento argumental que le harían falta 20 minutos más de metraje
para lidiar con todos sus personajes y aun así no les haría justicia. Pero
aunque “Maquia. Una historia de amor inmortal” resulta frustrante a nivel
narrativo –también por su puntual tendencia a estrujarnos los lagrimales-, lo
compensa echando mano de apabullante imaginería animada. No Recomendada.
Detective Conan: El caso Cero. (Japón,
2018). Dir. Yuzuru Tachikawa.
Película de animación japonesa.
4 años en los quioscos, 21 películas. La saga del investigador infantil
(adolescente, en realidad: es una larga historia) creado por Gosho Aoyama crea
en el profano ese vértigo que solo una franquicia made in Japan puede provocar.
Pero, aun sin estar puesto en la materia, El caso Cero da una idea de por qué
la obra de Aoyama mantiene su popularidad: fiel a las raíces del serial en la
novela clásica de intriga (no en vano su protagonista usa “Conan Edogawa” como
alias), la película ofrece un misterio que puede ser más o menos ágil, pero
nunca hace trampas. Como tachas, señalar esos cambios abruptos de tono entre lo
infantil y lo ‘serio’, a veces postizos, y un primer acto que puede hacerse
cuesta arriba a causa del derecho penal japonés y sus complicaciones dignas de
Kafka. No Recomendada.
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