Esto se nos va de las manos... No acaba uno de
acostumbrarse a estos adioses, cuando el cine los dotó de esa inmortalidad que a
uno le parecía eterna, valga el contrasentido, incluso sin cámaras mediante.
Aunque lo más grandioso del séptimo arte sea perpetuar el esplendor y gloria de
otras vidas, nunca son bien recibidas estas noticias, ítem más cuando se está
con la mosca detrás de la oreja, viviendo en carnes propias lo de la caducidad
de la vida, eso que nos sonaba tan lejano, parece que fue ayer
mismamente.
Porque es cierto que aun tenemos fresca en la retina aquella oscura y difusa imagen que iba cobrando nitidez muy lentamente, al tiempo que se percibían los acompasados vaivenes, como bambalinas, de negros aparejos a ambos flancos de un camello al trote... Del que descabalgaba después, airosamente, el elegante Sherif Ali.
Como nos parece percibir aun, en estos días tórridos, el estremecimiento del frío, al evocar el gélido ambiente donde Yuri y Lara vivieron sus días de amor ardiente. Aquel romance, tan perfecto, fuente de inspiración para espíritus libres, tan fervientes devotos del carpe diem, como detractores de la prosaica rutina.
Aunque estos adioses a dioses de la pantalla, valga la cacofonía, nos sigan dejando mal cuerpo, como comentaba, y algo se muera en el alma, según rezan las sevillanas, que los árboles funerarios no nos impidan ver el frondoso bosque del milagro: ¡viven!. El cine, como la firme mano de Jesús con Lázaro según Scorsese, todo lo puede: los tendremos en sus cuerpos gloriosos hasta el fin de los tiempos.
Porque es cierto que aun tenemos fresca en la retina aquella oscura y difusa imagen que iba cobrando nitidez muy lentamente, al tiempo que se percibían los acompasados vaivenes, como bambalinas, de negros aparejos a ambos flancos de un camello al trote... Del que descabalgaba después, airosamente, el elegante Sherif Ali.
Como nos parece percibir aun, en estos días tórridos, el estremecimiento del frío, al evocar el gélido ambiente donde Yuri y Lara vivieron sus días de amor ardiente. Aquel romance, tan perfecto, fuente de inspiración para espíritus libres, tan fervientes devotos del carpe diem, como detractores de la prosaica rutina.
Aunque estos adioses a dioses de la pantalla, valga la cacofonía, nos sigan dejando mal cuerpo, como comentaba, y algo se muera en el alma, según rezan las sevillanas, que los árboles funerarios no nos impidan ver el frondoso bosque del milagro: ¡viven!. El cine, como la firme mano de Jesús con Lázaro según Scorsese, todo lo puede: los tendremos en sus cuerpos gloriosos hasta el fin de los tiempos.
Luis Martínez Quirosa
Las dos películas rodadas en España. la última película que vi de él fue Las flores del Corán, parece que no estaba muy contento con su trabajo. Muy buen recordatorio. Ana
ResponderEliminarLa de "El señor Ibrahim y las flores del Corán" recuerdo que me gustó bastante, la verdad. ¡Qué bien escrito!, maese Luis. ;-)
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