Título
original: The children act. Dirección: Richard
Eyre. País: Reino Unido. Año: 2017. Duración: 105 min. Género:
Drama.
Dan Farrell (Montaje), Andrew Dunn (Fotografía), Ian McEwan (Guión), Ian McEwan (Guión adaptado), Stephen Warbeck (Música), Duncan Kenworthy (Producción), Glenn Freemantle (Sonido), Fotini Dimou (Vestuario), Peter Francis (Dirección Artística), Nina Gold (Casting). Estreno en Sevilla: 23 Noviembre 2018.
Reparto: Emma
Thompson (Fiona Maye), Fionn Whitehead (Adam), Stanley Tucci (Jack), Ben
Chaplin (Kevin Henry), Jason Watkins (Nigel Pauling), Andrew Havill (George),
Eileen Walsh (Naomi Henry), Paul Jesson (Humphrey).
Sinopsis:
Mientras su matrimonio
con Jack se hunde, la eminente jueza de la Corte Suprema Fiona Maye tiene que
tomar una decisión que cambiará su vida. ¿Debe obligar al adolescente, Adam, a
recibir una transfusión de sangre que podría salvar su vida? Su inusual visita
al hospital causa un profundo efecto en ambos, agitando nuevas emociones en él
y despertando sentimientos latentes en ella.
Fotograma de "El veredicto (La ley del menor)" |
Comentarios:
La preponderancia de un
postulado teológico sobre el cuidado y la conservación de la vida de un ser
humano menor de edad. La elección de un mal menor dentro del estrecho margen de
la ley penal. La fina línea que separa a veces la pureza de la insensatez, el
orgullo del disparate. La intromisión de las estrictas reglas morales en el
terreno aún más riguroso de las normas legales, y viceversa. Separar la
delicadeza de la profesionalidad, el sentido común del saber estar; cuándo
utilizar la sutileza de la mano izquierda y cuándo la tenacidad de la mano
derecha. El a veces imposible equilibrio entre las decisiones judiciales y sus
consecuencias en el terreno de lo personal, lo emocional y lo moral.
De todo esto habla “El
veredicto (La ley del menor)”, novela del prestigioso escritor británico Ian
McEwan, que él mismo ha adaptado a la gran pantalla en una película dirigida
por Richard Eyre. En un panorama cinematográfico como el actual, donde no es
habitual esa acumulación de subtextos, esa altura de miras, esa ambición y tal
madurez, su estreno es motivo de celebración, incluso con sus imperfecciones,
que las tiene. Aún más cuando todavía está cercana la presencia en salas de “En
la playa de Chesil”, otra notable novela de McEwan adaptada por él mismo,
estrenada en junio, y de semejante trascendencia sobre el sentido de esenciales
aspectos de la vida.
Una veterana jueza
especializada en derecho de familia debe lidiar cada día con semejantes
conflictos, pero el del chico de 17 años y muchos meses, de familia de Testigos
de Jehová, que se niega a una transfusión de sangre que puede ser el principio
de la curación de una leucemia, va a suponerle una angustia especial.
McEwan, en su novela,
rodea a la magistrada de unas características personales que, sin embargo,
quedan un tanto desdibujadas en su traslación al cine: dolor enquistado por la
ausencia de maternidad, y cierta repulsión por la decadencia del cuerpo, del
suyo y del de su marido. De modo que, aunque se mantenga con pulcritud y finura
el paralelo descabalgamiento de su relación matrimonial, ciertas interioridades
del personaje quedan un tanto descoloridas. Algo en lo que tampoco ayuda la
ausencia de detalles formales en la puesta en escena de Eyre, influyente
director teatral que nunca ha llegado a esas cotas en cine (Iris, Diario de un
escándalo), con feos fundidos, fotografía desangelada y ausencia de gusto para
el encuadre en el sustancial monólogo final de la mujer ante el marido.
“La religión de mis
padres era un veneno y usted fue el antídoto”, escribió McEwan en su novela. Y
es en ese aspecto, en el del choque emocional, donde la película resulta más
rotunda, incluso en su ambigüedad. Ante conflictos de tal envergadura es
imposible ser definitivo. Y esa indefinición es lo mejor de una película quizá
imperfecta pero siempre seductora en sus misterios interiores. (Javier Ocaña)
Recomendada
(con reservas).
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